Estudio y reflexión sobre la epidemia de Cádiz de 1800 según
facultativos de la época
Pedro María González Gutiérrez
nace en la localidad de Osuna, provincia de Sevilla, el 26 de abril de 1764. Ingresa
en el Real Colegio de Cirugía de la Armada, en Cádiz, el 1 de abril de 1781,
finalizando sus estudios el 7 de noviembre de 1786, año en que es nombrado
primer cirujano como premio. Pasa al Departamento de Ferrol para embarcar en el
navío San Sebastián, para pasar más
tarde a la fragata Perpetua y después
a la corbeta Atrevida, con la que da
la vuelta al mundo en la expedición de Malaspina, en un viaje que duró 5 años y
3 meses. En el mes de agosto de 1797 emprende un viaje a Turquía, el cual dura
2 años y medio, siendo apresado por los ingleses en Mahón a su vuelta a España.
El 15 de marzo de 1799, le concedió el Rey goces y haberes de los sustitutos a
cátedras y la ocupación de la primera plaza que quedara vacante. El 17 de mayo de
1804 se le concede los honores de Maestro Consultor, en premio a haber
concluido la obra que se le encargó, titulada Tratado de las enfermedades de la gente de mar, escrita en
colaboración con Francisco Flores Moreno, confirmándosele en este cargo y como ayudante de cirujano mayor,
el 9 de mayo de 1805, ocupando la cátedra de Fisiología e Higiene.1
Posiblemente, en 1801 goza de la
autorización para presentar la obra titulada Disertación Médica sobre la calentura maligna contagiosa que reynó en
Cádiz el año de 1800: medios más adecuados para preservarse de ella, y de otras
enfermedades contagiosas y pestilentes.2
La obra es autorizada por la
Junta Gubernativa Escolástica, celebrada un 12 de marzo, y la firma Carlos
Francisco Ameller. En la introducción; Pedro María hace un bosquejo histórico
de otras calamidades de idénticas características, sufridas por la población de
Cádiz. Le sigue la primera parte y en una primera sección habla de como comenzó
la epidemia y como avanzó. El panorama que presentaba la ciudad y las medidas
que se adoptaron.
En una segunda sección se refiere
a las causas que la produjo, describiendo el entorno de la ciudad y dándole
importancia al calor reinante como causa predisponente. Sospecha que la plaga
pudo venir a bordo de algún buque procedente sobre todo de América
septentrional y que pudiera haber sido transmitida por sus tripulantes, ropas o
carga.
En la segunda parte, en su
sección primera, se refiere al diagnostico de la enfermedad. Dice que en
algunos casos parecía un “sinocal simple” mientras que en otros parecía del
“género pútrido”, pero muchas veces podrían clasificarse de entrada de
“carácter maligno”. Manifiesta que algunos enfermos comenzaban con dolores
vagos o síntomas leves, mientras que otros caían de repente como “heridos por
un rayo”, con frio intenso y dolores de cabeza y huesos. Describe un segundo periodo
de la enfermedad con ictericia y hemorragias y le llamaba la atención que los
cadáveres quedaban negros y amoratados, pero los que se recuperaban pasaban a
un tercer periodo, el cual al principio era “turbulante” para ser después más
tranquilo.
En la segunda sección se refiere
al pronóstico y afirma que por lo común es malo y peligroso pues se trata de
una enfermedad contagiosa y peligrosísima, pero si la fiebre remite en 24 horas
es buen síntoma. No ocurre así si la enfermedad se presenta con malignidad
entre el 3º y 4º día. Entonces, el pronóstico es funesto. Da importancia al
estado de fuerza y expresión de la cara, mostrando su preocupación si esta
aparece inmutada, oscura y lívida, con ojos tristes y llorosos. En este caso el
pronóstico es muy malo. Como señales de muerte próxima señala el letargo e
hipo.
La tercera parte y en su sección
primera arranca con las medidas para procurar una curación. Hay que tranquilizar
al paciente y favorecer el vómito, haciéndolo suavemente y sin el uso de eméticos.
Excluye la sangría. Como bebida, aconseja el uso de limonada o naranjada ligera
y como régimen alimenticio señala los caldos de pucheros, pan o agua de arroz,
y en ocasiones un trago de vino. Si el enfermo experimente mejoría se pasará a
alimentos más sólidos.
En la segunda sección considera
la profilaxis o remedios preservativos. Reconoce que la enfermedad no es fácil
identificar en muchos casos, así como su primitivo origen y naturaleza, aunque
sospecha que pudiera estar relacionada con el aire y alimentos viciados. Habla
de la importancia de evitar el contacto físico, bien de forma directa o
mediante ropas u objetos del enfermo. Las Juntas de Sanidad deben velar por la salud
pública y enviar a los enfermos sospechosos a lazaretos, quejándose del
lazareto de Cádiz que considera no cumplir las condiciones requeridas, pues se
estaba utilizando el lazareto provisional del Caserío de Infantes en la Isla de
León, y una ciudad como Cádiz no disponía de un centro con finalidad específica.
Propone hacer hogueras para
corregir la humedad de la atmósfera, pero si el aire es cálido y seco será
necesario humedecerlo mediante riegos. En las calles y plazas no deben quedar
aguas estancadas, teniendo que haber especial cuidado con las lagunas y
pantanos de alrededor de la población.
Durante la calentura contagiosa
hay que impedir que los vecinos del barrio infectado se comuniquen con los
demás, mediante la colocación de vallas y montar guardias activas y vigilantes.
Evitar el acúmulo de enfermos en habitaciones estrechas. Prohibir las
concurrencias públicas; cerrando teatros y cafés, así como iglesias. No
permitir procesiones y misas públicas.
Quemar ropas, muebles y enseres
del enfermo, pero solo los señalados por los facultativos. Los cadáveres deben
sacarse de las casas lo antes posible, mediante voluntarios. Abandonar la
vivienda y hacer “sahumenos” o fumigaciones y después pueden repetirse si
convienen. Si, abrirán puertas y ventanas para que el aire circule libremente.
Deber haber suficiente número de
facultativos y boticas. Los médicos deben repartirse los barrios y evitarse los
hospitales, siempre que se pueda, porque en caso de epidemias pueden ser
nocivos.
Evitar el abuso de “cosas no naturales”,
o sea de exceso de todo tipo, haciendo una dieta prudente y sana. Evitar el
exceso de temperatura en las casas y renovar el aire mediante la ventilación.
Evitar el miedo no fomentando, las conversaciones sobre el número de
fallecidos. Si es factible, llevar a cabo el aislamiento domiciliario.
Si a pesar de todas estas
precauciones, alguien de la familia enfermara, deberá siempre aislarse
inmediatamente en lo más apartado de la casa y solo deberá tener contacto con
el enfermo el asistente que lo cuida y el médico. Para los que manejan a los
enfermos se aconseja los vestidos, guantes y zapatos de ule. Utilizar pomadas y
aceites para cerrar los poros inhalantes, evitando así la absorción de las
miasmas. Afirma que el ácido nítrico
“destruye las miasmas en su origen” y recomienda el utilizar el sulfúrico para
desinfectar muebles y ropas. El muriático que era el clorhídrico, lo aconseja
utilizar en edificios grandes y hospitales.
Años más tarde, en 1824, el
ilustre médico de Marina y ex colegial del Colegio de Cirugía Francisco Javier
Laso de la Vega, asevera: nada podemos
añadir relativo a la salubridad de Cádiz que no esté expuesto en la disertación
publicada en 1801 por Don Pedro María González; en la Epidemiologia española,
cuando habla de la epidemia de 1800.
Disertación sobre la fiebre amarilla de Cádiz en 1800 hecha por Pedro Mª González.
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p. 115.
Juan Manuel Aréjula nace en
Lucena, en la provincia de Córdoba. Ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la
Armada, en Cádiz, el día 7 de octubre de 1772. El 24 de abril de 1775 se le
nombra practicante para la expedición frente a Argel. El 9 de mayo de 1776, es
habilitado de segundo cirujano, embarcando en la fragata Libre para pasar más tarde por el navío San Miguel, destinado en Veracruz, fragata Santa Rosa y urca Anónima. En el navío Santo Domingo marcha a la Habana para
regresar en el navío San Gabriel al
Departamento de Cádiz, el 9 de enero de 1784. En el mes de octubre es
comisionado a Paris y en mayo de 1787 asciende a primer cirujano. En 1789 en
ayudante de cirujano mayor y profesor de química en el Colegio de Cirugía. En abril de
1793 se le encarga la enseñanza de Materia Médica y Botánica. En marzo de 1805
asciende a Vice director del Colegio y en 1806, la Junta Superior de Sanidad
dispone que se encargue de narrar la enfermedad epidémica que padecieron los
habitantes de Cádiz en 1800, de Medina Sidonia en 1801 y los de Málaga en 1803.3
La monografía se imprime por Real
Orden en la Imprenta Real. Aréjula establece las diferencias entre fiebre
amarilla y peste. Recoge todas las
informaciones meteorológicas posibles
hechas en Cádiz y en el Real Observatorio de Marina de la Isla de León.
Hace un extracto que manifiesta el día de cada mes que ha subido más el
termómetro. Considera que hay una disposición para contagiarse de la
enfermedad, igual que ocurre con la viruela respecto a los individuos no
vacunados. La enfermedad presentará signos regulares o bien irregulares y
anómalos. Podrá haber signos patognomónicos y característicos de la fiebre
amarilla.
Define la fiebre amarilla como una calentura per aguda, contagiosa, que
invade de repente con escalofríos o frio, dolor de cabeza precisamente hacia la
frente y sienes, de lomos, desazón incómoda, ó dolor en la boca superior del
estómago, particularmente si se comprime esta parte, gran postración de
fuerzas, sequedad de narices, y falta de saliva para poder escupir.
Piensa que debe haber la
concurrencia de una causa remota o externa que son los contagios, una
predisposición del sujeto y de la estación del año. Distingue cuatro periodos:
1º de contagio. 2º de invasión que es cuando se manifiestan las señales. 3º de estado,
cuando decaen las fuerzas y el pulso. 4º de declinación, cuando se manifiestan
las señales de mayor disolución y último abatimiento de fuerzas, y que arrastra
a los enfermos hacia el sepulcro.
Habla de disecciones hechas a
cadáveres de enfermos fallecidos por la enfermedad, ayudado por el Padre Fray
Josef Martínez, doctor en cirugía y religioso de la Orden de San Juan de Dios.
Refiere que la enfermedad de
Málaga de 1803 y 1804 fue más mortífera que la de Cádiz y Sevilla de 1800.
Al notar que había familias que
pasaban ligeramente el mal y otras que morían a consecuencia de la enfermedad,
pensó que sería útil que se inocularan los sujetos yendo a las casa de las
primeras.
Descripción de la fiebre amarilla de Cádiz, Medina Sidonia y Málaga.
Presentada por Juan Manuel de Aréjula en 1806.
J.M. Blanco. "Sinopsis de la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia", p.125.
Repercusión de la epidemia de 1800 de Cádiz en Europa
Wilhelm Heinrich Ludwig Borges
hizo una traducción al alemán de la obra de Pedro María González, siendo esta
obra consultada por Wilhelm Griesinger para escribir su Tratado de las enfermedades infecciosas.
En Francia, ante la gravedad de
las noticias llegadas de España en el mes de noviembre de 1800, el ministro del
interior francés envía una carta a la Escuela de Medicina de Montpellier con el
fin de que una comisión médica del país vecino se traslade a España para
recabar datos e información. La comisión estaba compuesta por los facultativos:
Juan Nicolás Berthe, Pedro La Fue y Victor Brissonet. Llegan a Carmona, al
cuartel general del marqués de la Solana, general de las tropas del cordón
sanitario, y después, pasando por Sevilla, llegan por el Guadalquivir a Sanlúcar de
Barrameda, y de esta localidad pasan a Chipiona y Puerto de Santa María. De
esta última población parten para Cádiz, donde se ponen en contacto con los
profesores del Colegio de Cirugía, entre ellos Salvarresa, Aréjula y Ameller.
Tras pasar por Jerez y Utrera, en el mes de marzo regresan a Carmona.
1). Clavijo y Clavijo. Historia
del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 246-247.
2). Blanco Villero. Pedro María
González Gutiérrez, pp. 41-42.
3). Clavijo y Clavijo. Historia
del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, pp. 245-246.
BIBLIOGRAFÍA
ARÉJULA DE, J.M. Breve descripción de la fiebre amarilla
padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800, en Medinasidonia en 1801, en
Málaga en 1803, y en esta misma plaza y varias otras del Reyno en 1804.
Madrid en la Imprenta Real. Año de 1806.
BLANCO VILLERO, J.M. Pedro María González Gutiérrez. Vida y obra
de un médico-cirujano de la Real Armada. Discurso de recepción como
Académico de número. Cádiz, 29 de noviembre de 2007.
GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, P. Mª. Disertación médica sobre la calentura
maligna contagiosa que reynó en Cádiz el año de 1800. Con licencia. Manuel
Ximénez Carreño. Impresor del Gobierno. Calle Ancha. Cádiz.
IBÁÑEZ MARTÍ, C. “Breve
descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en
1800. En Medinasidonia en 1801. En Málaga en 1803 y en Madrid y varias otras
plazas del reino de España en 1804”. Historia de la Salud Pública y algo más
Cádiz. Puerta del Mar. Postal
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