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lunes, 6 de abril de 2020

SEMANA SANTA. AÑO 2020


El Sanedrín decreta la muerte de Jesús.

Jesús pasa los tres días de la semana predicando en el Templo y acaba la predicación en la noche del martes. Dos días después era la fiesta de los Azimos, llamada la Pascua. Cuando Jesús acabó sus predicaciones y se retiraba con sus discípulos les dijo a estos: ¿Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado?
Aquella misma noche del martes se juntaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas, y los magistrados del pueblo en el atrio del Príncipe de los Sacerdotes, que se llamaba Caifás, y acordaron prender a Jesús con engaño y hacerlo morir.
Pero tenían dudas y decían: No el mismo día de la fiesta, no venga a ser que ocurra algún alboroto entre el pueblo. Había quedado decretada la muerte de Jesús. (Mt., XXVI, 1-5.)1
Martín Descalzo opina que la vida de Jesús estuvo siempre dominada por el horizonte de la muerte y frecuentemente rodeada de amenazas. Los enemigos iban creciendo y cada vez se mostraban más hostiles. Históricamente se ha venido dando una fácil solución al decir que los judíos mataron a Jesús. Pero hoy esta cuestión ha cambiado y esta aseveración injusta queda cerrada de forma tajante en el Concilio Vaticano II, donde se afirma:
Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado, ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy.2
Ciertamente, no podemos cargar la muerte de Jesús a todos los judíos contemporáneos suyos. Tendremos en cuenta que un alto porcentaje de los hebreos de la época vivían fuera de Israel y ni siquiera le conocieron. Judíos eran María, los apóstoles y muchos seguidores. Habrá que descubrir quienes eran las personas y grupos sociales de la época con los que Jesucristo chocó y le condujeron a la muerte.
Hay escritores judíos que se preocupan de Jesús con respeto y admiración y han mantenido una serie de teorías para cargar la responsabilidad de su muerte sobre los romanos y sobre el pequeño grupo de dirigentes saduceos. Esta misma línea fue seguida por algunos teólogos norteamericanos y seguidores de la teología de la liberación. Pero es también posible de que tratándose de evitar un antisemitismo se conduzca a un antirromanismo que parece que en la actual década no molestará a nadie. En tal caso no se puede torcer la historia y reinterpretar los evangelios.
No podemos poner en duda jamás  la credibilidad de los evangelistas como historiadores. Aunque los choques mayores de Jesús fueron con el fariseísmo, este hecho influyó bastante menos en su muerte, siendo mucho más determinante la enemistad con los saduceos y los sacerdotes. Mientras que los enfrentamientos con los fariseos se daban más en los campos ideológico y teológico, con los saduceos se sucedieron en la práctica. De este modo, los fariseos actuaron tendiéndoles trampas y los saduceos prefirieron actuar de oficio.
Sin embargo, los evangelistas no hacen una distribución equitativa de las responsabilidades de cada grupo. Si atendemos a los sinópticos, hay 95 ocasiones que manifiestan el choque de Jesús con sus adversarios. La mayoría con los ancianos, príncipes de los sacerdotes y escribas. Otras con escribas solos, escribas y fariseos, fariseos solos, discípulos de Juan y fariseos, fariseos y herodianos, fariseos y saduceos, saduceos solos, y una vez se enfrenta a los fariseos junto a los príncipes de los sacerdotes. En cambio, nunca aparece que Jesús tuviera conflicto con los romanos. Ni con las sectas judías de zelotes y esenios.
Para algunos, Jesús fue una victima de conflicto de intereses, opiniones, y odios. Sin olvidar los miedos. Todo ello llevará a acabar con el justo e inocente.

1). Zahonero Vivó y Martín Penalva, p. 139.
2). Martín Descalzo, p. 822.

BIBLIOGRAFÍA
MARTÍN DESCALZO, J.L. Vida y misterio de Jesús de  Nazaret. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1998.
ZAHONERO VIVÓ, J. MARTÍN PENALVA, M.A. Jesucristo según el Antiguo Testamento y según los Evangelios. Editorial Marfil. Alcoy, 1954.

  

Representación de la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado (Medinaceli) que se venera en la Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro y San Pablo en San Fernando (Cádiz).
Cruz de Guía. Archicofradía Sacramental de Medinaceli-Cuaresma 2020-Nº 55.

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