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lunes, 18 de mayo de 2020

V. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA




Estudio y reflexión sobre la epidemia de Cádiz de 1800 según facultativos de la época

Pedro María González Gutiérrez nace en la localidad de Osuna, provincia de Sevilla, el 26 de abril de 1764. Ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la Armada, en Cádiz, el 1 de abril de 1781, finalizando sus estudios el 7 de noviembre de 1786, año en que es nombrado primer cirujano como premio. Pasa al Departamento de Ferrol para embarcar en el navío San Sebastián, para pasar más tarde a la fragata Perpetua y después a la corbeta Atrevida, con la que da la vuelta al mundo en la expedición de Malaspina, en un viaje que duró 5 años y 3 meses. En el mes de agosto de 1797 emprende un viaje a Turquía, el cual dura 2 años y medio, siendo apresado por los ingleses en Mahón a su vuelta a España. El 15 de marzo de 1799, le concedió el Rey goces y haberes de los sustitutos a cátedras y la ocupación de la primera plaza que quedara vacante. El 17 de mayo de 1804 se le concede los honores de Maestro Consultor, en premio a haber concluido la obra que se le encargó, titulada Tratado de las enfermedades de la gente de mar, escrita en colaboración con Francisco Flores Moreno, confirmándosele en  este cargo y como ayudante de cirujano mayor, el 9 de mayo de 1805, ocupando la cátedra de Fisiología e Higiene.1
Posiblemente, en 1801 goza de la autorización para presentar la obra titulada Disertación Médica sobre la calentura maligna contagiosa que reynó en Cádiz el año de 1800: medios más adecuados para preservarse de ella, y de otras enfermedades contagiosas y pestilentes.2
La obra es autorizada por la Junta Gubernativa Escolástica, celebrada un 12 de marzo, y la firma Carlos Francisco Ameller. En la introducción; Pedro María hace un bosquejo histórico de otras calamidades de idénticas características, sufridas por la población de Cádiz. Le sigue la primera parte y en una primera sección habla de como comenzó la epidemia y como avanzó. El panorama que presentaba la ciudad y las medidas que se adoptaron.
En una segunda sección se refiere a las causas que la produjo, describiendo el entorno de la ciudad y dándole importancia al calor reinante como causa predisponente. Sospecha que la plaga pudo venir a bordo de algún buque procedente sobre todo de América septentrional y que pudiera haber sido transmitida por sus tripulantes, ropas o carga.
En la segunda parte, en su sección primera, se refiere al diagnostico de la enfermedad. Dice que en algunos casos parecía un “sinocal simple” mientras que en otros parecía del “género pútrido”, pero muchas veces podrían clasificarse de entrada de “carácter maligno”. Manifiesta que algunos enfermos comenzaban con dolores vagos o síntomas leves, mientras que otros caían de repente como “heridos por un rayo”, con frio intenso y dolores de cabeza y huesos. Describe un segundo periodo de la enfermedad con ictericia y hemorragias y le llamaba la atención que los cadáveres quedaban negros y amoratados, pero los que se recuperaban pasaban a un tercer periodo, el cual al principio era “turbulante” para ser después más tranquilo.
En la segunda sección se refiere al pronóstico y afirma que por lo común es malo y peligroso pues se trata de una enfermedad contagiosa y peligrosísima, pero si la fiebre remite en 24 horas es buen síntoma. No ocurre así si la enfermedad se presenta con malignidad entre el 3º y 4º día. Entonces, el pronóstico es funesto. Da importancia al estado de fuerza y expresión de la cara, mostrando su preocupación si esta aparece inmutada, oscura y lívida, con ojos tristes y llorosos. En este caso el pronóstico es muy malo. Como señales de muerte próxima señala el letargo e hipo.
La tercera parte y en su sección primera arranca con las medidas para procurar una curación. Hay que tranquilizar al paciente y favorecer el vómito, haciéndolo suavemente y sin el uso de eméticos. Excluye la sangría. Como bebida, aconseja el uso de limonada o naranjada ligera y como régimen alimenticio señala los caldos de pucheros, pan o agua de arroz, y en ocasiones un trago de vino. Si el enfermo experimente mejoría se pasará a alimentos más sólidos.
En la segunda sección considera la profilaxis o remedios preservativos. Reconoce que la enfermedad no es fácil identificar en muchos casos, así como su primitivo origen y naturaleza, aunque sospecha que pudiera estar relacionada con el aire y alimentos viciados. Habla de la importancia de evitar el contacto físico, bien de forma directa o mediante ropas u objetos del enfermo. Las Juntas de Sanidad deben velar por la salud pública y enviar a los enfermos sospechosos a lazaretos, quejándose del lazareto de Cádiz que considera no cumplir las condiciones requeridas, pues se estaba utilizando el lazareto provisional del Caserío de Infantes en la Isla de León, y una ciudad como Cádiz no disponía de un centro con finalidad específica.
Propone hacer hogueras para corregir la humedad de la atmósfera, pero si el aire es cálido y seco será necesario humedecerlo mediante riegos. En las calles y plazas no deben quedar aguas estancadas, teniendo que haber especial cuidado con las lagunas y pantanos de alrededor de la población.
Durante la calentura contagiosa hay que impedir que los vecinos del barrio infectado se comuniquen con los demás, mediante la colocación de vallas y montar guardias activas y vigilantes. Evitar el acúmulo de enfermos en habitaciones estrechas. Prohibir las concurrencias públicas; cerrando teatros y cafés, así como iglesias. No permitir procesiones y misas públicas.
Quemar ropas, muebles y enseres del enfermo, pero solo los señalados por los facultativos. Los cadáveres deben sacarse de las casas lo antes posible, mediante voluntarios. Abandonar la vivienda y hacer “sahumenos” o fumigaciones y después pueden repetirse si convienen. Si, abrirán puertas y ventanas para que el aire circule libremente.
Deber haber suficiente número de facultativos y boticas. Los médicos deben repartirse los barrios y evitarse los hospitales, siempre que se pueda, porque en caso de epidemias pueden ser nocivos.
Evitar el abuso de “cosas no naturales”, o sea de exceso de todo tipo, haciendo una dieta prudente y sana. Evitar el exceso de temperatura en las casas y renovar el aire mediante la ventilación. Evitar el miedo no fomentando, las conversaciones sobre el número de fallecidos. Si es factible, llevar a cabo el aislamiento domiciliario.
Si a pesar de todas estas precauciones, alguien de la familia enfermara, deberá siempre aislarse inmediatamente en lo más apartado de la casa y solo deberá tener contacto con el enfermo el asistente que lo cuida y el médico. Para los que manejan a los enfermos se aconseja los vestidos, guantes y zapatos de ule. Utilizar pomadas y aceites para cerrar los poros inhalantes, evitando así la absorción de las miasmas. Afirma que el ácido nítrico “destruye las miasmas en su origen” y recomienda el utilizar el sulfúrico para desinfectar muebles y ropas. El muriático que era el clorhídrico, lo aconseja utilizar en edificios grandes y hospitales.
Años más tarde, en 1824, el ilustre médico de Marina y ex colegial del Colegio de Cirugía Francisco Javier Laso de la Vega, asevera: nada podemos añadir relativo a la salubridad de Cádiz que no esté expuesto en la disertación publicada en 1801 por Don Pedro María González; en la Epidemiologia española, cuando habla de la epidemia de 1800.


 Disertación sobre la fiebre amarilla de Cádiz en 1800 hecha por Pedro Mª González. 
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p. 115.

Juan Manuel Aréjula nace en Lucena, en la provincia de Córdoba. Ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la Armada, en Cádiz, el día 7 de octubre de 1772. El 24 de abril de 1775 se le nombra practicante para la expedición frente a Argel. El 9 de mayo de 1776, es habilitado de segundo cirujano, embarcando en la fragata Libre para pasar más tarde por el navío San Miguel, destinado en Veracruz, fragata Santa Rosa y urca Anónima. En el navío Santo Domingo marcha a la Habana para regresar en el navío San Gabriel al Departamento de Cádiz, el 9 de enero de 1784. En el mes de octubre es comisionado a Paris y en mayo de 1787 asciende a primer cirujano. En 1789 en ayudante de cirujano mayor y profesor de química en el Colegio de Cirugía. En abril de 1793 se le encarga la enseñanza de Materia Médica y Botánica. En marzo de 1805 asciende a Vice director del Colegio y en 1806, la Junta Superior de Sanidad dispone que se encargue de narrar la enfermedad epidémica que padecieron los habitantes de Cádiz en 1800, de Medina Sidonia en 1801 y los de Málaga en 1803.3
La monografía se imprime por Real Orden en la Imprenta Real. Aréjula establece las diferencias entre fiebre amarilla y peste. Recoge todas las  informaciones meteorológicas posibles  hechas en Cádiz y en el Real Observatorio de Marina de la Isla de León. Hace un extracto que manifiesta el día de cada mes que ha subido más el termómetro. Considera que hay una disposición para contagiarse de la enfermedad, igual que ocurre con la viruela respecto a los individuos no vacunados. La enfermedad presentará signos regulares o bien irregulares y anómalos. Podrá haber signos patognomónicos y característicos de la fiebre amarilla.
Define la fiebre amarilla como una calentura per aguda, contagiosa, que invade de repente con escalofríos o frio, dolor de cabeza precisamente hacia la frente y sienes, de lomos, desazón incómoda, ó dolor en la boca superior del estómago, particularmente si se comprime esta parte, gran postración de fuerzas, sequedad de narices, y falta de saliva para poder escupir.
Piensa que debe haber la concurrencia de una causa remota o externa que son los contagios, una predisposición del sujeto y de la estación del año. Distingue cuatro periodos: 1º de contagio. 2º de invasión que es cuando se manifiestan las señales. 3º de estado, cuando decaen las fuerzas y el pulso. 4º de declinación, cuando se manifiestan las señales de mayor disolución y último abatimiento de fuerzas, y que arrastra a los enfermos hacia el sepulcro.
Habla de disecciones hechas a cadáveres de enfermos fallecidos por la enfermedad, ayudado por el Padre Fray Josef Martínez, doctor en cirugía y religioso de la Orden de San Juan de Dios.
Refiere que la enfermedad de Málaga de 1803 y 1804 fue más mortífera que la de Cádiz y Sevilla de 1800.
Al notar que había familias que pasaban ligeramente el mal y otras que morían a consecuencia de la enfermedad, pensó que sería útil que se inocularan los sujetos yendo a las casa de las primeras.



 Descripción de la fiebre amarilla de Cádiz, Medina Sidonia y Málaga. 
Presentada por Juan Manuel de Aréjula en 1806. 
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p.125.

Repercusión de la epidemia de 1800 de Cádiz en Europa
Wilhelm Heinrich Ludwig Borges hizo una traducción al alemán de la obra de Pedro María González, siendo esta obra consultada por Wilhelm Griesinger para escribir su Tratado de las enfermedades infecciosas.
En Francia, ante la gravedad de las noticias llegadas de España en el mes de noviembre de 1800, el ministro del interior francés envía una carta a la Escuela de Medicina de Montpellier con el fin de que una comisión médica del país vecino se traslade a España para recabar datos e información. La comisión estaba compuesta por los facultativos: Juan Nicolás Berthe, Pedro La Fue y Victor Brissonet. Llegan a Carmona, al cuartel general del marqués de la Solana, general de las tropas del cordón sanitario, y después, pasando por Sevilla, llegan por el Guadalquivir a Sanlúcar de Barrameda, y de esta localidad pasan a Chipiona y Puerto de Santa María. De esta última población parten para Cádiz, donde se ponen en contacto con los profesores del Colegio de Cirugía, entre ellos Salvarresa, Aréjula y Ameller. Tras pasar por Jerez y Utrera, en el mes de marzo regresan a Carmona.
1). Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 246-247.
2). Blanco Villero. Pedro María González Gutiérrez, pp. 41-42.
3). Clavijo y Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 245-246.

BIBLIOGRAFÍA
ARÉJULA DE, J.M. Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800, en Medinasidonia en 1801, en Málaga en 1803, y en esta misma plaza y varias otras del Reyno en 1804. Madrid en la Imprenta Real. Año de 1806.
BLANCO VILLERO, J.M. Pedro María González Gutiérrez. Vida y obra de un médico-cirujano de la Real Armada. Discurso de recepción como Académico de número. Cádiz, 29 de noviembre de 2007.
GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, P. Mª. Disertación médica sobre la calentura maligna contagiosa que reynó en Cádiz el año de 1800. Con licencia. Manuel Ximénez Carreño. Impresor del Gobierno. Calle Ancha. Cádiz.
IBÁÑEZ MARTÍ, C. “Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800. En Medinasidonia en 1801. En Málaga en 1803 y en Madrid y varias otras plazas del reino de España en 1804”. Historia de la Salud Pública y algo más 
 www. madrimasd.org.  21 de octubre de 2020.
 Cádiz. Puerta del Mar. Postal

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