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lunes, 25 de mayo de 2020

VI. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA




Posteriores epidemias de fiebre amarilla en la ciudad de Cádiz

AÑO 1804
Aparece la epidemia en Málaga, introducida por los buques marselleses que transportaban tropas a Santo Domingo. De esta ciudad se extendió a la vecina Granada y a gran parte de Andalucía para extenderse posteriormente por Alicante y Valencia. En Cádiz se toman precauciones para impedir que personas procedentes de otros lugares penetren en la ciudad, pero algunos infectados logran hacerlo furtivamente. Se detienen a diecinueve individuos que son trasladados al castillo de San Sebastián y puestos en cuarentena pero algunos otros logran burlar la vigilancia de la policía y comenzó la epidemia. Se toman medidas sanitarias para aislar a los enfermos y se habilitó para personas sin recurso un hospital en el campo de Capuchinos y un lugar de convalecencia en el campo de los Mártires. Se reactiva el Hospital de la Segunda Aguada con un local para convalecientes. El Hospital Real establece un lugar de convalecencia en el Balón. Queda establecido que los epidémicos no ingresen esta vez en el Hospital de San Juan de Dios para que no contagien a los sanos.
El Ayuntamiento abrió suscripciones de limosnas para necesitados. El rigor del contagio duró dos meses y en el mes de noviembre declinó. Se calculó que el número de contagiados llegó a 9.553, con 7.280 curaciones y 2.273 fallecimientos. De estos últimos fueron 2044 varones, 201 hembras y 28 párvulos.1 El domingo día 18 de noviembre se canta con toda la solemnidad el Tedeum.

AÑO 1810
España está en guerra con Napoleón y la ciudad de Cádiz junto a la vecina Isla de León se encuentra asediada por las tropas francesas. Hay un gran movimiento con afluencia constantes de buques, ya que el dominio del mar corresponde a la flota británica, nuestra aliada. Con la llegada constante de refugiados hay una superpoblación. Se sospecha que hay un foco infeccioso en los pontones de prisioneros franceses de la escuadra derrotada del almirante Rosilly y los doctores Mellado y Aréjula comienzan a tomar las precauciones correspondientes en el mes de marzo de este año. Está prevenida la Junta Provincial de Sanidad. En Cádiz, se han concentrado parte el ejército nacional y las tropas inglesas aliadas.
El día 11 de septiembre aparece la epidemia, siendo las primeras contagiadas dos mujeres que vivían juntas en el colegio de Santa Cruz y después muere un vecino. Es informado de ello José María Lila, diputado de Sanidad. Se dan nuevos casos en el barrio de Capuchinos y el contagio se extiende por cárceles y hospitales. El doctor Bartolomé Mellado sospecha de este tipo de contagio y es el primero en diagnosticar la enfermedad, y se lleva a cabo un plan preventivo. Es posible que haya enfermos en posadas y casas públicas. Se ordena que los contagiados que no estén con sus familias sean llevados al hospital. Se ordena a parroquias y conventos que sus sacerdotes no salgan a confesar ni a dar auxilios espirituales, aunque si pueden hacerlo aquellos que sufrieron el contagio en las anteriores epidemias y se curaron. Los forasteros no pueden salir a la calle, a no ser que haya un motivo de fuerza mayor. Prohibido las visitas en los domicilios donde haya un enfermo.
Cádiz recuerda las epidemias de 1800 y 1804. No obstante, algunos médicos piensan que no es el mismo caso que las anteriores porque esta epidemia se muestra más benigna. Mellado piensa que este hecho se debe a cierta inmunidad adquirida por los gaditanos. Aréjula y otros creen que se trata de un mal endémico en Cádiz, pero que ha proporcionado la inmunidad correspondiente. El problema es que empiezan a confundirla con el tifus. El propio Mellado designa en alguna ocasión la enfermedad como “tifus maligno”.
La sanidad gaditana comienza a preocuparse porque falta agua corriente y se utiliza con mucha frecuencia agua procedente de pozos y aljibes que también sirve para regadíos de huertas. Por otra parte se toma mariscos obtenidos de rocas cercanas a desagües de la  ciudad.
En los últimos días del mes de octubre ha aumentado el número de fallecidos y los diputados, que comienzan a trasladarse a Cádiz, piensan ahora en hacerlo a un lugar más seguro. El día 6 de noviembre, Ramón Sanz, representante de Cataluña, ha fallecido, victima del contagio. El día 20, el Congreso se reúne y el diputado Oliveros propone que se nombre una comisión de tres facultativos con el fin de averiguar las causas de la enfermedad y comprobar por fin si se debe a la intervención de “miasmas pútridas” o a algún germen. El Congreso está preocupado por la llegada de buques procedentes de distintos puertos que pudieran estar infectados y que en muchos casos no cumplían con las leyes sanitarias.
El día 28 de noviembre es acordado de que se una a la Junta Local de Sanidad el prestigioso facultativo madrileño Rafael Costa. El doctor Mellado informa que debe quemarse las ropas del enfermo. También se piensa en el empleo del muriático oxigenado. Lentamente el mal va disminuyendo y con el frio de diciembre desaparece.
Mellado ha observado que la enfermedad ataca preferentemente a los hombres del norte, a obesos, robustos y corpulentos, y a los de carácter melancólico, siendo en cambio muy benigna para las mujeres de genio alegre y para los naturales de Cádiz. Mellado habla de “efluvios malignos” como responsables del contagio. Este se produciría por falta de ventilación, por roce con el enfermo o por respirar su atmósfera, por alguna predisposición individual, y por otras muchas circunstancias ignoradas.
En cuanto a los métodos de curación, Mellado afirma que “curar es cuidar y sanar es poner bueno”. Muchos médicos intentan excitar el sudor y el vómito, además de promover las evacuaciones. Se preocupan en elevar la moral del enfermo, a pesar de la dificultad existente en aquellas circunstancias. Mellado no es partidario de excitar el sudor porque piensa que este método no es totalmente necesario para sanar y puede conseguir la sudoración por medios naturales, con una habitación templada y con el enfermo quieto, con una alimentación a base de caldos calientes. Tampoco acepta el provocar vómitos. Se muestra enemigo de los laxantes, lavativas y purgantes, así como del uso de la quinina, éteres, cáusticos y otros preparados habituales. Es partidario de seguir una metodología pasiva con quietud, pocas visitas, menos preguntas, mucho aseo, algunas tazas de infusión muy ligeras con te o manzanilla, muy poco caldo y dado de tarde en tarde, si le repugna, algún trago, una lavativa al día si el paciente no ha obrado, y lo más importante será en tener un cuidado especial en sacar del cuarto inmediatamente “los secretos”. Renovar el aire cada tres horas, haciendo que antes se tape bien el enfermo.
Hay que evitar por todos los medios disponibles la propagación de la epidemia. Los enfermos, aislados en sus casas, se colocan en miradores o ventanas y toman el sol tras los cristales. Además, están entretenidos.2



Soldado del Batallón de Voluntarios de Cádiz. R Garófano y J.R. Páramo. La Contitución Gaditana de 1812.
Ilustración IX.


AÑO 1811
Cádiz se ha convertido en la sede del gobierno de España, representando un gobierno liberal, elegido por el pueblo. Se pretende contar con la opinión de los españoles y hay una renovación de la prensa local. De esta manera se trata de poner fin al Antiguo Régimen y sustituirlo por instituciones democráticas que deben marcar la aparición de un mundo moderno.
En el verano de este año aparece de nuevo el peligro de una epidemia y las autoridades sanitarias de la ciudad recomiendan que se ponga en marcha el plan del año anterior. El 20 de junio se reúnen las Cortes y el diputado Sr. Vera propone que el Congreso vuelva a la Isla de León. Enferma el teniente general Ramón de Castro y se piensa que puede padecer fiebre amarilla, pero se comunica con informe médico que padece una “calentura pútrida”. No obstante, se informa a la Comisión de Salud Pública y el día 4 de julio es leído el informe, afirmándose de que no se puede asegurar que no aparezca la epidemia desde el mes de agosto en adelante, pero que en aquellos momentos no existía.
Se piensa que es necesario aligerar de gente la ciudad para disminuir el riesgo de contagio y que las Cortes decidan si es conveniente el traslado a la Isla de León. A pesar de ello, esta idea no es compartida por todos los diputados. La prensa comunica el número de fallecidos y la población está muy preocupada.
Comienzan a llegar noticias de que Cartagena de Levante padece una epidemia y los buques que proceden de este puerto quedan inmediatamente incomunicados. La prensa dice que es necesario contar con un lazareto.

AÑO 1813
Comienzan a correr los rumores por la ciudad de que ha aparecido una nueva epidemia pero se trata de ocultarlo con el fin de no crear falsas alarmas y evitar la desmoralización de la población. El día 10 de junio, fallece el diputado por Puerto Rico Ramón Power, victima del contagio por la fiebre amarilla, a los 38 años de edad. Pero, hay que esperar al 16 de septiembre para que se confirme la existencia de esta enfermedad. Pocos días después mueren los diputados: Mexía Lequerica, Company, Luján, y Vega Infanzón. Las Cortes deciden trasladarse a la Isla de León.

AÑO 1819
Cundió la noticia por la ciudad de que en la vecina San Fernando se habían presentado algunos casos de fiebre amarilla. El proto-médico Francisco Flores Moreno se traslada a esta última para informar de la situación, el cual a su regreso informa a la máxima autoridad militar de la plaza, el teniente general Blas de Fournás, del mal que sufre la ciudad vecina y que ponía en peligro las inmediaciones y peligraba la situación del ejército expedicionario. Fournás ante de comenzar a tomar decisiones alarmistas prefiere nombrar una comisión para que se dirija de nuevo al lugar de la posible epidemia. Cuando esta comisión, presidida por el Doctor Flores Moreno llega a San Fernando, a pesar de visitar bastantes casas, no encuentran enfermos afectados por el mal. Pero esto no era cierto y las familias de las victimas huían de su domicilio. La epidemia llega a Cádiz. Se saca de la ciudad todas las tropas, quedando solo el regimiento de Soria para guarnecer la plaza. Se había formado con las tropas un cordón sanitario desde Algeciras a Sanlúcar de Barrameda, bajo amenaza de pena capital al que osase burlarlo. Por consejo de Fournás, el capitán general de Andalucía Felipe Calleja, conde de Calderón, deja Cádiz para establecer el cuartel general en Arcos de la Frontera.
1). Adolfo de Castro. Tomo I, pp. 550-551.
2). Ramón Solís, p. 353.


Plaza de San Antonio en el siglo XIX. J. Laurent. Caja de Ahorros de Cádiz.



BIBLIOGRAFÍA

CASTRO DE, A. Historia de Cádiz y su provincia. Imprenta de la Revista Médica. Cádiz, 1858. Excma. Diputación Provincial de Cádiz. “La Voz”. San Fernando. Cádiz, 1985.
GARÓFANO SÁNCHEZ, R. PÁRAMO DE ARGÜELLES, J.R. La Constitución Gaditana de 1812. Tercera Edición, 1996. Diputación de Cádiz. Ingrasa. Puerto Real (Cádiz), 1987.
SOLÍS, R. El Cádiz de las Cortes. Silex. Madrid, 1987.


Cádiz. Bateria de San Carlos. Postal

lunes, 18 de mayo de 2020

V. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA




Estudio y reflexión sobre la epidemia de Cádiz de 1800 según facultativos de la época

Pedro María González Gutiérrez nace en la localidad de Osuna, provincia de Sevilla, el 26 de abril de 1764. Ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la Armada, en Cádiz, el 1 de abril de 1781, finalizando sus estudios el 7 de noviembre de 1786, año en que es nombrado primer cirujano como premio. Pasa al Departamento de Ferrol para embarcar en el navío San Sebastián, para pasar más tarde a la fragata Perpetua y después a la corbeta Atrevida, con la que da la vuelta al mundo en la expedición de Malaspina, en un viaje que duró 5 años y 3 meses. En el mes de agosto de 1797 emprende un viaje a Turquía, el cual dura 2 años y medio, siendo apresado por los ingleses en Mahón a su vuelta a España. El 15 de marzo de 1799, le concedió el Rey goces y haberes de los sustitutos a cátedras y la ocupación de la primera plaza que quedara vacante. El 17 de mayo de 1804 se le concede los honores de Maestro Consultor, en premio a haber concluido la obra que se le encargó, titulada Tratado de las enfermedades de la gente de mar, escrita en colaboración con Francisco Flores Moreno, confirmándosele en  este cargo y como ayudante de cirujano mayor, el 9 de mayo de 1805, ocupando la cátedra de Fisiología e Higiene.1
Posiblemente, en 1801 goza de la autorización para presentar la obra titulada Disertación Médica sobre la calentura maligna contagiosa que reynó en Cádiz el año de 1800: medios más adecuados para preservarse de ella, y de otras enfermedades contagiosas y pestilentes.2
La obra es autorizada por la Junta Gubernativa Escolástica, celebrada un 12 de marzo, y la firma Carlos Francisco Ameller. En la introducción; Pedro María hace un bosquejo histórico de otras calamidades de idénticas características, sufridas por la población de Cádiz. Le sigue la primera parte y en una primera sección habla de como comenzó la epidemia y como avanzó. El panorama que presentaba la ciudad y las medidas que se adoptaron.
En una segunda sección se refiere a las causas que la produjo, describiendo el entorno de la ciudad y dándole importancia al calor reinante como causa predisponente. Sospecha que la plaga pudo venir a bordo de algún buque procedente sobre todo de América septentrional y que pudiera haber sido transmitida por sus tripulantes, ropas o carga.
En la segunda parte, en su sección primera, se refiere al diagnostico de la enfermedad. Dice que en algunos casos parecía un “sinocal simple” mientras que en otros parecía del “género pútrido”, pero muchas veces podrían clasificarse de entrada de “carácter maligno”. Manifiesta que algunos enfermos comenzaban con dolores vagos o síntomas leves, mientras que otros caían de repente como “heridos por un rayo”, con frio intenso y dolores de cabeza y huesos. Describe un segundo periodo de la enfermedad con ictericia y hemorragias y le llamaba la atención que los cadáveres quedaban negros y amoratados, pero los que se recuperaban pasaban a un tercer periodo, el cual al principio era “turbulante” para ser después más tranquilo.
En la segunda sección se refiere al pronóstico y afirma que por lo común es malo y peligroso pues se trata de una enfermedad contagiosa y peligrosísima, pero si la fiebre remite en 24 horas es buen síntoma. No ocurre así si la enfermedad se presenta con malignidad entre el 3º y 4º día. Entonces, el pronóstico es funesto. Da importancia al estado de fuerza y expresión de la cara, mostrando su preocupación si esta aparece inmutada, oscura y lívida, con ojos tristes y llorosos. En este caso el pronóstico es muy malo. Como señales de muerte próxima señala el letargo e hipo.
La tercera parte y en su sección primera arranca con las medidas para procurar una curación. Hay que tranquilizar al paciente y favorecer el vómito, haciéndolo suavemente y sin el uso de eméticos. Excluye la sangría. Como bebida, aconseja el uso de limonada o naranjada ligera y como régimen alimenticio señala los caldos de pucheros, pan o agua de arroz, y en ocasiones un trago de vino. Si el enfermo experimente mejoría se pasará a alimentos más sólidos.
En la segunda sección considera la profilaxis o remedios preservativos. Reconoce que la enfermedad no es fácil identificar en muchos casos, así como su primitivo origen y naturaleza, aunque sospecha que pudiera estar relacionada con el aire y alimentos viciados. Habla de la importancia de evitar el contacto físico, bien de forma directa o mediante ropas u objetos del enfermo. Las Juntas de Sanidad deben velar por la salud pública y enviar a los enfermos sospechosos a lazaretos, quejándose del lazareto de Cádiz que considera no cumplir las condiciones requeridas, pues se estaba utilizando el lazareto provisional del Caserío de Infantes en la Isla de León, y una ciudad como Cádiz no disponía de un centro con finalidad específica.
Propone hacer hogueras para corregir la humedad de la atmósfera, pero si el aire es cálido y seco será necesario humedecerlo mediante riegos. En las calles y plazas no deben quedar aguas estancadas, teniendo que haber especial cuidado con las lagunas y pantanos de alrededor de la población.
Durante la calentura contagiosa hay que impedir que los vecinos del barrio infectado se comuniquen con los demás, mediante la colocación de vallas y montar guardias activas y vigilantes. Evitar el acúmulo de enfermos en habitaciones estrechas. Prohibir las concurrencias públicas; cerrando teatros y cafés, así como iglesias. No permitir procesiones y misas públicas.
Quemar ropas, muebles y enseres del enfermo, pero solo los señalados por los facultativos. Los cadáveres deben sacarse de las casas lo antes posible, mediante voluntarios. Abandonar la vivienda y hacer “sahumenos” o fumigaciones y después pueden repetirse si convienen. Si, abrirán puertas y ventanas para que el aire circule libremente.
Deber haber suficiente número de facultativos y boticas. Los médicos deben repartirse los barrios y evitarse los hospitales, siempre que se pueda, porque en caso de epidemias pueden ser nocivos.
Evitar el abuso de “cosas no naturales”, o sea de exceso de todo tipo, haciendo una dieta prudente y sana. Evitar el exceso de temperatura en las casas y renovar el aire mediante la ventilación. Evitar el miedo no fomentando, las conversaciones sobre el número de fallecidos. Si es factible, llevar a cabo el aislamiento domiciliario.
Si a pesar de todas estas precauciones, alguien de la familia enfermara, deberá siempre aislarse inmediatamente en lo más apartado de la casa y solo deberá tener contacto con el enfermo el asistente que lo cuida y el médico. Para los que manejan a los enfermos se aconseja los vestidos, guantes y zapatos de ule. Utilizar pomadas y aceites para cerrar los poros inhalantes, evitando así la absorción de las miasmas. Afirma que el ácido nítrico “destruye las miasmas en su origen” y recomienda el utilizar el sulfúrico para desinfectar muebles y ropas. El muriático que era el clorhídrico, lo aconseja utilizar en edificios grandes y hospitales.
Años más tarde, en 1824, el ilustre médico de Marina y ex colegial del Colegio de Cirugía Francisco Javier Laso de la Vega, asevera: nada podemos añadir relativo a la salubridad de Cádiz que no esté expuesto en la disertación publicada en 1801 por Don Pedro María González; en la Epidemiologia española, cuando habla de la epidemia de 1800.


 Disertación sobre la fiebre amarilla de Cádiz en 1800 hecha por Pedro Mª González. 
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p. 115.

Juan Manuel Aréjula nace en Lucena, en la provincia de Córdoba. Ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la Armada, en Cádiz, el día 7 de octubre de 1772. El 24 de abril de 1775 se le nombra practicante para la expedición frente a Argel. El 9 de mayo de 1776, es habilitado de segundo cirujano, embarcando en la fragata Libre para pasar más tarde por el navío San Miguel, destinado en Veracruz, fragata Santa Rosa y urca Anónima. En el navío Santo Domingo marcha a la Habana para regresar en el navío San Gabriel al Departamento de Cádiz, el 9 de enero de 1784. En el mes de octubre es comisionado a Paris y en mayo de 1787 asciende a primer cirujano. En 1789 en ayudante de cirujano mayor y profesor de química en el Colegio de Cirugía. En abril de 1793 se le encarga la enseñanza de Materia Médica y Botánica. En marzo de 1805 asciende a Vice director del Colegio y en 1806, la Junta Superior de Sanidad dispone que se encargue de narrar la enfermedad epidémica que padecieron los habitantes de Cádiz en 1800, de Medina Sidonia en 1801 y los de Málaga en 1803.3
La monografía se imprime por Real Orden en la Imprenta Real. Aréjula establece las diferencias entre fiebre amarilla y peste. Recoge todas las  informaciones meteorológicas posibles  hechas en Cádiz y en el Real Observatorio de Marina de la Isla de León. Hace un extracto que manifiesta el día de cada mes que ha subido más el termómetro. Considera que hay una disposición para contagiarse de la enfermedad, igual que ocurre con la viruela respecto a los individuos no vacunados. La enfermedad presentará signos regulares o bien irregulares y anómalos. Podrá haber signos patognomónicos y característicos de la fiebre amarilla.
Define la fiebre amarilla como una calentura per aguda, contagiosa, que invade de repente con escalofríos o frio, dolor de cabeza precisamente hacia la frente y sienes, de lomos, desazón incómoda, ó dolor en la boca superior del estómago, particularmente si se comprime esta parte, gran postración de fuerzas, sequedad de narices, y falta de saliva para poder escupir.
Piensa que debe haber la concurrencia de una causa remota o externa que son los contagios, una predisposición del sujeto y de la estación del año. Distingue cuatro periodos: 1º de contagio. 2º de invasión que es cuando se manifiestan las señales. 3º de estado, cuando decaen las fuerzas y el pulso. 4º de declinación, cuando se manifiestan las señales de mayor disolución y último abatimiento de fuerzas, y que arrastra a los enfermos hacia el sepulcro.
Habla de disecciones hechas a cadáveres de enfermos fallecidos por la enfermedad, ayudado por el Padre Fray Josef Martínez, doctor en cirugía y religioso de la Orden de San Juan de Dios.
Refiere que la enfermedad de Málaga de 1803 y 1804 fue más mortífera que la de Cádiz y Sevilla de 1800.
Al notar que había familias que pasaban ligeramente el mal y otras que morían a consecuencia de la enfermedad, pensó que sería útil que se inocularan los sujetos yendo a las casa de las primeras.



 Descripción de la fiebre amarilla de Cádiz, Medina Sidonia y Málaga. 
Presentada por Juan Manuel de Aréjula en 1806. 
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p.125.

Repercusión de la epidemia de 1800 de Cádiz en Europa
Wilhelm Heinrich Ludwig Borges hizo una traducción al alemán de la obra de Pedro María González, siendo esta obra consultada por Wilhelm Griesinger para escribir su Tratado de las enfermedades infecciosas.
En Francia, ante la gravedad de las noticias llegadas de España en el mes de noviembre de 1800, el ministro del interior francés envía una carta a la Escuela de Medicina de Montpellier con el fin de que una comisión médica del país vecino se traslade a España para recabar datos e información. La comisión estaba compuesta por los facultativos: Juan Nicolás Berthe, Pedro La Fue y Victor Brissonet. Llegan a Carmona, al cuartel general del marqués de la Solana, general de las tropas del cordón sanitario, y después, pasando por Sevilla, llegan por el Guadalquivir a Sanlúcar de Barrameda, y de esta localidad pasan a Chipiona y Puerto de Santa María. De esta última población parten para Cádiz, donde se ponen en contacto con los profesores del Colegio de Cirugía, entre ellos Salvarresa, Aréjula y Ameller. Tras pasar por Jerez y Utrera, en el mes de marzo regresan a Carmona.
1). Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 246-247.
2). Blanco Villero. Pedro María González Gutiérrez, pp. 41-42.
3). Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 245-246.

BIBLIOGRAFÍA
ARÉJULA DE, J.M. Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800, en Medinasidonia en 1801, en Málaga en 1803, y en esta misma plaza y varias otras del Reyno en 1804. Madrid en la Imprenta Real. Año de 1806.
BLANCO VILLERO, J.M. Pedro María González Gutiérrez. Vida y obra de un médico-cirujano de la Real Armada. Discurso de recepción como Académico de número. Cádiz, 29 de noviembre de 2007.
GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, P. Mª. Disertación médica sobre la calentura maligna contagiosa que reynó en Cádiz el año de 1800. Con licencia. Manuel Ximénez Carreño. Impresor del Gobierno. Calle Ancha. Cádiz.
IBÁÑEZ MARTÍ, C. “Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800. En Medinasidonia en 1801. En Málaga en 1803 y en Madrid y varias otras plazas del reino de España en 1804”. Historia de la Salud Pública y algo más 
 www. madrimasd.org.  21 de octubre de 2020.
 Cádiz. Puerta del Mar. Postal

lunes, 11 de mayo de 2020

IV. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA



La epidemia de fiebre amarilla de Cádiz de 1800

Pedro María González al escribir sobre esta epidemia refiere que la primera vez que se declaró el “vómito negro” en la ciudad fue en el año 1730 y posteriormente aparece la enfermedad en 1764. El doctor escocés James Lind, prestigioso médico de la Marina británica y descubridor de la cura del escorbuto, hablando de ella, cuenta como morían al día unas cien personas y dice que fue introducida por el HMS Twed, porque arribó al puerto de Cádiz con varios enfermos a bordo.
En la epidemia de 1800, la mayoría está de acuerdo que el origen está en la corbeta Delfin que llega al puerto de Cádiz, procedente de la Habana, el día 6 de julio. Durante la travesía habían fallecido a bordo tres marineros. El facultativo del barco es Josef Caro, médico de los ejércitos, retirado, el cual regresa a España. Al llegar a puerto comunica que el segundo comandante del barco ha fallecido de una “calentura pútrida”, sin identificar la enfermedad. La corbeta es sometida a una cuarentena que dura 19 días. Va a bordo, como pasajero, Fray Juan de San Mateo, de la Orden de San Juan de Dios que ayuda como enfermero. Pasado este periodo, la dotación y los pasajeros desembarcan el 26 de julio. Durante el periodo de cuarentena habían subido a bordo algunos carpinteros de "ribera" y uno de ellos contrajo la enfermedad.
En la ciudad, la epidemia comienza en el Barrio de Santa María para extenderse pronto por Sopranis y Boquete. Después de alcanzar los barrios de Ave María y San Antonio se extiende por toda la ciudad.
En este año de 1800, el invierno había sido lluvioso y el verano comienza con calor, condición optima para la proliferación del mosquito Aedes. Ante el número elevado de defunciones, el Gobierno convoca una Junta de facultativos locales, sin contar con los médicos profesores del Colegio de Cirugía, hecho que lamenta Pedro María González pues piensa que al ser el Cuerpo de Sanidad de la Armada el más antiguo y de los más ilustres de su clase, era el más idóneo para indicar providencias saludables.
El día 23 de agosto se pide sacar en procesión a Nuuestro Padre Jesús y esta dura siete horas y después hubo varias procesiones. Tomás de Morla las prohíbe dado que había aumentado el número de contagios. Las muertes van en aumento y los hospitales comienzan a llenarse. Joaquín de Parias, de la Real Sociedad de Sevilla, se decide que pase a Cádiz con el fin de hacer un examen de la epidemia. Los doctores Gonzalo J. de Vilches y José Queraltó aconsejan dividir Cádiz por barrios, asignándose cinco de ellos a Parias y cuatro a cada uno de los doctores Salvarresa, Sabater y Aréjula, del Colegio de Cirujanos de la Armada. El día 26 se convoca una Junta, pasándose invitación al Colegio de Cirugía, asistiendo Aréjula y se aprueba que los fallecidos fueran enterrados en Extramuros, que en realidad se estaba haciendo desde el día 18.
Pedro María González escribe: Las Iglesias no podían recibir ni enterrar tantos cadáveres como se les presentaban; no se oye hablar sino de enfermedad y de muerte; el pueblo se constricta, el terror se apodera de todos. A finales de agosto, la epidemia había alcanzado los barrios del Rosario, San Andrés, San Lorenzo y La Viña.
Los pueblos vecinos cortan las comunicaciones con Cádiz y se establece un cordón sanitario. En septiembre empeora la situación y el día 9 de este mes, la Armada pone en funcionamiento el Hospital provisional de la Segunda Aguada. El día 23 se consulta a los médicos de Gibraltar quienes manifiestan que esta enfermedad es de naturaleza contagiosa, biliosa y remitente, parecida a la fiebre amarilla de Filadelfia. Aconsejan a los médicos de Cádiz utilizar para su tratamiento el Tratado del Dr. Rush. En octubre, el mal se había extendido a las poblaciones vecinas.
El 25 de septiembre el Gobierno de Madrid había designado una comisión de cinco médicos y obliga a cada municipio formar su propia Junta de Sanidad. Los cinco facultativos comisionados eran: José Queraltó, director de la Real Junta y de los Reales Hospitales del Ejército, Marina, y demás pueblos de Andalucía. Alfonso de María, médico de Puerto Real. José Sala, catedrático sustituto del Real Colegio de Barcelona. Ramón Sarrais, vicerrector del Real Colegio de Madrid. Ambrosio Lorite, inspector de epidemias. La sede de esta junta estuvo en Carmona. Se nombra al intendente de Marina Juan Soler, director general de lazaretos y hospitales para afectados por la enfermedad.
El 12 de noviembre se da por terminada la epidemia, aunque durante este mes hubo bastantes muertes. Fueron activados todos los hospitales disponibles de la ciudad.


Vista del Puerto de Cádiz en el siglo XIX. J. Laurent. Caja de Ahorros de Cádiz.



HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS 
Había nacido en 1598 como “hospitalillo de la caridad” y se llamó de La Misericordia, estando a cargo de el los Hermanos Hospitalarios. Habla de este centro benéfico Fray Jerónimo de la Concepción y el historiador Horozco escribe: Solamente ay un hospital que se titula de la Misericordia. Curasen en el los heridos i toda suerte de enfermos de la ciudad, de las naos, con el cuidado i regalo que el enfermo puede desear…
Juan Manuel Aréjula destaca la labor asistencial durante la epidemia de Fray Juan de Acosta, al que le llamó poderosamente la atención las hemorragias considerables de los enfermos, “del pecho” y por “la boca”.

HOSPITAL NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN O DE MUJERES 
En el año 1634 la beata Antonia de la Cruz con sus terciarias carmelitanas atendía a enfermos en una casa del barrio del Pópulo. Un ilustre miembro de la región vizcaína, el capitán Diego de Aguirre, otorgó su testamento en Cádiz y con ello se compró la capilla de los vizcaínos. Posteriormente se compró unas casas en la  calle de la Carnicera del Rey. Fray Jerónimo de la Concepción cuenta que con limosnas de los gaditanos, en 1657, se dispuso de Iglesia y Hospital bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Pero con el tiempo el hospitalillo instalado en la calle Columela se haría insuficiente y pudo obtenerse un solar frente a la calle de la Cuna  

REAL HOSPITAL DE MARINA
La Armada se había hecho cargo del edificio en 1718. En 1773 contaba en el piso de abajo con las salas de La Cruz, La Encarnación, San Joaquín, Santa Ana, San Pedro, San Andrés, San Miguel, San Luis, Santiago y San Francisco. En la parte alta estaban las salas de Cruz, de la Concepción, Soledad, Encarnación, Ángel y Rosario, San José, San Fernando, de Cadetes, San Antonio, San Julián, San Diego y San Elías. En total eran 22 salas disponibles y los enfermos eran atendidos por profesores y alumno del Colegio de Cirugía.1

HOSPITAL DE LA SEGUNDA AGUADA
En 1793 la Armada había alquilado 12 almacenes fabricados en piedra, en la Segunda Aguada, con el fin de conseguir 12 salas de hospital en donde poder albergar unos 623 enfermos. Estaba próximo a la bahía y no había edificios inmediatos que impidieran la buena ventilación. Los convalecientes podrían tener aire libre y saludable. Al principio contó con 30 habitaciones, un cuerpo de guardia, una capilla y una oficina. Las salas eran las de Jesús y María, Concepción, Carmen, Rosario, Dolores, San Gabriel, San Rafael, San Miguel, Santo Ángel, San Bernardo, San José, San Pedro, San Pablo, Santiago Mayor, Santiago Menor, San Felipe, Santo Tomás, San Matías, San Andrés, San Bartolomé, San Julián Apóstol, San Simón, San Justo, San Marcos, San Mateos, San Lucas, San Fernando, San Carlos, y San Luis. El número de camas en cada una de estas salas oscilaba entre 12 y 56.2




 Real Hospital de Marina de Cádiz. Fotograbado. 
S. Clavijo. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en la Marina de Guerra de España. p.228

Hay discrepancia sobre la cifra de victimas. Aréjula calcula que fue entre más de 7.000 a 10.0000. Según Villalba hubo 48.688 enfermos, con la cifra de 7.292 muertos. Se observó que la enfermedad respetó en general a los mayores de 40 años y ello pudo ser debido a que era una población ya inmunizada en la epidemia anterior de 1764.
En cuanto a las incidencias en los hospitales nos vamos a encontrar que según Aréjula fue la siguiente:
En el Hospital de San Juan de Dios ingresaron 2.107 enfermos de los que fallecieron 1.029, lo que representa el porcentaje de fallecidos un 48,8%
En el Hospital de Mujeres Nuestra Señora del Carmen, ingresaron 430 enfermos de los que fallecieron 264, siendo el porcentaje de fallecidos del 61,4%.
En el Hospital Real de Marina ingresaron 4.205 enfermos y hubo 1.808 muertes, lo que representa un porcentaje del 43%.
En el Hospital provisional de Marina de la Segunda Aguada, ingresaron 621 enfermos de los que murieron 255, representando estas muertes un porcentaje del 41%.3
Ante la magnitud de la epidemia hubo falta de facultativos en la población y también en los hospitales de Marina. Fueron victimas de la epidemia profesores y colegiales del Colegio de Cirujanos. Así como primeros y segundos cirujanos.

Cirujanos y alumnos fallecidos.
Cirujano Mayor Domingo Vidal. Director del Colegio.
Catedrático de Botánica Francisco de Arjona.
Primer cirujano Diego Granados. Del Hospital de la Segunda Aguada.
Segundos cirujanos: Miguel Alonso Jordán. Joaquín Macías. Francisco Mayol.
Colegiales: Francisco Catalá. Antonio Ramos. Nicolás de Ostos. José M. López Mora. Manuel Roballo. Diego García. Francisco Puente. Diego Quintero. Alonso Abilés. Enrique Campos. Antonio Tomás. Cristóbal León Garabino. Pedro Baro. Miguel Fernández Reguera. José García Rebollo. Juan Romo. Francisco Botes. Ignacio Azoí. Felipe Nieto. Juan José Zamora. Diego Rincón. Antonio Bausa. Joaquín Fernández.
Padecieron la enfermedad y se curaron.
José Sabater. Cirujano mayor.
Segundos cirujanos: Pedro Gutiérrez. Pedro Romero. Andrés Fernández.
Médico. José Rivero.4

1).S. Clavijo y Clavijo. La trayectoria hospitalaria de la Armada española, p. 73.
2).S. Clavijo y Clavijo. La trayectoria hospitalaria de la Armada española, p.82.
3) J.M. Blanco Villero. Salud y enfermedad, p. 122.
4).S. Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, p. 227.  



BIBLIOGRAFÍA.

BLANCO VILLERO, J. “Sinopsis de la epidemia de Fiebre Amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia con una referencia a Sevilla y Filadelfia”. Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica Sanitaria de un Bicentenario. José M. Blanco Villero y Juan M. García-Cubillana de la Cruz (eds.). UCA, Sílex Ediciones. Madrid, 2013.
CLAVIJO Y CLAVIJO, S. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada. Topografía de Fernando Espín Peña. San Fernando, 1925.
CLAVIJO Y CLAVIJO, S. La trayectoria hospitalaria de la Armada española. Editorial Naval. Madrid, 1944.
ROCA NÚÑEZ, J.B. Los otros de Trafalgar. Publicaciones del Sur Editores. Sevilla, 2011.

HOSPITAL DE MUJERES DE CÁDIZ. Biografías de mujeres andaluzas, historiamujeres.es.




Real Colegio de Cirugía de la Armada en Cádiz. Fachada y puerta principal. Fotograbado. 
S. Clavijo. Histroria del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, p.129.






























































































































































































































































































































HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS


Había nacido en 1598 como “hospitalillo de la caridad” y se llamó de La Misericordia, estando a cargo de el los Hermanos Hospitalarios. Habla de este centro benéfico Fray Jerónimo de la Concepción y el historiador Horozco escribe: Solamente ay un hospital que se titula de la Misericordia. Curasen en el los heridos i toda suerte de enfermos de la ciudad, de las naos, con el cuidado i regalo que el enfermo puede desear…

Juan Manuel Aréjula destaca la labor asistencial durante la epidemia de Fray Juan de Acosta, al que le llamó poderosamente la atención las hemorragias considerables de los enfermos, “del pecho” y por “la boca”.


HOSPITAL NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN O DE MUJERES


En el año 1634 la beata Antonia de la Cruz con sus terciarias carmelitanas atendía a enfermos en una casa del barrio del Pópulo. Un ilustre miembro de la región vizcaína, el capitán Diego de Aguirre, otorgó su testamento en Cádiz y con ello se compró la capilla de los vizcaínos. Posteriormente se compró unas casas en la  calle de la Carnicera del Rey. Fray Jerónimo de la Concepción cuenta que con limosnas de los gaditanos, en 1657, se dispuso de Iglesia y Hospital bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Pero con el tiempo el hospitalillo instalado en la calle Columela se haría insuficiente y pudo obtenerse un solar frente a la calle de la Cuna  


REAL HOSPITAL DE MARINA


La Armada se había hecho cargo del edificio en 1718. En 1773 contaba en el piso de abajo con las salas de La Cruz, La Encarnación, San Joaquín, Santa Ana, San Pedro, San Andrés, San Miguel, San Luis, Santiago y San Francisco. En la parte alta estaban las salas de Cruz, de la Concepción, Soledad, Encarnación, Ángel y Rosario, San José, San Fernando, de Cadetes, San Antonio, San Julián, San Diego y San Elías. En total eran 22 salas disponibles y los enfermos eran atendidos por profesores y alumno del Colegio de Cirugía.1


HOSPITALPROVISIONAL DE LA SEGUNDA AGUADA


En 1793 la Armada había alquilado 12 almacenes fabricados en piedra, en la Segunda Aguada, con el fin de conseguir 12 salas de hospital en donde poder albergar unos 623 enfermos. Estaba próximo a la bahía y no había edificios inmediatos que impidieran la buena ventilación. Los convalecientes podrían tener aire libre y saludable. Al principio contó con 30 habitaciones, un cuerpo de guardia, una capilla y una oficina. Las salas eran las de Jesús y María, Concepción, Carmen, Rosario, Dolores, San Gabriel, San Rafael, San Miguel, Santo Ángel, San Bernardo, San José, San Pedro, San Pablo, Santiago Mayor, Santiago Menor, San Felipe, Santo Tomás, San Matías, San Andrés, San Bartolomé, San Julián Apóstol, San Simón, San Justo, San Marcos, San Mateos, San Lucas, San Fernando, San Carlos, y San Luis.2 El número de camas en cada una de estas salas oscilaba entre 12 y 56.2

Hay discrepancia sobre la cifra de victimas. Aréjula calcula que fue entre más de 7.000 a 10.0000. Según Villalba hubo 48.688 enfermos, con la cifra de 7.292 muertos. Se observó que la enfermedad respetó en general a los mayores de 40 años y ello pudo ser debido a que era una población ya inmunizada en la epidemia anterior de 1764.

En cuanto a las incidencias en los hospitales nos vamos a encontrar que según Aréjula fue la siguiente:

En el Hospital de San Juan de Dios ingresaron 2.107 enfermos de los que fallecieron 1.029, lo que representa el porcentaje de fallecidos un 48,8%

En el Hospital de Mujeres Nuestra Señora del Carmen ingresaron 430 enfermos de los que fallecieron 264, siendo el porcentaje de fallecidos del 61,4%.

En el Hospital Real de Marina ingresaron 4.205 enfermos y hubo 1.808 muertes, lo que representa un porcentaje del 43%.

En el Hospital provisional de Marina de la Segunda Aguada ingresaron 621 enfermos de los que murieron 255, representando estas muertes un porcentaje del 41%.3

Ante la magnitud de la epidemia hubo falta de facultativos en la población y también en los hospitales de Marina. Fueron victimas de la epidemia profesores y colegiales del Colegio de Cirujanos. Así como primeros y segundos cirujanos.


Cirujanos y alumnos fallecidos.

Cirujano Mayor Domingo Vidal. Director del Colegio.

Catedrático de Botánica Francisco de Arjona.

Primer cirujano Diego Granados. Del Hospital de la Segunda Aguada.

Segundos cirujanos: Miguel Alonso Jordán. Joaquín Macías. Francisco Mayol.

Colegiales: Francisco Catalá. Antonio Ramos. Nicolás de Ostos. José M. López Mora. Manuel Roballo. Diego García. Francisco Puente. Diego Quintero. Alonso Abilés. Enrique Campos. Antonio Tomás. Cristóbal León Garabino. Pedro Baro. Miguel Fernández Reguera. José García Rebollo. Juan Romo. Francisco Botes. Ignacio Azoí. Felipe Nieto. Juan José Zamora. Diego Rincón. Antonio Bausa. Joaquín Fernández.

Padecieron la enfermedad y se curaron.

José Sabater. Cirujano mayor.

Segundos cirujanos: Pedro Gutiérrez. Pedro Romero. Andrés Fernández.

Médico. José Rivero.4

1). Clavijo y Clavijo. La trayectoria hospitalaria de la Armada española, p. 73.

2). Clavijo y Clavijo. La trayectoria hospitalaria de la Armada española, p.82.

3) Blanco Villero. Salud y enfermedad, p. 122.

4). Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, p. 227.  





BIBLIOGRAFÍA.


BLANCO VILLERO, J. “Sinopsis de la epidemia de Fiebre Amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia con una referencia a Sevilla y Filadelfia”. Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica Sanitaria de un Bicentenario. José M. Blanco Villero y Juan M. García-Cubillana de la Cruz (eds.). UCA, Sílex ediciones. Madrid, 2013.

CLAVIJO Y CLAVIJO, S. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada. Topografía de Fernando Espín Peña. San Fernando, 1925.

CLAVIJO Y CLAVIJO, S. La trayectoria hospitalaria de la Armada española. Editorial Naval. Madrid, 1944.

ROCA NÚÑEZ, J.B. Los otros de Trafalgar. Publicaciones del Sur Editores. Sevilla, 2011.

HOSPITAL DE MUJERES DE CÁDIZ. Biografías de mujeres andaluzas, historiamujeres.es.