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martes, 28 de mayo de 2019

LOS PRACTICANTES DE FARMACIA EN LOS HOSPITALES DE LA ARMADA ESPAÑOLA. FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX.


Ayudaban al farmacéutico en sus funciones.Además; se encargaban del mantenimiento de los utensilios de la farmacia y de la buena conservación del medicamento, sobre todo. Conocidos también por mancebos, cuando aún no habían obtenido la titulación, y en muchas ocasiones eran meritorios o supernumerarios, persiguiendo la obtención del título profesional. Mucho procedían de familias de mancebos que habían aprendido muchas técnicas de elaborado; porque la farmacia, como la medicina; es ciencia y es arte. Y quién sabe si en el Hospital de San Carlos hubo descendientes de aquellos profesionales de la botica del Hospital de Marina y Colegio de Cirugía que fundara el emblemático Cirujano Mayor de la Armada; Pedro Virgili, en la ciudad de Cádiz. Habría también mozos para la limpieza de los utensilios y orden del medicamento, desapareciendo con la llegada de los nuevos preparados la figura del hierbero que era el encargado de cuidar el huerto donde se cultivaban las plantas medicinales y viajar a distintos lugares para recoger algunas plantas. 
En 13 de noviembre de 1881 se dicta una serie de normas con el fin de proveer las plazas de practicantes de farmacia de los hospitales de marina. Se dispone que los practicantes particulares de farmacia ya existentes en los hospitales departamentales y apostaderos marítimos, continúen desempeñando dicho cargo, si son del agrado de sus jefes naturales. En adelante no se admitirán más individuos de su clase y procedencia; cuyas plazas deben amortizarse. Se asignan nuevas plazas de Practicante de Farmacia cuando surja una vacante en el destino o se produjera un aumento de las atenciones del servicio. El nombramiento recaerá en aquellos practicantes de la Armada más idóneos a juicio de los inspectores de Sanidad y farmacéuticos de los departamentos y apostaderos. Se aumentará la plantilla de los practicantes de primera y segunda clase hasta el número de cinco en cada una, y tres de los practicantes de primera clase que ha de aumentarse; deben ser indígenas de Filipinas, y los dos restantes europeos.1
A pesar del vuelco que había experimentado la ciencia farmacológica, los antiguos tratados se seguían manteniendo y en España todavía existía como referencia en muchas farmacias, la Farmacopea Matritense que se había divulgado por primera vez en 1739 y se había implantado en nuestro país su uso obligatorio. En su capítulo primero define a la farmacia como el arte de escoger, preparar y mezclar los medicamentos y se puede dividir en galénica y química. Habían surgido también las farmacopeas hispanas, utilizando el sistema métrico decimal de pesas y medidas, sustituyendo al grecorromano y de la que se hicieron varias ediciones desde 1794 a 1817.2 En los hospitales de marina se había tomado como referencia la Pharmacopea de la Armada de Leandro de Vega, de 1759,  y el "Formulario medicinal de embarco para uso de los cirujanos de la Armada durante la navegación", cuyos autores fueron el protomédico José Selvarresa y el cirujano mayor Francisco Canivell, en 1789.3 En Francia, se había tomado como referencia el Formulario farmacéutico para uso en hospitales militares de la República que en 1798 había publicado el jefe de farmacia del Hospital de Marina de Rochefort; Jean Baptiste Bobe-Moreau. 
Pedro María González, en su obra: “Tratado de las enfermedades de la gente de mar" en  su último capítulo lo dedica a tratar del estado de las medicinas con que pueden dotarse los navíos, arreglados a cien hombres de tripulación. Al avanzar el siglo, se van modificando los conceptos y se van a ir clasificando los medicamentos siguiendo su especie. De esta forma, tendremos: Plantas, bebidas, animales y productos, minerales, hierbas, flores, frutos, granos, raíces, cortezas, gomas, resinas y bálsamos, leños, jugos, lactíferos, vinos y aguardientes, aguas destiladas, alcoholes, sales y medicamentos en distintas composiciones; como extractos, emplastos, conservas, ungüentos, etc. 
La Armada en 1847, establece un reglamento de aquellos medicamentos que debían embarcarse y clasificados de la siguiente manera: “Jaraves” y mieles, extractos, estructuarios, píldoras, sales y óxidos, ácidos y álcalis, alcoholes y éteres, tinturas alcohólicas y vinosal, polvos simples y compuestos, aceites, ungüentos, emplastos, esencias y medicamentos simples. De esta forma, encontraremos preparados históricos, como: los extractos de valeriana, de opio y belladona. El bicarbonato de sosa, carbonato de potasa, sulfato de magnesio, sulfato de quinina, acetato de morfina. Ácidos: Sulfúrico, cítrico, tartárico. Amoniaco liquido. Alcoholes de romero y de canela, éter sulfúrico. Landano liquido. Polvos de goma “araviga”, de azafrán, de quina, de ruibarbo, polvos compuestos a partes iguales de astringentes y goma tragacanto. El ungüento de mercurio o la pomada sulfurosa; compuesta de dos partes de manteca y una de azufre. Los emplastos confortativo y aglutinante. La esencia de trementina. Junto a ellos; zarzaparrilla, tabaco, flores de árnica, manzanilla, tila y violeta, cebada, almendras dulces, almidón, alcanfor, esponjas; fina y preparada, etc.4

NOTAS.
1). Martínez Cerro, pp. 108-109.
2). García-Cubillana de la Cruz, p. 230.
3). Gracia Rivas, p. 210.
4). Redondo y Pozuelo, pp. 260-267.
*). Roca Núñez et al, pp.78-80.

BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA-Cubillana de la Cruz, J. M. El Hospital de San José (1767-1956) de la Isla de León. Publicaciones del Sur Editores. Sevilla, 2011.
Gracia Rivas, M. La Sanidad Naval española. Historia y evolución. E. N. Bazán. Barcelona, 1995.
Martínez Cerro,  M. El Servicio Farmacéutico de la Armada. Su vinculación histórica y aportación a la vida hospitalaria (1814-1936). Editorial Naval. Madrid, 1990.
Redondo, F. J. Pozuelo, A. La ciencia médica de la Armada española del siglo XIX. Aula médica. Madrid, 2008.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.


Frascos para guardar medicamentos del antiguo Hospital de Marina de San Carlos. Estuvieron, como recuerdo, en la Farmacia del Hospital de la Defensa de San Carlos.



lunes, 20 de mayo de 2019

LOS FARMACÉUTICOS DE LA ARMADA ESPAÑOLA A FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX.



Cuando en el Real Hospital de Marina en Cádiz aparecen los boticarios, a pesar de que no hay una organización militar definida en ellos, si existe una jerarquía, y a las órdenes del Inspector de medicinas estarán: el boticario mayor, boticario, practicante de botica y mozo de botica. Todos tienen unas obligaciones señaladas. La botica elaborará las medicinas destinadas al Hospital de Marina y además abastecerá a los buques y dependencias de la Armada. Pronto, entre el personal auxiliar aparece una especialización para la elaboración del medicamento y su aplicación. Los tisaneros están al cuidado de las tisanas y cocimientos. Los topiqueros aplican aceites, fomentos y cataplasmas. Los untureros para las unturas ordinarias y venéreas. Los clistereros para los clisteres, muy empleados como lavativas y purgatorios durante mucho tiempo. Este personal también realizaba labor de limpieza de la botica y montaban guardias nocturnas.1 
Conforme avanza este siglo XIX, con la aparición de una medicina y una farmacopea más científica, en un abrir y cerrar de ojos el panorama cambia ostensiblemente. El boticario pasa a llamarse farmacéutico y la botica se llamará farmacia. Este farmacéutico se encargará de la elaboración de los nuevos medicamentos, ayudado por el practicante de farmacia, y la administración medicamentosa correrá a cargo del practicante de cirugía que dependerá del jefe de la clínica y no de la farmacia. El farmacéutico es responsable de la elaboración, almacenamiento, reconocimiento y distribución de los medicamentos, para abastecer los hospitales y enfermerías de buques, arsenales, cuarteles y otras dependencias. También; impartirá clases a los practicantes de cirugía sobre la elaboración de los preparados más sencillos, así como se encargará de la formación del practicante de farmacia. Por lo tanto, cumplía con esta función docente que debía tener el Cuerpo de Sanidad. Respecto a la función pericial, es poco probable que estuviera implicado en ella, durante esta época, pues la gran aportación que tuvo en la toxicología algún farmacéutico, esta llegó bastante más tarde. 
En los hospitales departamentales había un farmacéutico primero como jefe de la farmacia y un farmacéutico segundo, auxiliar. En el hospital de Cañacao había solo un farmacéutico primero, mientras que en Fernando Póo nunca lo hubo y la farmacia estaba a cargo del practicante de farmacia, sometido al reglamento del hospital. En Cuba; probablemente los medicamentos estaban a cargo de los farmacéuticos del Ejército, destinados en sus hospitales, mientras que en las enfermerias de Marina del Arsenal y estaciones navales, serían los médicos y practicantes de la Armada los responsables. 
En los hospitales de Marina, el jefe de farmacia estaba a las órdenes directas del director del centro y la organización del régimen interior del destino la haría de acuerdo con el jefe de servicio. En cuanto a destinos en el cuerpo, dependían los farmacéuticos de la Dirección del Personal. Algunos farmacéuticos destacaron por su labor como es el caso del primer farmacéutico José Ruiz Moro, quien estuvo destinado en el Hospital de Cañacao en tiempos de la insurrección, en una zona enormemente peligrosa, sobre todo en los meses de septiembre y octubre de 1866, cuando tuvo que multiplicarse para atender a la elaboración de medicamentos con los que tenía que abastecer además del hospital, la enfermería del Arsenal de Cavite y la de numerosas estaciones navales y buques, pues sólo contaba con la ayuda de dos practicantes indígenas. El 27 de abril de 1898 le fue concedida la Cruz del Mérito Naval de primera clase con distintivo rojo tras los informes reservados hechos por el director del hospital, en donde resaltaba el celo, amor al servicio y valor, habiendo demostrado: “Serenidad y tranquilidad en los días azarosos que con motivo de la actual insurrección han transcurridos”. Ruiz Moro; en 1897 había pasado destinado al Hospital de San Carlos, siendo sustituido por el también farmacéutico primero Francisco Andrés  Serra, procedente de este hospital, el cual cesó en 1898 por padecer paludismo y anemia, pasando a eventualidades en San Fernando. Este mismo año se suprime la plaza de farmacéutico del Hospital de Cañacao.2
Por R.O. de 26 de julio de 1895 se aprobó el Reglamento de organización del Cuerpo, quedando como una sección del Cuerpo de Sanidad de la Armada. Adquiere de este modo un carácter político-militar, y con derecho al uso de uniforme y divisas. Al principio, la plantilla es muy corta pues solo cuenta con un farmacéutico mayor, cuatro primeros farmacéuticos y tres segundos farmacéuticos. No obstante, en los años sucesivos se irá ampliando.3  

NOTAS.
1). Galán Ahumada, pp. 337-391.
2). Martinez Cerro, pp. 175-177.
3). Vigón Sánchez, pp. 140.
*). Roca Núñez et al, pp. 77-78.

BIBLIOGRAFÍA.
Galán Ahumada, D. La Farmacia y la Botánica en el Hospital Real de Marina de Cádiz. Editorial Naval. Madrid, 1988.
Martínez Cerro, M. El Servicio Farmacéutico de la Armada. Su vinculación histórica y aportación a la vida hospitalaria (1814-1936). Editorial Naval. Madrid, 1990.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.
Vigón SÁnchez, A. Mª. Guía del Archivo Museo D. Álvaro de Bazán. Viso del Marqués, 1985.




Evocación al recetario antiguo. Francisco Sillue Ramoneda. Laboratorios Knoll.



martes, 14 de mayo de 2019

LOS PRACTICANTES DE LA ARMADA ESPAÑOLA AL FINAL DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX.


Los sangradores embarcados se considerarán en la clase de oficiales de Mar, estarán a la orden de los Médico-Cirujanos en quanto respecta a su exercicio.
Ordenanzas de la Armada
Carlos III


Para acceder al nombramiento de practicante de la Armada de segunda clase, era necesario acreditar dos años de prácticas en hospitales militares o cuatro años en hospitales civiles, a lo que se la añadió no ser menor de veinte años, ser español, y demostrar mediante examen; poseer los conocimientos teóricos y prácticos de cirugía menor o ministrantes. De este modo, acabado los estudios como practicante en el hospital correspondiente, el aspirante manda solicitud al vicedirector del Cuerpo de Sanidad de la Armada del Departamento Marítimo, con el fin de ser admitido a examen. Se constituirá un tribunal presidido por el propio vicedirector y normalmente acompañado; por un médico mayor, dos primeros médicos y dos segundos médicos. El examen solía ser sobre flebotomía, extracción de muelas, preparación de alimentos de una dieta y aplicación de vendajes. A continuación, el tribunal se retirará a deliberar. 
 Juan Bautista Topete y Carballo, vicealmirante de la Armada y político, durante su etapa de Presidente del Consejo de Ministros, se ocupó de la formación de los practicantes de la Armada, ordenando a los jefes de clínica de los hospitales de marina departamentales: impartir tres lecciones semanales de distintas materias, como; osteología, sindesmología, fracturas, luxaciones, heridas, y vendajes. Esta instrucción comprendía a los practicantes destinados en el hospital y a los meritorios. El farmacéutico debería de dar clases prácticas en su oficina, una vez por semana; acerca de las preparaciones galénicas más sencillas, teniendo en cuenta que en algunas enfermerías pequeñas, el practicante se hará cargo de la farmacia. Si bien, al principio parecía estar aclarada la situación profesional, como ayudante del médico, conforme avanza la medicina y se dispone de nuevas técnicas exploratorias, aumentando también el personal de enfermería, va surgiendo dudas acerca de cuál va a ser la responsabilidad de los practicantes. 
El médico de la Armada, Emilio Ruiz Sanromán, en el año 1881, escribe el Manual del Practicante, el cual consta de tres partes fundamentales:
1). Conceptos fundamentales de Anatomía, Fisiología y Cirugía menor.
2). Servicios que deben prestar los practicantes de la Armada, incluyendo un interesante capítulo dedicado a la higiene.
3). Exposición de farmacia práctica y de nociones de terapéutica.
Respecto a las funciones que deben desempeñar los practicantes; Ruiz Sanromán propone lo siguiente:
Buques.
Guardar en orden los utensilios que estén a su cargo y tener dispuesto un apósito de curaciones para los casos urgentes.
Los que se encarguen de la farmacia, harán un resumen en la libreta para que se preparen las fórmulas medicinales que haya mandado el médico.
Mantener el orden en la enfermería y cuidar que los enfermos tomen las medicinas.
 Repetir las curas.
Vigilar la evolución de los enfermos encamados.
Vigilar a los enfermeros que estén a sus órdenes.
Controlar los consumos a su cargo, llevando una relación de los utensilios que se inutilizan.
Desembarcos.
Debe de haber una sección sanitaria a las órdenes del médico y si se careciese de este, a las órdenes del practicante. Habrá que levantar a los heridos y reanimarlos, curarlos, detener la hemorragia y conducir al traumatizado al lugar donde se encuentre la ambulancia. Si el practicante y los camilleros se ven atacados por el enemigo; se deberán defender hasta perder la vida para proteger al indefenso herido que conducen, que además de ser una obra de caridad, es llenar uno de los requisitos del deber y honor militar.
Batallones.
Señala Sanromán que la función es parecida a los buques.
Arsenales.
En ellos, encontraremos una enfermería con la misma asistencia sanitaria de un batallón, cuartel o buque en puerto. El practicante más antiguo tendrá a su cargo el material de cirugía y de enfermería.
Hospitales.
Primeros practicantes.
Comprobar todas las mañanas, una o dos horas antes de la visita a la sala; si se han ejecutado todas las disposiciones referentes a los enfermos encamados.
Cuidarán y serán responsables del material, procurando que no falte.
Se ocuparán de la farmacia, instrumentos y vendajes.
Observarán los baños generales y locales de los enfermos.
Darán las novedades diarias al jefe de la clínica o al médico que ocupe su puesto.
Vigilar que no se levante ninguna cura de cirugía sin haberlo ordenado el jefe de la clínica.
Efectuar las curas de pinzas.
Ordenar y distribuir el servicio entre los demás practicantes, enfermeros y resto del personal destinado en su sala.
Segundos practicantes.
Tendrán los mismos deberes que los primeros y podrán alternarse con estos cuando lo exijan las circunstancias.
Llevarán una libreta para anotar los medicamentos internos y externos, administrando los primeros a los enfermos.
Harán sangrías y administrarán sanguijuelas, así como ventosas y curaciones de los vejigatorios.
Practicantes supernumerarios o aspirantes.
Estarán a las órdenes del primero y segundo practicantes.
Aplicarán a los enfermos medicamentos externos en forma de tópicos, como cataplasmas, fricciones y enemas.
Deberán auxiliar al primer practicante en las curas, así como en la aplicación de apósitos y vendajes. Limpiarán los instrumentos utilizados en las salas.1, 2

NOTAS
1). El hecho de que no figuren las obligaciones de los terceros practicantes, se debe sin duda alguna a que en esta fecha dicho empleo no estaba vigente.
 2). Herrera Rodríguez y López Révora. Dos manuales para la formación de practicantes de la Armada Española. Revista de Historia Naval, nº 65, pp. 69-87.
*). Roca Núñez et al, pp. 73-76.



BIBLIOGRAFÍA.

Herrera Rodriguez, F;  López Révora, L. “Dos manuales para la formación de practicantes de la Armada Española (1881 y 1904)”. Revista de Historia Naval nº 25; pp. 69-87. Servicio de Publicaciones de la Armada, 1989.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.




Vacunación en el Ejército francés. Pintura en óleo sobre lienzo del pintor de Estrasburgo, Alfred Touchemoulin. Medicina Militar, 2004; 60 (2), p.79. 





miércoles, 8 de mayo de 2019

LOS MÉDICOS DE LA ARMADA ESPAÑOLA AL FINAL DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX.



Los Médico-Cirujanos se enteraran de la disposición en que se ha establecido la enfermería de combate, preparando los vendajes y demás necesario a las curaciones de heridos.
Ordenanzas de la Armada
Carlos III

 Las Ordenanzas de la Armada de Carlos III, desde 1717 a 1802 y con las intervenciones en ellas de Patiño, Aguirre, Mazarredo, Escaño y Pérez de Grandallana; contienen un apartado que es el Tratado 3º, Título V: Concerniente al médico-cirujano embarcado. Aunque con el tiempo hubo de hacerse modificaciones posteriores, no fueron derogadas formalmente las disposiciones existentes y el espíritu de ellas se ha mantenido durante mucho tiempo. De este modo, el médico embarcado mantenía muchas de sus reglas y veremos cuál era su función. El médico destinado en el buque, o en el caso de que hubiera dos, el más antiguo es el jefe de la enfermería. Además va a realizar las funciones del Cuerpo de Sanidad de la Armada. En cuanto a la función asistencial se encargará de asistir a los enfermos que se presenten en consulta o que queden ingresados en la enfermería y si es necesaria la hospitalización; extenderá papeleta de baja al hospital así como se encargará después de recibir y archivar la de alta hospitalaria. Anotará en un libro las altas y bajas, tanto de enfermería como de hospital, y en otro anotará el nombre y destino de los pacientes que pasen consulta; con el diagnostico, pronostico, evolución y tratamiento. En caso de encontrarse el buque en un arsenal, podrá realizarse la hospitalización en la enfermería de este por reunir mejores condiciones y poder disponer de un personal sanitario de guardia o vigilancia. También llevará una relación del personal de baja domiciliaria o convaleciente. Se interesará por los pacientes hospitalizados, sobre todo los casos más graves o que requieran más tiempo de evolución, acudiendo a visitarlos en el hospital y cambiando impresión con el jefe de la clínica donde este ingresado.
En cuanto a la función médico-pericial; reconocerá a aquellos individuos que por orden del comandante del barco o a petición del jefe de su destino, se pida informe de cualquier anomalía observada. También, si observa alguna anomalía en el personal; procederá a su reconocimiento y si lo cree necesario será enviado al hospital para que sea observado en la clínica correspondiente, y si procede; se efectuará propuesta de exclusión del servicio o retiro, por el tribunal médico correspondiente. Si ha tratado a un herido o traumatizado, bien por accidente o por reyerta, una vez curado o evacuado a centro hospitalario; informará de ello por escrito, además del parte verbal. Todas estas incidencias quedarán anotadas en otro libro o cuaderno.
En cuanto a la función docente; se interesará por la buena preparación del personal a sus órdenes: médico, practicantes y enfermeros. En algunos casos, con motivo de una epidemia a bordo, o a petición del comandante, o bien propuesto por iniciativa propia; él y su personal pueden organizar una conferencia médica que sirva de información. También: organizar cursos de primeros auxilios. En el caso de que el barco esté atracado en un Departamento; debe acudir a la lectura de las memorias clínicas que organiza la Jefatura de Sanidad del mismo.
Ya hemos visto que a finales del siglo XIX ha surgido una nueva asignatura que es la higiene naval. De esta manera, el médico velará por la higiene de la enfermería en cuanto a continente y contenido, y atenderá a cuantos problemas higiénicos se presenten en el navío. Informará acerca de los problemas de ventilación, haciendo las propuestas que crea necesarias para mejorarlos y en el caso de haber observado un incremento de parásitos, insectos y roedores; proponer medidas de limpieza, desinsectación y desratización, así como preocuparse por llevar a cabo estas medidas de forma periódica, según normas establecidas. Desde mucho antes, el médico era ya responsable del material quirúrgico y de curas, así como de los medicamentos. Pero más tarde, el cargo de ellos corresponderá al practicante más antiguo. De todos modos, se interesará de que el material se encuentre en perfectas condiciones y en el caso de que encontrase anomalía alguna; deberá notificarlo para su exclusión y repuesto. Respecto a las medicinas; conocerá a la perfección la clase de medicamentos y la cantidad de que dispone, según reglamento, del estado de estas y si hay algunas caducadas o deterioradas; comunicarlo a la mayor brevedad con el fin de reponerlas. También: si lo cree necesario, propondrá un aumento del cupo o la introducción de nuevos medicamentos en relación con la duración prevista de la travesía, de la zona por donde se ha de navegar o de la misión que se va a efectuar. En caso de tener que establecerse enfermería de combate y puestos de socorro; asesorar al comandante sobre los lugares más adecuados para su instalación, a ser posible.
De todas las actividades, deberá dar la novedad al comandante del buque y en su defecto al segundo comandante, a veces a ambos, sobre todo si se trata de problemas relacionados con el servicio del personal, así como también puede notificarlo al jefe del destino al que pertenezca el paciente, y en caso de encontrarse el buque en puerto: se dará la novedad al oficial de guardia. Las novedades al comandante se harán de forma verbal y por escrito, mediante un parte del que se archivará una copia. En caso de enfermedad contagiosa; el paciente quedará inmediatamente aislado en un camarote de la enfermería y en su defecto se habilitará uno para este fin, notificándose sin pérdida de tiempo al comandante y asesorando sobre las medidas a tomar. A la llegada a puerto; además de ingresar el enfermo en el hospital, se notificará a la jefatura de sanidad.
En arsenales y en otras dependencias de tierra y cuarteles, regirá el mismo reglamento, dándose las novedades al jefe de la dependencia. En el caso de los tercios de infantería de marina; el médico destinado en ellos, acompañará al batallón cuando se desplace en maniobras y expediciones militares. 
Hay un primer médico en las comandancias de marina de Cádiz y Barcelona. En Cádiz, además de la asistencia del personal de marina, prestará asistencia en la Casa de Viudas de Fragela. Es una institución que data de 1756, fundada por el comerciante de origen sirio; Juan Clat y Sacachini,"Fragela", con el fin de acoger a las viudas y huérfanas de Cádiz. La institución se le conoció con el nombre de “Casa Pía de Pobres Viudas y Doncellas Huérfanas”, entregando la administración al Cabildo eclesiástico de la ciudad. Para la asistencia médica hubo desde sus comienzos un médico y un cirujano, probablemente pertenecientes a la Armada y tal vez al Colegio de Cirugía, por lo que seguramente la Armada había seguido prestando asistencia a través del médico de la Comandancia de Marina. En Barcelona; el médico de la comandancia se encargaba también del reconocimiento definitivo de los demente del manicomio de San Baudilio de Llobregat, después de haber sido estudiados y tratados por los médicos dedicados a la psiquiatría, de este importante centro. Los médicos de las comandancias de marina tendrían a su cargo la asistencia domiciliaria del personal destinado en el departamento así como el de la familia, e igual ocurriría con el médico asignado para asistencia del personal de la Corte.
En el hospital; el Director es el jefe de la dependencia. Es el responsable del orden y de la disciplina en ella, como cualquier jefe militar. Además; hará cumplir al personal del cuerpo destinado en él, las tres funciones: asistencial, médico-pericial y docente. También: será responsable de la higiene en el centro. El Jefe de Servicio sustituirá al Director en su ausencia, ocupando su puesto y además velará por la buena organización de las clínicas y guardias. Habrá un médico mayor encargado de cada clínica como jefe de ella, conocido en los departamentos como médico de visita. Se encargará de la asistencia de los enfermos hospitalizados, de las observaciones de falta de aptitud para el servicio y de la labor docente para médicos y practicantes asistentes al servicio. Dará las novedades de bajas, hospitalizaciones, altas y fallecimientos al director y en su ausencia al jefe de servicio. Repasamos las distintas clínicas de los hospitales de Marina.
Clínica médica
Correspondía a la Medicina Interna. A finales del siglo XIX, con el desarrollo de la medicina hospitalaria  surge una nueva orientación en la tradicional ciencia médica, haciéndose esta más científica y experimental. De esta forma; aparece el internista o clínico por excelencia, quedando excluidas de su campo las enfermedades quirúrgicas, obstétricas, pediatría en los hospitales mayores, y otras disciplinas que van apareciendo, como las enfermedades de la piel y la de los órganos de los sentidos. Hay médicos de la Armada que por estudios y prácticas en centros hospitalarios de reconocida competencia, están en posesión de los conocimientos óptimos para ocupar el puesto de jefe de esta clínica. Además; se le unirá a ello la experiencia que deben de tener por su antigüedad, ya que tienen el empleo de médicos mayores y en su defecto pueden ser médicos primeros muy antiguos.
Clínica quirúrgica
La cirugía la van a practicar los médicos que se han especializado en la práctica de las intervenciones quirúrgicas necesarias para curar o aliviar ciertas enfermedades que no pueden resolverse por medio de la medicina clínica, o aquellas intervenciones urgentes en caso de ciertas enfermedades agudas o accidentes. Después de la cirugía renacentista del siglo XVI, en que en relación con la anatomía se crearon cátedras de cirugía en Francia y España, se pasó a una cirugía ilustrada en el siglo XVIII con la aparición de nuestros Reales Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y Madrid que tanto rango dieron a nuestra nación, para encontrarnos al final del XIX con una nueva especialidad que se ha independizado de la medicina clínica y tiene que enfrentarse a tres grandes enemigos, como son: la infección, el dolor y la hemorragia. Pero frente a estos tres grandes males van a surgir tres grandes remedios que serán: la antisepsia, la anestesia y la hemostasia. El cirujano de esta época actuará frente a una patología muy amplia pues abarca el abdomen, tórax, cráneo y cuello, además los miembros, siendo por lo tanto traumatólogo también. Se encargará además de la urología. Además se ha formado como médico y cirujano, anteriormente. El cirujano de la Armada es un médico bien preparado desde el punto de vista de la cirugía, ya para su ingreso en el cuerpo ha tenido que superar un examen práctico quirúrgico. Después, como médico embarcado se ha enfrentado con toda seguridad a problemas quirúrgicos en las largas travesías. De este modo, un médico mayor con buena aptitud quirúrgica y con los antecedentes de haber hecho prácticas anteriores en un hospital de la Armada, Ejército o civil, podía optar a una plaza de jefe de clínica. No obstante, podía hacer un curso de ampliación de estudios en un hospital de prestigio reconocido, normalmente de Madrid.
Clínica oftalmológica
Aunque la oftalmología se remonta a la más alta antigüedad, es a mediados del siglo XIX con la aparición del oftalmoscopio y las nuevas técnicas de exploración, cuando se abre la posibilidad de poder realizar una cirugía abierta ocular con éxito, y gracias a la considerable ayuda de la antisepsia. Algunos médicos de la Armada han tenido la oportunidad de haber practicado esta rama médico-quirúrgica en algún centro hospitalario o han sido enviados a ellos durante algún tiempo. Estarán en condiciones de ocuparse de la clínica de un hospital de Marina.
Clínica Dermatológica
En Europa, la Dermatología junto a la Venereología se había perfilado como especialidad a comienzos del siglo XIX, constituyendo una verdadera disciplina médica. El médico especializado en esta materia; estudia las lesiones cutáneas por su forma, color, y consistencia. En la segunda mitad del siglo XIX, las clínicas de dermatología y venereología se han extendido por toda Europa y en los ejércitos de tierra y mar abunda esta patología, sobre todo la de las enfermedades venéreas.
Clínica sifilográfica
Quizás por el motivo, antes señalado, de la abundancia de enfermedades venéreas en el ámbito militar, se implantó esta disciplina en el Hospital de San Carlos
Otorrinolaringología
En la segunda mitad del siglo XIX, es cuando comienza a tratarse las lesiones dentro de nuestras cavidades, con la aparición del laringoscopio. Ya, en Europa son tratados los pólipos de las cuerdas bucales y en Estados Unidos se describen los nódulos de las cuerdas y se han hechos las primeras incisiones timpánicas. No obstante, no es hasta finales del siglo, cuando aparecen los primeros médicos especialistas. En la Armada hubo algún médico que logró especializarse durante esta época y en otras ocasiones se contrató un médico civil, pero durante este tiempo no existió clínica propia y dependía de la de cirugía.

No nos podemos olvidar de los médicos de guardias que tanta utilidad prestaban en las urgencias. Normalmente eran segundos médicos destinados en el hospital pero en ocasiones fueron montadas estas guardias por médicos primeros y en casos necesarios hubo de contratarse a médicos civiles. La misión de estos médicos era atender a las urgencias que acudían al hospital procedente de la calle o de cualquier destino exterior y que por su gravedad no podían ser solucionadas en su enfermería. Además, atenderían al personal ingresado en el hospital cuando fueran requeridos para ello, dando novedad al siguiente día, al jefe de la clínica correspondiente. También darían novedades de todo lo acontecido en la guardia al Director, a la mañana siguiente, manifestando las circunstancias, y en el caso de heridos o traumatizados de forma accidental o por reyerta, deberían hacer parte por escrito; exponiendo el tipo de lesiones, la clínica donde había sido ingresado el accidentado que normalmente era la de cirugía, así como la sala. El médico de guardia, además de intervenir en la función asistencial, intervenía también en la función pericial porque tenía la misión de observar durante su servicio; aquellos pacientes ingresados con propuesta de inutilidad para el servicio en la Armada, prestando especial atención en descubrir a los presuntos simuladores. La tercera función, la de la docencia, la cumplirían asistiendo en el periodo libre de guardias a la asistencia de los enfermos en las clínicas, ayudando a su jefe y recibiendo de este la enseñanza útil que podría prestar dicho facultativo con sus conocimientos y experiencia. Es probable que muchos clínicos y cirujanos de los hospitales de marina de aquella época, hubieran comenzado su formación en aquellos destinos de médicos de guardia. Finalmente: diremos que el médico de guardia, en ausencia del director del hospital, del jefe de servicio o de cualquier jefe de clínica, se constituía en jefe militar del centro, siendo responsable del orden que se debía guardar, recibir a la autoridad militar que se presentare en aquel momento y tomar cuantas decisiones considerare oportunas. Para ello, contaba con tener a sus órdenes al resto del personal de guardia.
Otras funciones de los médicos de la Armada eran fundamentalmente burocráticas. De este modo, había un médico mayor destinado como auxiliar de la Dirección del Material y otro de la Dirección del Personal. El primero se encargaría del abastecimiento y reemplazo del material quirúrgico de hospitales y enfermerías, mientras el segundo trabaja en los destinos del personal de la sanidad. Otro médico mayor, estará a las órdenes del Inspector General. Hay tres inspectores destinados como jefes de sanidad de los departamentos que además son vocales de la Junta provincial o municipal de Sanidad respectiva. Habrá un subinspector de primera como auxiliar de la Secretaria del Órgano Consultivo. El Inspector General, es el jefe principal del cuerpo. Además es Vocal especial del Centro Consultivo y Consejero nato de Sanidad del Reino.

*). Roca Núñez et al, pp. 67-73.

BIBLIOGRAFÍA.
CLAVIJO Y CLAVIJO, S. Historia del Cuerpo Militar de Sanidad de la Armada. San Fernando. Tipografía de Fernando Espín Peña, 1925
Garcia-Cubillana de la Cruz, J.M. El antiguo hospital de San Carlos (1809-1981) y la ciudad de San Fernando. Publicaciones del Sur Editores. Cádiz, 2007.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.
SOLER CANTÓ, J. El Hospital Militar de Marina de Cartagena. 2ª Edición. Universidad Politécnica de Cartagena, 1999

ARCHIVO Y BIBLIOTECA NAVAL DE SAN FERNANDO.
Reales Ordenanzas de la Armada. 1793. Tratado 3º. Título Vº. 
Estado General de la Armada. Cuerpo de Sanidad. Año 1898.


La nueva cirugía antiséptica. P. Aguilar. Valencia, 1882. Uriach. El grabado en la Historia de la Medicina. Etiopatogenia.






miércoles, 1 de mayo de 2019

HIGIENE NAVAL EN LA ARMADA ESPAÑOLA DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.


La localidad influye poderosamente en la parte moral del hombre, mucho más todavía que el clima.
Hernández Oñate

Desde muchos años anteriores ya se había descubierto la importancia de las medidas higiénicas en los buques, cuarteles y dependencias de la Armada. El emblemático profesor médico de la Armada Pedro María Gonzáles Gutiérrez, escribió la conocida obra, titulada: “Tratado de las enfermedades de la gente de mar, en colaboración con su compañero Francisco Flores Moreno. En ella hace referencia a los víveres de los navegantes, atmósfera de los navíos, pasiones del alma, enfermedades como escorbuto, disentería y fiebre amarilla, factores higiénicos como la higiene ambiental. Aunque esta obra fue escrita a principios del siglo XIX, nos muestra la preocupación de la sanidad naval en esta materia. Los médicos militares del Ejército y de la Armada de todo el mundo, experimentan una gran preocupación por estos temas que están presentes en la población en general. Surge un enorme interés por la higiene ambiental, como lo demuestra la obra de Hernández Oñate, publicada en 1889 y que se titula: “Topografía médica de Logroño”. En ella se dice que la localidad influye en la parte moral del hombre más que el clima y existirán diferencias entre el habitante de las montañas y el de las llanuras, sin bosques ni ríos caudalosos. Cita Urteaga González que Blas Llanos, en su obra titulada: "Memoria sobre los medios de mejorar el clima de Madrid", habla del efecto beneficioso del arbolado sobre el clima y la salud; porque los árboles purifican el ambiente y sanean el suelo de sustancias nocivas, actuando como reguladores térmicos y evitando los cambios bruscos de temperatura. Otro apartado corresponde a la higiene social, afirmándose que algunos procesos patológicos pueden considerarse enfermedades sociales debido a diversos factores como condiciones de trabajo, estado de la vivienda, hábitos de vida, dolencias profesionales, accidentes laborales, y condiciones del hábitat. 
En 1880  se ha experimentado un avance de la bacteriología y se avanza en los conocimientos sobre el origen y difusión de las enfermedades infecciosas. Hay una afirmación científica del origen microbiano de las epidemias. Se organizan congresos internacionales de Higiene y Demografía. Se habla de la profilaxis de las enfermedades transmisibles, climatología y topografías médicas, higiene urbana, de la alimentación infantil, escolar, del trabajo, higiene militar y naval, veterinaria, así como de arquitectura e ingeniería sanitaria. Comienza a hablarse de la herencia y de los caracteres adquiridos transmisibles que dan origen a malformaciones y enfermedades hereditarias. Surge de esta manera las ideas darwinistas en cuanto a nociones de herencia e idea de la raza, con lo que la influencia medioambiental queda relegada a un segundo plano.
A finales del siglo XIX y principios del XX, siguiendo a los médicos de los ejércitos de Alemania, podemos hacer una selección de los temas de máximo interés. Así, nos encontramos: Aire, regulación del calor, alimentación y abastecimiento, higiene de la construcción, abastecimiento de agua y eliminación de aguas residuales, alumbrado, calefacción, ventilación, alojamientos militares, pabellones, enfermerías, hospitales. Higiene personal, general y especial. Deambulación, ejercicios y marchas. Deportes. Higiene de las distintas unidades; regimientos, naval, tropical. Higiene psíquica. Se clasifican las enfermedades en no infecciosas y en infecciosas. A las primeras, corresponden: acaloramientos, geladuras, traumatismos, lesiones articulares e higiene del alcohol y del tabaco. En cuanto a las segundas, preocupan: tuberculosis, disentería, viruela, tétanos, gangrena gaseosa, fiebres intermitentes y otras. Se hace referencia a la criminalidad y a la disminución de la capacidad para el trabajo por diversos factores. Preocupa la toxicología, hablándose ya en esta época de las sustancias nocivas del humo del tabaco y de la acción perniciosa de la nicotina con poder excitante sobre el sistema nervioso, siendo tetanizante de la musculatura de fibra lisa.
A partir de 1800 había comenzado el periodo científico de la medicina preventiva y salud pública. En España, la Comisión de Salud Pública establece un reglamento en 1821 y en él se contempla el Servicio de Sanidad Naval o de Mar. Se establecen reglas para el diagnóstico de enfermedades, contagio y medidas para combatirlo en las travesías. Llegada a puerto, policía sanitaria de la carga. Pena contra los infractores del Servicio Sanitario Naval, entre otras normas. 
Cuando los buques de vela son sustituidos por los de vapor, las máquinas de estos últimos ocupan un gran espacio y producen temperaturas muy altas. Hay poca aireación y los alojamientos son penumbrosos, a lo que se le une mucha humedad con grasa en el ambiente y vapor de agua procedente de las máquinas. Además, riesgo de incendios. En las regiones tropicales; se observó que con el calor de las máquinas se producía una patología especial que se manifestaba por cefaleas, convulsiones, delirio, y a veces el coma y la muerte. Pronto se comprobó que correspondía a un aumento de calor, por sumarse a la alta temperatura ambiental la producida por la maquinaria. Por ello, se presta especial atención a los sistemas de ventilación. Como el hierro hace que la temperatura aumente, al ser un buen conductor del calor; se utilizan paneles de corcho y madera, y pinturas especiales absorbentes. 
Las compañías navieras españolas comienzan a mostrar una gran preocupación por la higiene naval, en la que había sido pionera Francia. La casa Pinillos, desde su fundación en 1885 aplica medidas higiénicas en su flota. 
Otro apartado corresponde a la higiene portuaria porque por mediación de los puertos y bahías, los buques se convierten en transmisores de enfermedades y epidemias. De esta manera; el puerto va a ser el nexo de unión entre países, buques y pueblos costeros. Por otra parte, los almacenes y otras infraestructuras portuarias contendrán elementos nocivos que contaminan el suelo y las aguas inmediatas a la bahía. Además; habrá que agregar las condiciones socio-sanitarias de los barrios colindantes. Se impondrá la vigilancia de aquellas industrias enclavadas en el puerto con capacidad de verter residuos tóxicos.
Pronto; las marinas militares europeas toman conciencia de estos problemas y establecen medidas higiénicas de acuerdo a los avances de la época, con el fin de asegurar una óptima condición de vida a bordo de sus navíos. Constituye especial preocupación una serie de factores, como: Las condiciones del trabajo y del alojamiento a bordo con regulación de la temperatura, sobre todo si se navega por climas tropicales. Preocupación sobre el efecto que va a causar en el organismo la luz artificial que acaba de introducirse. Instalación de un buen servicio de ventiladores, con especial interés en renovar el aire que está viciado, siendo aún más difícil la eliminación del vapor acuoso. Cuidado con los gases y humos peligrosos que casi siempre consisten en óxido de carbono y gases nitrosos, mientras que la calefacción en ésta época reconocen que ofrece grandes dificultades por la conductibilidad térmica de las paredes. La dotación de agua se divide en cuatro partes: Agua potable, agua para lavarse, agua del mar, y agua para las calderas. Para el agua del lavado personal y la de las calderas; se propone almacenarse en depósitos cementados, asfaltados y comunicados. Las necesidades de agua para la bebida variarán de acuerdo al clima y así en los países tropicales la necesidad de esta será del triple o del cuádruple. 
Otro apartado será la desinsectación y la desinfección, eliminando insectos, parásitos y roedores. La alimentación constituirá un factor de sumo interés porque las incomodidades que impone la vida a bordo deben de ser compensadas y muchos higienistas navales piensan que debe ser responsabilidad del médico y del oficial administrador o intendente, el que se cuide la preparación de los comestibles y vigilancia de las despensas. La alimentación y la conservación del agua constituyen un tema de especial interés. En 1830 se dispone de una gran cantidad de alimentos conservados que en realidad ya se venía haciendo desde mucho antes. En 1865 se introducen los extractos de carne y un año después se dispone de leche condensada. Junto a ellos, gran cantidad de zumos de limón y de naranja para prevenir el escorbuto, además de ser de un gran valor nutritivo. 
Desde 1815 se utilizaban grandes depósitos de hierro para el transporte del agua potable y además aumentaban la capacidad y la ración de agua tan importante en las grandes travesías. Después surgen los aljibes, tanques y cajas especiales de hierro. La destilación del agua de mar para convertirla en agua potable se conocía desde siglos anteriores. Según Novo López, fueron los españoles pioneros, pues según las anotaciones del piloto Gaspar González de Leza en 1606; se construyeron aparatos de destilación. Fermín Nadal Valls, ayudante consultor del Colegio de Cirugía de Cádiz y superior facultativo de la Escuadra de Gravina en el combate de Trafalgar, en el año 1793; a bordo del navío San Fulgencio, utilizó un método de saneamiento a partir de la precipitación de las sales del agua de mar, obteniendo con ello gran cantidad de agua que se podía utilizar para curas de enfermos y lavado de ropas, reservando la destinada a bebida.
Se habla del alcohol y se considera que puede ser consumido de forma moderada pero por las circunstancias de que han surgido las actividades deportivas y otros entretenimientos entre las dotaciones, se ha observado una disminución de la costumbre de la bebida. Referente al tabaco, se dice que ha aumentado su consumo a pesar de que los médicos navales han advertido sobre sus efectos perjudiciales. 
La ropa debe ser adecuada a las circunstancias; distinguiéndose entre la uniformidad de paseo y la de faena, debiendo de ser esta última cómoda y relacionada con la estación de invierno o verano y del clima, señalando una ropa especial para los trópicos. 
Respecto a la sanidad; deberá de haber a bordo uno o dos médicos, de acuerdo al tonelaje del buque y del número de su dotación. Habrá un reglamento que determine el material quirúrgico y de enfermería necesario, de acuerdo a la dotación, así como la cantidad de medicinas necesarias de acuerdo también a la dotación y duración de la travesía. Elegir la clase de medicamentos adecuados a la zona por donde se va a navegar. Se establece que el número de camarotes de la enfermería sea el 1,7% del total de camarotes, no debiendo sobrepasar en ningún caso los 14 alojamientos. Se reservará un camarote para enfermedades contagiosas. Además; habrá una sala de operaciones, una farmacia y por lo menos un aseo. En caso de guerra; se instalará la enfermería de combate en un lugar protegido y de fácil acceso y habrá cruces rojas para indicar el camino. Los buques grandes dispondrán de un puesto de socorro principal y de otro secundario. Las primeras curas se harán en el puesto de socorro y después se trasladará el herido a un lugar protegido. En otros lugares del buque; habrá armarios con material sanitario y cajas de cura. A ser posible, se emplearán en las intervenciones y curas; ropas recién lavadas para evitar las infecciones.
Sin lugar a dudas, los médicos del Cuerpo de Sanidad de la Armada española están al tanto de todas estas comunicaciones relacionadas con la higiene, y lo pueden demostrar los títulos de las memorias clínicas presentadas en esta época, de la que podemos hacer un resumen:
Estudio de la ventilación naval. Influencia de los países cálidos sobre la salud de las tripulaciones y medidas higiénicas que han de tomarse a bordo. Relaciones entre la higiene y la navegación. Higiene naval. Higiene náutica. Higiene del hombre de mar. Casas de salud para la Armada en Filipinas, 1877. Condiciones higiénicas de los hospitales. Apuntes sobre aclimatación. Cosmopolitismo y aclimatación. Condiciones que modifican los climas. Condiciones de alojamiento de nuestros buques de guerra. Desinfección de los buques, 1879. Historia, importancia y desarrollo de la higiene naval. Sobre las diversas temperaturas que se observan en los buques a consecuencia de las máquinas de vapor. Ventaja de la ventilación artificial en los buques. Sobre el clima de Davao, en el archipiélago filipino. Aclimatación en los países cálidos. Influencia de los países cálidos en las miasmas. De la sentina y medios de evitar sus peligros. Uso y abuso del tabaco. Valor científico actual de la palabra aclimatación en los países cálidos. Climas; efectos fisiológicos y patológicos y preceptos higiénicos. Necesidad de aire puro en los buques y modo de conseguirlo. Vacunación y revacunación en cada uno de los Departamentos marítimos. Algunos datos atmosfero-nautológicos de cuatro de nuestros buques de primera clase. Profilaxis de las epidemias en sus relaciones con la higiene naval. Influencia de los climas en la salud pública y la población. Breves consideraciones sobre el aire viciado. Base para una discusión de los climas y sus leyes. Algunas ideas de parasitología naval. Aclimatación y colonización en el Golfo de Guinea. Apuntes sobre el ozono e importancia de su estudio y de sus observaciones. Breves consideraciones patológicas e higiénico-navales en los países cálidos. Generalidades de climatología. De las medidas precautorias que han de tomarse en la Isla de Cuba para disminuir la mortalidad que hoy presentan sus ejércitos de mar y tierra. La higiene naval en la Isla de Cuba ante la perspectiva del cólera morbo-asiático.2
También se presentaron otras muchas más, relacionado todo ello con esta importante materia de las marinas: militares y civiles de España y todo el mundo. Pero otro tema que no podemos dejar, es la bromatología. En esta materia, resaltaremos:
Consideraciones sobre la ración del marinero que hay que suministrar: Su régimen y mejoras que deben introducirse. Apuntes bromatológicos. Alimentación del soldado de marina. Alimentación de la gente de mar y modo de mejorarla. Estudio de los vinos con aplicación especial a los de contrata y algunos análisis físico-químicos que puedan hacerse para investigar su calidad y grado. La alimentación bajo el punto de vista práctico. Las harinas y el pan. El régimen alimenticio en las enfermedades. El agua desde el punto de vista de la higiene naval. Influencia del clima en la alimentación.Todas estas memorias y otras más, vienen a demostrar las preocupaciones dietéticas de la época, que serán semejantes a otros países.
En este clima de preocupación higiénico-dietético surgen diversas obras de interés, escritas por nuestros médicos de la Armada. A semejanza de Francia, donde Jean Baptiste Fonssagrives y André Lefevre, habían escritos sendos tratados de higiene naval, en España Fernández-Caro y Nouvillas publica en 1879, la obra titulada: “Elementos de Higiene Naval”. Manuel Carrochano Casanova, publica: “Reconocimiento de víveres”. “Ración de Armada y su composición”. Luis Iglesias Pardo, escribe: “Del mareo; etiología, síntomas, patogenia, y tratamiento”. También escribió: “Del régimen alimenticio a bordo”. “Intoxicación por los mejillones pegados al cobre de la fragata Esperanza”. “Algunos datos atmosfero-nautológicos de cuatro de nuestros buques de primera clase”. “El alumbrado eléctrico y sus ventajas higro-náuticas”. Quizás, su obra más significativa es: “Tratado de Higronautotalasia y patonautotalasia”, referente a higiene y patología náutica que se publica en Ferrol, en el año 1883. En el año de 1886, Francisco de la Vega hace una traducción de la obra francesa de Fonssagrives, al que antes hemos mencionado y que Clavijo lo designa como el Hipócrates de la higiene naval universal, y esta obra coincide con los nuevos sistemas de navegación a vapor. El médico de la armada francesa había escrito esta célebre obra referente a la higiene naval y la influencia de las condiciones psíquicas y morales en aquellos hombres de mar, en el año de 1856.4 
En 1879, Ángel Fernández-Caro, como hemos dicho antes, escribió: Elementos de Higiene Naval, en la que hace referencia a Fonssagrives y a otros autores. La magistral obra de este autor catalán y formado como médico en la Facultad de Medicina de Cádiz, la podemos considerar dividida en varios apartados:
Reclutamiento y selección de la marinería en el tiempo en que ya no existía la matrícula de mar y se había perdido por lo tanto un personal útil que la Armada encontrada en aquellos pescadores y otras gentes relacionadas con la vida marinera.
Motores de vapor. Las máquinas pueden producir temperaturas altas, incluso de unos 70º o más, por acción de aquellas calderas de carbón, y a lo que se le sumaba un alto grado de humedad. Preocupación porque las máquinas, junto al carbón almacenado, ocupaban un gran espacio, reduciendo la capacidad de aire.
Lo que podríamos llamar patologías colaterales, elementos como el plomo y sus aleaciones, a los que se le van a añadir las vibraciones y ruidos. De esta manera; los buques de guerra serían una prolongación de las fábricas, y la gente de máquinas, constituida por mecánicos y fogoneros, van a tener una patología específica que Fernández-Caro considera de este modo: congestiones cerebrales, afecciones respiratorias diversas, conjuntivitis, tuberculosis pulmonar, quemaduras, traumatismos articulares por las chispas que se producen, forúnculos, úlceras, afecciones reumáticas, traumatismos por caídas, explosiones, intoxicaciones, y otras más.
Importancia de una buena aireación, por lo menos de 10 metros cúbicos de aire limpio por individuo y por hora.
También, habla el autor de una higiene moral. El recluta de marina ha quedado aislado de la vida familiar y se va a relacionar con unos hombres de carácter y modos de vida muy distintos al suyo. Este hecho, lo califica el autor como una situación que puede llegar a ser muy grave y muchas veces por si sola ha sido causa de muerte. 
Da bastante importancia a la necesidad de aprender a leer y a escribir para la marinería, y tener pequeñas bibliotecas en los buques para acudir a ellas en los periodos de descanso, con lo cual se conseguiría que aquellos marineros que cumplen el servicio militar, a la hora de licenciarse puedan incorporarse a la vida civil con unos conocimientos y cultura que le permitan el mejor desenvolvimiento y puedan transmitir una buena educación a sus hijos, todo ello en beneficio de la sociedad.
Finalmente: propone un código penal en la Armada que estuviera acorde con la legislación vigente; eliminando ciertos castigos impuestos a guardiamarinas y marineros que considera anticuados y antihigiénicos.5

NOTAS.

1). Bartolomé y Cela, p. 196.
2). 3). 4). Clavijo y Clavijo, pp. 334-384.
5). Roca et al. pp. 64-65.
*). Roca Núñez  et al. pp. 59-65.

BIBLIOGRAFÍA

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Clavijo y Clavijo, S. Historia del Cuerpo Militar de Sanidad de la Armada. San Fernando. Tipografía de Fernando Espín Peña, 1925
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GÓNZALEZ GUTIERREZ, P.Mª. Tratado de las enfermedades de la gente de mar. Imprenta Real. Madrid, 1805.
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ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.
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WALDMANN, A. H;  HOFFMANN et al. Tratado de Higiene Militar, 1910-1912.  Editorial Labor. S. A. Barcelona, 1944. Biblioteca del antiguo Hospital de Marina de San Carlos. San Fernando (Cádiz).





Microscopio. Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales. Passelin. Paris. 1877. 
Uriach . El grabado en la Historia de la Medicina. Etiopatogenia.