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martes, 12 de marzo de 2019

IN MEMÓRIAM. CRUCERO REINA REGENTE.


¿Qué barquito será aquel que viene dando tumbos? Será el Reina Regente que viene del otro mundo. Canción popular.

En mi niñez, cuando llegaba el mes de marzo, escuchaba decir a los mayores que era un mes de inestabilidad atmosférica y temporales. Hablaban de la tragedia del Reina Regente, desaparecido durante este mes, hacia ya muchos años. Este tema, al principio no despertó en mí especial atención hasta que en mi juventud tuve la oportunidad de ojear una revista en la que se hablaba de una extraña comunicación telepática entre un padre y su hijo, guardiamarina embarcado en el desafortunado buque. El hijo le comunica de forma misteriosa a su padre, el grave naufragio por el que pasa. La falta de conocimientos sobre esta historia que tenia en aquella época, unido al tiempo transcurrido, hace que apenas recuerde detalles de interés. ¡Cuánto daría por volver a encontrar aquella revista! Desde entonces, cuando llega el mes de marzo siempre me acuerdo de aquel buque de la Armada española que desaparece en aguas próximas al Estrecho de Gibraltar, un domingo 10 de marzo de 1895.1
Ya hemos referido en otra ocasión como su comandante, el capitán de navío Sanz de Andino, recibe orden del Capitán General del Departamento Marítimo de Cádiz de trasladar a Tánger una delegación marroquí, presidida por Hajd-Abd-el-Kerin Brisha.
El crucero, al que se le describía de “líneas graciosas y con dos curiosas chimeneas”, zarpa de Cádiz a las 11 y 30 horas de la mañana del día 9 de marzo de 1895. Después de unas siete horas de viaje, avista Tánger. Está oscureciendo y fondea en la rada del puerto. Se espera al día siguiente para desembarcar la delegación marroquí. Es el día 10 y a las 10 y 30 horas, probablemente ya celebrada la Misa dominical por el capellán Antonio Ramos Sánchez (2º capellán de la Armada), el buque leva anclas y dobla el “Muelle Viejo” para poner proa al N.O., rumbo a Cádiz. Pero nunca llegó.  
Poco se encontró del desafortunado crucero, solo determinados objetos esparcidos por distintas playas. Tres trozos de bandera nacional sin escudos, trozo de vaina con nombre Regente, un triangulo encarnado con el nombre del crucero; dos banderas de mano, un cojín y trozo de bandera con corona, un barril de bote para agua, un disco de madera con una R de bronce, un banco de madera con chapa, en la que se escribe “rancho 7”, un salvavidas, dos palos para toldo, una caja de cobre, un circulo de madera con una R de cobre, una escala de gato, una corona de tangón, remo de palma, trozo de amura de bote, una parte de roda de bote, gallinero, caja para bandera de telégrafos de bote, atacador de cañón de grueso calibre, atacador con el asta partida, remo con una pala pintada de blanco, palo de bote con chapa que tiene escrito “7º bote”, escudo de amura de bote con una R de bronce, tablilla de señales perteneciente a la primera canoa, bandera de bote nº 8, palo para toldo de bote, jaula o gallinero, capote de lona, tablilla del segundo bote, casillero de banderas, tablilla del segundo bote para ejercicios. La fecha en que se encuentran estos variados objetos abarca desde el 13 de marzo al 24 de junio de 1895, y los lugares son: Tarifa, Conil, Algeciras, Alborán, Marqués de Tamarón, Estepona, Alhucemas, playas de Mostaganen, Arcess y Sidi Ferruch, en Argelia estas tres últimas. No hubo más rastros a pesar de la intensísima búsqueda efectuada los días próximos al naufragio. Basándonos en el estudio hecho por Aragón Fontenla de las disposiciones del salvamento, podemos saber que intervinieron buques de la Armada con la participación de los cruceros Alfonso XII e Isla de Luzón y los cañoneros Perla y Cuervo. Se unieron varios buques mercantes; los vapores Gallo, Scolferino, Servando y James Haynes, además del vapor Piélago. Marruecos por su parte, envió el vapor Hassani. Se patrulló una extensa zona del Estrecho, desde Cádiz a Tánger, y otra zona desde Cabo San Vicente a Alborán e incluso se llegó a Canarias y Madeiras. Se navegó tanto de día como de noche, rastreándose aquellos lugares considerados más conflictivos para la navegación como las lajas de Conil, Placer de Meca, Bajo de la Aceitera, Torre de Castilobo, y otros lugares peligrosos. El armador Mc. Pherson, pionero de una empresa de excelentes servicios subacuáticos, se puso a disposición del Capitán General del Departamento y también la Armada rusa que poseía un dispositivo llamado “centinela submarino”, el cual emitía señales al pasar una sonda sobre objetos metálicos, y se ofreció a contribuir en la búsqueda.2
El suceso produjo una gran preocupación en el Gobierno de la nación. En el Congreso se pidió responsabilidad por parte de los congresistas; Gumersindo de Azcárate, Díaz Moreu y Llorens. El Ministro de Marina era el vicealmirante José María de Beránger y Ruiz de Apodaca y el Capitán General del Departamento Marítimo de Cádiz era el contralmirante Manuel de Pasquín y de Juan. El Ministro de Marina ordena una investigación poniendo al frente de ella al capitán de fragata Fernando Villaamil y Fernández-Cueto, auxiliado por el ingeniero jefe de primera clase José María Castellote y Pinazo, quien actuará como asesor técnico. El Capitán General del Departamento nombra un juez instructor cuyo cargo recae en el capitán de fragata Miguel Aguirre y Corveto quien se desplaza al lugar donde se había asegurado haberse visto por última vez al desafortunado navío. Toma declaración a los testigos que son los hermanos Antonio y Francisco Rodríguez, campesinos de Bolonia, dando por cierto el relato de estos por ser congruente con la descripción del crucero y de su naufragio. Por su parte, la comisión investigadora presenta sus conclusiones a la Junta Extraordinaria, reunida el día 5 de febrero de 1896, en que se afirma por dicha comisión que el buque no tenía defectos graves y la pérdida de este sería debido al inesperado y duro temporal, así como era muy probable que el Reina Regente fuera el buque que algunos vieron desde el poblado de Bolonia. No se consideraba pertinente determinar responsabilidades y se deseaba ¡Paz Eterna! para los que sucumbieron.
El comandante del Crucero Reina Regente era el capitán de navío Francisco de Paula Sanz de Andino y Martí, siendo su segundo el capitán de fragata Francisco Pérez Cuadrado. El resto de la dotación la componían: 4 tenientes de navío, 4 alféreces de navío, 1 teniente de infantería de marina, 2 oficiales médicos, 1 contador de navío, 1 capellán, 2 oficiales de máquina, 5 guardiamarinas, 7 contramaestres, 8 condestables, 2 sargentos de infantería de marina, 4 cabos primeros, 3 cabos segundos, 2 cornetas, 34 soldados de infantería de marina y 330 marineros.3 Entre estos últimos había 49 aprendices de la Escuela de Artillería. Tendremos también en cuenta que dentro de los contramaestres iban incluidos un primer y un tercer practicante, por su equivalencia. En total era de 412 hombres. Hubo dos hombres que no se encontraban a bordo en el momento del naufragio por haber desembarcado en Tánger a realizar determinados encargos y haber perdido el barco a la hora de su salida. Uno de ellos continúo servicio en la Armada como repostero de guardiamarinas en el segundo crucero Reina Regente, mientras que el otro lo hizo como panadero en el crucero Alfonso XIII.4
Hubo otro superviviente; un testigo mudo de la catástrofe; un perro terranova, propiedad del alférez de navío José María Enríquez Fernández, residente en Sanlúcar de Barrameda. El animal sobrevivió, siendo recogido por un buque mercante inglés, el cual tiempo después, con ocasión de una travesía a Sevilla, recaló frente a Sanlúcar en espera del práctico. El animal al reconocer la costa se lanza al agua y a nado llega a la orilla para dirigirse desde Bonanza a Quinta de la Paz, donde vivió su amo, pero al no encontrarlo se dirigió al domicilio de sus padres en la calle de la Bolsa. El padre que bajaba las escaleras; al ver al perro sufrió un desmayo, teniendo que ser atendido. Este hecho produjo una gran consternación en esta población de la ribera del Guadalquivir.5
Necrología de la Revista General de Marina poco después del naufragio.
¡Dios haya acogido en su seno las almas de quienes han muerto victimas del cumplimiento de su deber!
 La bandera de la Patria les sirve de sudario; la inmensidad de sepultura; el dolor público, de oración fúnebre; el recuerdo de sus compañeros, de gloria.
¡¡Descanse en Paz la dotación del crucero Reina Regente!! 6


NOTAS.
1). Roca et al. p.159
2). Aragón Fontenla, pp. 256-257.
3). 6). El Batiburillo Submarino. 10 de marzo de 2015.
4). Mollá Ayuso, p. 332.
5). Barba Jímenez. Prensa de Sánlucar. 3 de agoto de 1897.




 Crucero Reina Regente. Mollá Ayuso. R.G.M. p 332.



BIBLIOGRAFÍA.

Aragón Fontenla, M. “Historias de la mar: ¿Dónde se encuentra el Reina Regente?” Revista General de Marina. Marzo de 2001, pp. 247-262.
Barba Jimenez, A. “El perro misterioso”. Prensa local, 3 de agosto de 1897, tomado del Noticiero de Sevilla. Curiosidades de Sanlúcar de Barrameda.
desanlucar. Blogspot. com 13 septiembre 2011.
GIL HONDUBILLA, J. El crucero Reina Regente y su hundimiento el 9 de marzo de 1895. Colección Barlovento. Madrid, 2004 MoLLá Ayuso, L. “Historias de la mar: 100 años del Reina Regente”. Revista General de Marina. Marzo, 1995, pp. 329-340.
MoLLá Ayuso, L. “Historias de la mar: 100 años del Reina Regente”. Revista General de Marina. Marzo, 1995, pp. 329-340.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.

EL BATIBURRILLO SUBMARINO. “120 años del naufragio del crucero Reina Regente”.
Batiburrillosubmarino.wordpress.com 10 de marzo de 2015.


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