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lunes, 27 de abril de 2020

II. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA



Historia de la fiebre amarilla

Se le conoce también con los nombres de “vómito negro” y “plaga americana", entre otros varios. Es una enfermedad infecciosa, zoonótica viral y aguda. El agente causal es el virus de la Fiebre Amarilla que se transmite principalmente por mosquitos de los géneros Aedes y Haemagogus, aunque también pueden intervenir otras especies. La enfermedad es endémica en áreas subtropicales y tropicales de África y Sudamérica.
Puede presentarse como enfermedad febril y leve o con síntomas y signos muy graves, en las formas hemorrágica y hepática. Fiebre amarilla significa enfermedad febril con ictericia. Para algunos investigadores fue transmitida a humanos por primates en el África oriental o central y de allí pasó al África occidental. Con el tráfico de esclavos pasó a América.
En África, los nativos habían desarrollado cierta inmunidad y la enfermedad era más leve. En cambio, los colonos europeos en aquel continente y los americanos en su territorio, sufrieron los efectos mortíferos de esta enfermedad. Fueron importantes las epidemias de Barbados, en el Caribe, de 1647 y la de Filadelfia, en América del Norte, de 1793.
Durante mucho tiempo fue un misterio el como se transmitía esta enfermedad hasta que el médico cubano Carlos Juan Finlay, en 1881, reafirmándose en la sugerencia que había hecho con anterioridad el médico y cirujano estadounidense Josiah Clark Nott, manifestó el papel del mosquito Aedes en la transmisión. Hemos de añadir que en 1821 el célebre cirujano y anatomista español Antonio Gimbernat había propuesto luchar contra los insectos nocturnos como posibles conductores de las enfermedades infecciosas.
Hubo varios intentos para descubrir una vacuna eficaz. El Instituto Pasteur, a comienzos del siglo XX, con la cepa francesa del virus obtuvo una vacuna que se aplicaba por escarificación pero tenía complicaciones sistémicas y neurológicas graves. En 1927, el Instituto Rockefeller desarrolló una vacuna con el suero de un africano llamado Asibi, quien había superado la enfermedad, pero el inconveniente era que había que emplear grandes cantidades de suero. No obstante, ambas vacunas fueron empleadas. En 1937, Max Theiler, virólogo sudafricano, de ascendencia suiza y residente en Estados Unidos, trabajando con la Fundación Rockefeller, logró mejorar la vacuna de la cepa Asibi, obteniendo una mutación del virus atenuado que le llevó a la cepa 17 D, la cual tuvo notable éxito en 1939.
Aunque la enfermedad, afortunadamente, ha sido erradicada en gran parte del mundo, en zonas de riesgo de África y Sudamérica tiene sus efectos mortales y la O.M.S. estima que en poblaciones no vacunadas son contagiadas unas 200.000 personas al año y de ellos mueren unos 30.000.
Parece ser que el termino de fiebre amarilla, para algunos, fue empleado por primera vez por el naturalista Reverendo Griffith Hughes en su obra titulada Natural History of Barbados, mientras otros piensan que fue el médico portugués Juan Ferreyra de la Rosa, refiriéndose a la epidemia de Olinda en Pernambuco (Brasil) de 1687 a 1694. En cuanto al origen de esta enfermedad existen dos teorías. Unos piensan que tiene un origen americano y se basan en textos precolombinos, en los libros sagrados de los mayas, quienes la describen como “vómito de sangre “y ello estaría fechado entre 1480 a 1485. Otros defienden un origen africano y se basan en la biología molecular porque mientras las cepas americanas han perdido una parte de la secuencia del genoma del virus, no sucede lo mismo con las cepas africanas. Hemos de tener en cuenta que cuando Colón hace su tercer viaje en 1498, los españoles tocan la isla de Cabo Verde, zona endémica de Fiebre Amarilla. Los relatos dicen que tuvieron que salir de allí precipitadamente porque moría la dotación.
Anteriormente, en el año 1494, hay noticias de que una epidemia por esta enfermedad azotó La Española, afectándose primero los colonos españoles y posteriormente la población indígena. Finlay en “Apuntes sobre la historia de la fiebre amarilla”, afirma que la primera epidemia ocurrida entre los españoles fue en 1495, en La Isabela. En 1623, Aleixo de Abreu, médico portugués formado en la Universidad de Coímbra, autor del Tratado de las siete enfermedades, hace la primera descripción correcta de la afección y la designa como “Achaque do bicho” o “De la enfermedad del gusano”, basándose en que en las autopsias de los fallecidos encontraba siempre gusanos en los intestinos.
Pero a pesar de estas discrepancias sobre el origen de la enfermedad, podemos compaginar estas dos teorías de los comienzos americano y africano. De este modo, Claudio Delgado, médico e higienista cubano quien con Carlos Juan Finlay publicó la obra titulada La conquista de la fiebre amarilla, afirma que el agente productor de esta enfermedad ya existía en ambos continentes antes de la llegada de Colón a América. Pero el Aedes no existía en el continente americano y los brotes narrados en los códices indígenas serian selváticos. Los barcos negreros llevaron el Aedes al continente americano, pasando primero por las islas. El transporte del agente transmisor comprendería también el de sus huevos y larvas. Esta teoría es apoyada por autores anglosajones quienes consideran que las primeras epidemias ocurrieron en Barbados, Cuba, Guadalupe y México, entre 1644 y 1649.


 Indígena africano. Enciclopedía Cultutal Vox. Destino de los pueblos en el mundo de hoy. p11

Pero, al margen de estos conocimientos adquiridos a través de la experiencia marcada por la triste historia de la enfermedad, nos podemos preguntar que pensaban acerca de ella los facultativos de la época a la que nos vamos a referir, siglo XIX. Para ello nada mejor que tomar como referencia al ilustre médico de Marina y profesor del Colegio de Cirugía de la Armada en Cádiz Pedro María González quien en su obra titulada Tratado de las enfermedades de la gente de mar, publicada en 1805, en el capítulo XI de este libro se refiere a la Fiebre Amarilla. La designa como calentura pútrida, llamada por los ingleses amarilla, por los franceses enfermedad de Siam, y vómito prieto por los españoles.
Manifiesta que afecta a los recién llegados a la América e India, y a los países templados de Europa. Habla de la exposición prolongada al sol con cambio a los relentes nocturnos como una de las causas para contraer el mal. También el abuso de la “bebida espirituosa”. Asevera que es endémica en la América inglesa y lo mismo ocurre en Veracruz y Cartagena de Indias.
Continúa escribiendo: Nace en la estación cálida y se extingue cuando la atmósfera refresca. También afirma: La temperatura influye tanto sobre el mal, que en los días ardientes y sofocativos los enfermos empeoran, y la mortalidad es mayor, lo que sucede al contrario en los días templados y frescos.


Obra de Pedro María González. Tratado de las enfermedades de la gente de mar. 1805.



BIBLIOGRAFÍA

BLANCO VILLERO, J. “Sinopsis de la epidemia de Fiebre Amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia con una referencia a Sevilla y Filadelfia”. Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica Sanitaria de un Bicentenario. José M. Blanco Villero y Juan M. García-Cubillana de la Cruz (eds.). UCA, Sílex ediciones. Madrid, 2013.
GONZÁLEZ GUTÉRREZ, P. Mª. Tratado de las enfermedades de la gente de Mar. Madrid en la Imprenta Real. Año de 1805.
WIKIPEDIA. "Fiebre amarilla". wikipedia.org/wiki. 3 de abril de 2020.


Corbeta española. De la mar...Historicos Barcos y Marinas. Luis Bastarrica.

jueves, 23 de abril de 2020

I. APUNTES SOBRE LA FIEBRE AMARILLA EN CÁDIZ Y SU PROVINCIA


 Epidemias y Pandemias

 La Humanidad a lo largo de su historia ha sufrido el efecto desbastador de enfermedades graves de fácil transmisión y evolución fatal. La Medicina en numerosas ocasiones se ha visto impotente para encontrar remedio adecuado. 
En la Edad Antigua aparece la lepra como enfermedad bíblica y de cierto aire sagrado en el hinduismo. Otras enfermedades como la tuberculosis y el cólera son conocidas en los tiempos de Hipócrates y Galeno.
En la Edad Media las principales enfermedades epidémicas son la peste y la lepra.
En la Edad Moderna, en los siglos XVI y XVII, predominan el tifus, difteria y sífilis. En el siglo XVIII; paludismo, viruela, sarampión, fiebre amarilla y dengue.
En la Edad Contemporánea, en el siglo XIX; fiebre amarilla, cólera y tuberculosis. En el siglo XX, podemos decir que es la era de los virus. Destacan las epidemias de gripe de los años 1918, 1957 y 1968. La poliomielitis, sida y aparición del ébola. En lo que llevamos de siglo XXI, han aparecido el Síndrome Respiratorio Agudo Severo, ocasionado por un coronavirus, la gripe A, zika, ébola y por último el COVID-19.
Especial recordatorio para la enfermedad producida por el virus del Ébola, descubierto en 1976 en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo y que en el periodo de 2014 a 2016 ha producido importantes brotes en el África Occidental. Precisamente en 2014 fueron víctimas de la enfermedad los misioneros españoles de la Orden de San Juan de Dios Miguel Pajares y Manuel García Viejo, mientras que la auxiliar de enfermería María Teresa Romero Ramos quien había atendido a este último en el Hospital Carlos III de Madrid, superó la infección con éxito.
Desde luego, no todas las enfermedades infectocontagiosas ofrecen igual grado de peligrosidad y las consecuencias humanas, sociales y económicas no son las mismas en todos los casos. No obstante, en muchos de ellos ha aparecido un grave peligro para la continuidad de la vida cotidiana, tanto como por la afectación masiva de la población como por la gravedad de la evolución de los males que han producido un gran número de muertes. Llegan los métodos de inmunización activa y el uso de los antibióticos y se produce un gran alivio. Pero a pesar de ello, en nuestros días continua siendo una grave preocupación la existencia de algunas de estas enfermedades en muchos paises subdesaroolados, así como la aparición de otras nuevas en los paises de más alto nivel. 

Vestimenta utilizada por los  médicos en las epidemias durante el siglo XVII. Carreras Panchón. Miasmas y Retrovirus, p.34.  
Cádiz a principios del siglo XIX

La ciudad está fuertemente amurallada y tiene una serie de fortalezas distribuidas por su perímetro que forman los frentes de “Tierra”, de “La Caleta”, de “Poniente”, y de “La Bahía”. Los baluartes de San Roque, Santa Elena, Santiago, La Alhóndiga o de los Negros, Santa Cruz, San Antonio, San Felipe, Soledad, Bonete, La Candelaria, San Pedro, San Pablo o del Orejón, Santa Catalina, Los Mártires, Batería de Capuchinos, Matadero, Batería de Peñuelas. La ciudad cuenta con cuatro puertas que son: “Puerta del Mar”, “Puerta de Sevilla”, “Puerta de la Caleta” y “Puerta de San Sebastián”. Dos castillos; de “San Sebastián” y “Santa Catalina”
Cádiz era una autentica ciudad andaluza y sus viviendas tenían patios amplios con corredores abiertos. Debido al comercio marítimo, muchas de las casa de los comerciantes se encontraban dotadas de miradores que servían de punto de observación de la flota mercante que se aproximaba al puerto.
Contaba la ciudad con las parroquias de Santa Cruz, Rosario, Santiago, San Lorenzo, San Antonio y San José y con los barrios de Cruz de la Verdad, San Antonio y Bendición de Dios, San Roque y Boquete, Nuevo de Santa Cruz, Nuevo Mundo, Angustias y San Carlos, Santa María y Merced, Ave María, Rosario, Santiago, San Lorenzo, Capuchinos, Cuna, Viña, San Felipe Neri, Pilar, y Candelaria.
Las calles estaban pavimentadas con adoquines y las aceras tenían grandes lozas. La calle Ancha era el centro aristocrático y del paseo, donde se reunían políticos, literatos, oficiales del ejército y de la marina y los profesores y alumnos del Colegio de Cirugía, entre otros.
La calle Nueva era el centro comercial y otras calles destacadas eran la de San Francisco, La Carne, La Pelota, y la de Cobos. Ellas constituían lugares de comercio menor. La calle de San Juan de Andas era el centro de la moda.
La plaza más destacada era la de San Juan de Dios, con mucho arbolado y bancos. Se realizaba en ella los desfiles militares y festejos. Tenia numerosas tiendas y fondas con el fin de alojar a transeúntes, la mayoría de ellos relacionados con el tráfico marítimo. Al fondo se encuentra el Ayuntamiento.
Le seguían en importancia la plaza de San Fernando, con un mercado, y a veces se celebraba en ella conciertos. La plaza de Santa Cruz de la Verdad o del Mentidero, con una cruz en el centro. Menos interesantes eran las plazas de San Francisco, San Agustín, Cancelaría, Descalzas, Palillero, Gaspar del Pino, Tablas y Viudas, Nieves, y Cuatro Torres. En estas dos últimas había consignatarios y consulados.1
La zona de extramuros se encontraba ocupada casi en su totalidad por numerosas huertas y desde finales del siglo XVIII se había constituido en una zona de recreo, con casa de campo de familias acomodadas. Había un camino al final que conducida a la Isla de León, llamado del Arrecife, y en el se habían instalados tabernas y ventas, las cuales eran frecuentadas por los excursionistas.
Los comerciantes acomodados vivían en el casco de la ciudad y en sus amplias viviendas, en el piso de abajo se encontraban las oficinas y almacenes, mientras que en el patio se embalaban las mercancías. La gente más humilde vivía en casas de vecinos, con habitaciones alineadas alrededor de un patio.
Con el tiempo, a la población primitiva se le habían unido montañeses y vascos y más tarde aparecieron genoveses, flamencos y portugueses. A principios del siglo XIX los habitantes extranjeros eran: franceses, ingleses, irlandeses, bátavos, daneses, suecos, alemanes, griegos, turcos, malteses, italianos, helvéticos, sardos, moros, guineos, portugueses, americanos, y chinos. La mayoría de ellos se había movido por el asunto del comercio. 2
Debido a la distinta procedencia había gente de distinto credo, siendo mayoritaria la religión católica. También habían numerosas órdenes religiosas: Dominicos, franciscanos descalzos, mercedarios descalzos, capuchinos, carmelitas descalzos, hermanos de San Juan de Dios, filipenses y agustinos. Estaban los conventos de monjas de Santa María, agustinas candelarias y franciscanas descalzas. El clero secular era también muy numeroso.
Existan casa de comercio extranjeras, fundamentalmente genovesas, francesas, inglesas, hamburguesas, holandesas y flamencas, y junto a ellas casas españolas. Existían casas aseguradoras. Había importantes navieras que poseían fragatas, bergantines y corbetas. También habían  embarcaciones menores como polacras, jábegas, jabeques, goletas, barcas, místicos, balandras, y lanchas. Ellas servirían para el transporte de mercancías menores y de pasajeros a lugares próximos de la costa y para la pesca.
Se comercializaba con el extranjero, sobre todo con Cuba, Guatemala, América del Norte, Filipinas, Rusia, Dinamarca, Holanda, Inglaterra, Italia y Francia. Había un amplio intercambio comercial con el resto de España y principal con Barcelona, Alcoy, Alicante, Extremadura, Granada y Málaga.
La ciudad contaba con cuatro hospitales: El de la Misericordia, regido por la Orden de San Juan de Dios. El de la Caridad u Hospicio de Santa Elena, a cargo de la Hermandad de la Caridad. El Hospital de Nuestra Señora del Carmen o "de Mujeres", dedicado a mujeres pobres y enfermas. Por último, el Hospital Real de Marina con el Colegio de Cirugía adjunto a el, y era el mejor dotado.
En 1802 había bastantes médicos, 74 hombres y 12 mujeres, pero sobre todo había muchos abogados y escribanos, debido al comercio. Había 68 boticarios. Los oficios más populares eran los de aguador y mozo de carga. Había 115 barberías y 34 peluquerías. A todo ello había que sumarle el personal militar, el cual se encontraba compuesto por distintos regimientos del Ejército, mientras que el Departamento Marítimo se había  trasladado a la Isla de León.
Especial mención tiene el Colegio de Cirugía de la Armada, creado en 1748 gracias al celo del cirujano mayor Pedro Virgili, utilizando como infraestructura el Hospital Real. El Colegio tendrá unos estatutos y existirá unas reglas para ingresar en el centro. Los alumnos y profesores utilizaran un uniforme con sus divisas. Hay un horario de estudios y un programa con numerosas asignaturas. En 1791 se había establecido la unión de la medicina y la cirugía y la carrera dura seis años. Habrá exámenes al finalizar cada curso, ante un tribunal presidido por el cirujano mayor y compuesto por profesores del Colegio. Al finalizar los estudios, el colegial obtendrá el título de cirujano latino. El Colegio tiene un Protomédico y un Cirujano Mayor, pero a partir de 1802 estos dos cargos se unen en la figura del Director. Todos son médicos-cirujanos. La Armada cuenta de este modo con el Colegio de Cirugía y el Hospital Real, anexo a este una capilla. Hay un jardín botánico con plantas medicinales y una botica, ambos en el recinto del edificio.
Debido a la hostilidad con Inglaterra, al principio, y luego con la Guerra de la Independencia, frente a Francia, van llegando tropas a la ciudad. Aparecen los regimientos de Irlanda, Zaragoza y Órdenes Militares y habrá que sumarle las Milicias Urbanas. Con el asedio francés llegará el ejército anglo-portugués y habrá que tener en cuenta los pontones para prisioneros franceses fondeados en la bahía.
La entrada y la salida de Cádiz, estaban protegidas tanto por mar como por tierra con fortificaciones como el Castillo de Puntales, Fuerte de Matagorda, del Trocadero y el de Fort Louis. Después se añadió el de La Cortadura. En cuanto a los cuarteles, la infantería se alojaba en Puerta Tierra, en recintos que formaban parte del muro, y se llamaban cuarteles de San Roque y Santa Elena, próximo a ellos la Plataforma de Santiago. Al otro lado de la ciudad, se encontraban el Cuartel de La Candelaria, Almacén general de Artillera y la Casa Pabellón de Ingenieros. Además, se utilizaron el Castillo de Santa Catalina y el Baluarte de los Mártires para alojar tropas. 

Plaza de Isabel II (Plaza de San Juan de Dios). Siglo XIX. Fotografía de J. Laurent. 
Caja de Ahorros de Cádiz.

La provincia de Cádiz

Situada a la entrada del Estrecho de Gibraltar, presenta una forma triangular. Se encuentra en el punto más meridional de Europa, limitada al Sur y al Oeste con el Mar Mediterráneo y Océano Atlántico y por el Norte y Este con las provincias andaluzas de Huelva, Sevilla y Málaga. La extensión total es de 7.385 Km cuadrados. Formando un triángulo al sur de Europa, aparece a caballo sobre África. Ofrece una gran diversidad geográfica y han pasado por ella distintas civilizaciones a lo largo de su historia, las cuales han dejado una profunda huella. La vamos a dividir en una serie de comarcas.

BAHÍA DE CÁDIZ.

Cádiz. San Fernando. Puerto Real. El Puerto de Santa María. Chiclana de la Frontera.

CAMPIÑA DE JEREZ.

Jerez de la Frontera. San José del Valle.

BAJO GUADALQUIVIR.

Rota. Chipiona. Sanlúcar de Barrameda. Trebujena.

SIERRA DE CÁDIZ.

Arcos de la Frontera. Espera. Bornos. Villamartín. Prado del Rey. Algar. El Bosque. Ubrique. Benaocaz. Villaluenga del Rosario. Grazalema. Zahara de la Sierra. Puerto Serrano. Algodonales. El Gastor. Setenil de las Bodegas. Olvera. Torre Alháquime. Alcalá del Valle.  

LA JANDA.

Bárbate. Vejer de la Frontera. Conil de la Frontera. Medina Sidonia. Paterna de la Rivera. Alcalá de los Gazules. Benalup (Benalup de Sidonia-Casas Viejas).

CAMPO DE GIBRALTAR.

Algeciras. Tarifa. Los Barrios. San Roque. La Línea de la Concepción. Castellar de la Frontera. Jimena de la Frontera.  

1). Solís, pp. 33-47. 
2). Solís, p. 63. 


Escudo de la Provincia de Cádiz. Spínola et al. La Provincia de Cádiz Pueblo a Pueblo.


BIBLIOGRAFÍA

CARRERAS PANCHÓN, A. Miasmas y Retrovirus. Colección Historica de Ciencias de la Salud. Tomo II.
Fundación Uriach. 
CENTERS FOR DISEASE CONTROL AND PREVENTION. “S.A.R.S.”. 
 FERNÁNDEZ CANO, V. Las defensas de Cádiz en la Edad Moderna. Escuela de estudios hispano-americanos de Sevilla. Sevilla, 1973.
FONSECA BLANCO, X. “Las grandes pandemias que afectaron a la humanidad”. La Voz de Galicia. 12/03/2020.
PULIDO BERRUGA, S. “La Gripe Española: la pandemia de 1918 que no comenzó en España”. Gaceta médica. 19 enero de 2018.
ROCA NÚÑEZ, J.B. Los otros de Trafalgar. Publicaciones del Sur Editores. Sevilla, 2011.
SOLÍS, R. El Cádiz de las Cortes. Silex ediciones. Madrid, 1987.
SPÍNOLA, C et al. La Provincia de Cádiz Pueblo a Pueblo. Junta de Andalucía. Diputación de Cádiz. Entidades colaboradoras. INGRASA. Cádiz, 1995.
WIKIPEDIA. “Gripe A”. “Gripe Asiática”. “Gripe de Hong-Kong”. “Dengue”. “Zika”. “Fiebre Amarilla”. “Vacuna contra la Fiebre Amarilla”. "Enfermedad por el virus del ébola".
WORLD HEALTH ORGANIZATION. “COVID-19”.

 

Puente de Zuazo en la antigüedad. J. Quijano. San Fernando, p.18.




  
  

lunes, 13 de abril de 2020

PASCUA DE RESURRECCIÓN. AÑO 2020

   Resurrección de Jesús.

Solo aparece en el Evangelio de san Mateo como un ángel se dirige a las mujeres que acuden al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús y les dice: Se que buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, como había dicho; no está aquí. También en los otros Evangelios se habla de que Jesucristo ha resucitado. Además hay una serie de hechos como la aparición del sepulcro vacío, observado por todos. Junto a ello, las sucesivas apariciones de Cristo demuestran el hecho de su resurrección.  
Consideramos que el cuerpo de Cristo permaneció en el sepulcro desde el día de su muerte, viernes por la tarde, hasta el domingo por la mañana. Y al amanecer de este último día, Jesucristo con propia virtud y poder, resucita triunfante y glorioso. Lo había predicho en ocasiones.
Aquella mañana de este domingo glorioso, habían acudido al sepulcro varias personas. Primero fueron la Santas Mujeres, a las que se le aparecería el ángel, y después habían acudido Simón Pedro y Juan, avisados por María Magdalena. Los discípulos vieron la loza del sepulcro removida y los lienzos que habían envuelto el Cuerpo de Jesús, esparcidos por el suelo.
Cuando Jesús salió del sepulcro se sintió un gran terremoto y el ángel había removido la piedra después de que había resucitado. Los guardianes fueron presos de un gran terror y quedaron como muertos. Los judíos quisieron sobornarles para que dijeran que se habían quedado dormidos y esta circunstancia fue aprovechada por los discípulos para llevarse el Cuerpo de su Maestro. No obstante, la verdad pronto se dio a conocer.
Mientras estuvo en el sepulcro el Cuerpo de Jesús, su Alma, unida a la Divinidad, bajó al Limbo o Seno de Abrahán a libertar las almas de los Santos Padres que esperaban su santo advenimiento. (Mc., XVI; Mt., XXVIII; Lc., XXIV; J., XX.). En el Credo se dice: Descendió a los infiernos.1

El célebre escritor y dominico francés Raymond-Leópold Bruckberger escribe: Al comienzo de esa mañana fantástica, hubo un momento, que duró varias horas, en el que cada cual se preguntó que había ocurrido realmente. Digo cada cual, amigos y enemigos, y tanto los sumos sacerdotes como los apóstoles. Durante ese largo momento, en las pocas casas de Jerusalén en que ya se sabía que la tumba de Jesús estaba abierta y vacía, hubo esa inquietud solemne que reina en un país, que sabe que en su frontera se desarrolla la batalla decisiva de la que depende su destino, y que no conoce aún resultado.2
Opina el conocido escritor y sacerdote José Luis Martín Descalzo que en los cuarenta días posteriores a este asombroso fenómeno de la Resurrección de Cristo todo iba a ser fantástico, ya que resultaba que tampoco Jesús regresaba como el vencedor total que sus discípulos hubieran deseado. Al contrario, parecía jugar con ellos y aparecía y desaparecía. A pesar de estar con ellos no realizaba aquellos viajes anteriores. De este modo, aunque en sus apariciones dejaba momentos de alegría, después todo quedaba en el aire. Creaba, de todos modos, una gran esperanza. No cabe la menor duda que Jesús no eligió regresar como un vencedor que va a arrollar a los que fueron sus enemigos.
El mismo Bruckberger manifiesta que en la nueva relación de los discípulos con su Maestro todo quedaba más claro y se entendía mejor lo que había pasado anteriormente. Los apóstoles entenderían que Jesucristo no era sólo su jefe ni un profeta mayor que los demás, sino también Dios en persona. Por eso se manifiesta santo Tomás diciendo: Señor mío  y Dios mío.

1). Zahonero Vivó y Martín Penalva, pp. 161-162.
2). Martín Descalzo, p. 1188.

BIBLIOGGRAFÍA
MARTÍN DESCALZO, J.L. Vida y misterio de Jesús de  Nazaret. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1998.
ZAHONERO VIVÓ, J. MARTÍN PENALVA, M.A. Jesucristo según el Antiguo Testamento y según los Evangelios. Editorial Marfil. Alcoy, 1954.



Imagen de Cristo Resucitado. Talla del escultor isleño Alfonso Berraquero. Desfile procesional de la Hermandad de la Sagrada Resurrección.
Sede parroquial en la parroquia de San José Artesano. 
San Fernando (Cádiz). Domingo de Gloria de 2019.

lunes, 6 de abril de 2020

SEMANA SANTA. AÑO 2020


El Sanedrín decreta la muerte de Jesús.

Jesús pasa los tres días de la semana predicando en el Templo y acaba la predicación en la noche del martes. Dos días después era la fiesta de los Azimos, llamada la Pascua. Cuando Jesús acabó sus predicaciones y se retiraba con sus discípulos les dijo a estos: ¿Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado?
Aquella misma noche del martes se juntaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas, y los magistrados del pueblo en el atrio del Príncipe de los Sacerdotes, que se llamaba Caifás, y acordaron prender a Jesús con engaño y hacerlo morir.
Pero tenían dudas y decían: No el mismo día de la fiesta, no venga a ser que ocurra algún alboroto entre el pueblo. Había quedado decretada la muerte de Jesús. (Mt., XXVI, 1-5.)1
Martín Descalzo opina que la vida de Jesús estuvo siempre dominada por el horizonte de la muerte y frecuentemente rodeada de amenazas. Los enemigos iban creciendo y cada vez se mostraban más hostiles. Históricamente se ha venido dando una fácil solución al decir que los judíos mataron a Jesús. Pero hoy esta cuestión ha cambiado y esta aseveración injusta queda cerrada de forma tajante en el Concilio Vaticano II, donde se afirma:
Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado, ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy.2
Ciertamente, no podemos cargar la muerte de Jesús a todos los judíos contemporáneos suyos. Tendremos en cuenta que un alto porcentaje de los hebreos de la época vivían fuera de Israel y ni siquiera le conocieron. Judíos eran María, los apóstoles y muchos seguidores. Habrá que descubrir quienes eran las personas y grupos sociales de la época con los que Jesucristo chocó y le condujeron a la muerte.
Hay escritores judíos que se preocupan de Jesús con respeto y admiración y han mantenido una serie de teorías para cargar la responsabilidad de su muerte sobre los romanos y sobre el pequeño grupo de dirigentes saduceos. Esta misma línea fue seguida por algunos teólogos norteamericanos y seguidores de la teología de la liberación. Pero es también posible de que tratándose de evitar un antisemitismo se conduzca a un antirromanismo que parece que en la actual década no molestará a nadie. En tal caso no se puede torcer la historia y reinterpretar los evangelios.
No podemos poner en duda jamás  la credibilidad de los evangelistas como historiadores. Aunque los choques mayores de Jesús fueron con el fariseísmo, este hecho influyó bastante menos en su muerte, siendo mucho más determinante la enemistad con los saduceos y los sacerdotes. Mientras que los enfrentamientos con los fariseos se daban más en los campos ideológico y teológico, con los saduceos se sucedieron en la práctica. De este modo, los fariseos actuaron tendiéndoles trampas y los saduceos prefirieron actuar de oficio.
Sin embargo, los evangelistas no hacen una distribución equitativa de las responsabilidades de cada grupo. Si atendemos a los sinópticos, hay 95 ocasiones que manifiestan el choque de Jesús con sus adversarios. La mayoría con los ancianos, príncipes de los sacerdotes y escribas. Otras con escribas solos, escribas y fariseos, fariseos solos, discípulos de Juan y fariseos, fariseos y herodianos, fariseos y saduceos, saduceos solos, y una vez se enfrenta a los fariseos junto a los príncipes de los sacerdotes. En cambio, nunca aparece que Jesús tuviera conflicto con los romanos. Ni con las sectas judías de zelotes y esenios.
Para algunos, Jesús fue una victima de conflicto de intereses, opiniones, y odios. Sin olvidar los miedos. Todo ello llevará a acabar con el justo e inocente.

1). Zahonero Vivó y Martín Penalva, p. 139.
2). Martín Descalzo, p. 822.

BIBLIOGRAFÍA
MARTÍN DESCALZO, J.L. Vida y misterio de Jesús de  Nazaret. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1998.
ZAHONERO VIVÓ, J. MARTÍN PENALVA, M.A. Jesucristo según el Antiguo Testamento y según los Evangelios. Editorial Marfil. Alcoy, 1954.

  

Representación de la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado (Medinaceli) que se venera en la Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro y San Pablo en San Fernando (Cádiz).
Cruz de Guía. Archicofradía Sacramental de Medinaceli-Cuaresma 2020-Nº 55.