¿Qué barquito será
aquel que viene dando tumbos? Será el Reina Regente que viene del otro mundo. Canción
popular.
En mi niñez, cuando llegaba el mes de marzo, escuchaba decir
a los mayores que era un mes de inestabilidad atmosférica y temporales.
Hablaban de la tragedia del Reina
Regente, desaparecido durante este mes, hacia ya muchos años. Este tema, al
principio no despertó en mí especial atención hasta que en mi juventud tuve la
oportunidad de ojear una revista en la que se hablaba de una extraña
comunicación telepática entre un padre y su hijo, guardiamarina embarcado en el
desafortunado buque. El hijo le comunica de forma misteriosa a su padre, el
grave naufragio por el que pasa. La falta de conocimientos sobre esta historia
que tenia en aquella época, unido al tiempo transcurrido, hace que apenas
recuerde detalles de interés. ¡Cuánto daría por volver a encontrar aquella
revista! Desde entonces, cuando llega el mes de marzo siempre me acuerdo de
aquel buque de la Armada española que desaparece en aguas próximas al Estrecho
de Gibraltar, un domingo 10 de marzo de 1895.1
Ya hemos referido en otra ocasión como su comandante, el
capitán de navío Sanz de Andino, recibe orden del Capitán General del
Departamento Marítimo de Cádiz de trasladar a Tánger una delegación marroquí,
presidida por Hajd-Abd-el-Kerin Brisha.
El crucero, al que se le describía de “líneas graciosas y con
dos curiosas chimeneas”, zarpa de Cádiz a las 11 y 30 horas de la mañana del
día 9 de marzo de 1895. Después de unas siete horas de viaje, avista Tánger.
Está oscureciendo y fondea en la rada del puerto. Se espera al día siguiente
para desembarcar la delegación marroquí. Es el día 10 y a las 10 y 30 horas,
probablemente ya celebrada la Misa dominical por el capellán Antonio Ramos
Sánchez (2º capellán de la Armada), el buque leva anclas y dobla el “Muelle
Viejo” para poner proa al N.O., rumbo a Cádiz. Pero nunca llegó.
Poco se encontró del desafortunado
crucero, solo determinados objetos esparcidos por distintas playas. Tres trozos
de bandera nacional sin escudos, trozo de vaina con nombre Regente, un
triangulo encarnado con el nombre del crucero; dos banderas de mano, un cojín y
trozo de bandera con corona, un barril de bote para agua, un disco de madera
con una R de bronce, un banco de madera con chapa, en la que se escribe “rancho
7” , un
salvavidas, dos palos para toldo, una caja de cobre, un circulo de madera con
una R de cobre, una escala de gato, una corona de tangón, remo de palma, trozo
de amura de bote, una parte de roda de bote, gallinero, caja para bandera de
telégrafos de bote, atacador de cañón de grueso calibre, atacador con el asta
partida, remo con una pala pintada de blanco, palo de bote con chapa que tiene
escrito “7º bote”, escudo de amura de bote con una R de bronce, tablilla de
señales perteneciente a la primera canoa, bandera de bote nº 8, palo para toldo
de bote, jaula o gallinero, capote de lona, tablilla del segundo bote,
casillero de banderas, tablilla del segundo bote para ejercicios. La fecha en
que se encuentran estos variados objetos abarca desde el 13 de marzo al 24 de
junio de 1895, y los lugares son: Tarifa, Conil, Algeciras, Alborán, Marqués de
Tamarón, Estepona, Alhucemas, playas de Mostaganen, Arcess y Sidi Ferruch, en
Argelia estas tres últimas. No hubo más rastros a pesar de la intensísima
búsqueda efectuada los días próximos al naufragio. Basándonos en el estudio
hecho por Aragón Fontenla de las disposiciones del salvamento, podemos saber
que intervinieron buques de la Armada con la participación de los cruceros Alfonso XII e Isla de Luzón y los cañoneros Perla
y Cuervo. Se unieron varios buques
mercantes; los vapores Gallo, Scolferino, Servando y James Haynes,
además del vapor Piélago. Marruecos
por su parte, envió el vapor Hassani.
Se patrulló una extensa zona del Estrecho, desde Cádiz a Tánger, y otra zona
desde Cabo San Vicente a Alborán e incluso se llegó a Canarias y Madeiras. Se
navegó tanto de día como de noche, rastreándose aquellos lugares considerados
más conflictivos para la navegación como las lajas de Conil, Placer de Meca,
Bajo de la Aceitera, Torre de Castilobo, y otros lugares peligrosos. El armador
Mc. Pherson, pionero de una empresa de excelentes servicios subacuáticos, se
puso a disposición del Capitán General del Departamento y también la Armada
rusa que poseía un dispositivo llamado “centinela submarino”, el cual emitía
señales al pasar una sonda sobre objetos metálicos, y se ofreció a
contribuir en la búsqueda.2
El suceso produjo una gran
preocupación en el Gobierno de la nación. En el Congreso se pidió
responsabilidad por parte de los congresistas; Gumersindo de Azcárate, Díaz
Moreu y Llorens. El Ministro de Marina era el vicealmirante José María de
Beránger y Ruiz de Apodaca y el Capitán
General del Departamento Marítimo de Cádiz era el contralmirante Manuel de
Pasquín y de Juan. El Ministro de Marina ordena una investigación poniendo al
frente de ella al capitán de fragata Fernando Villaamil y Fernández-Cueto,
auxiliado por el ingeniero jefe de primera clase José María Castellote y
Pinazo, quien actuará como asesor técnico. El Capitán General del Departamento
nombra un juez instructor cuyo cargo recae en el capitán de fragata Miguel
Aguirre y Corveto quien se desplaza al lugar donde se había asegurado haberse
visto por última vez al desafortunado navío. Toma declaración a los testigos
que son los hermanos Antonio y Francisco Rodríguez, campesinos de Bolonia,
dando por cierto el relato de estos por ser congruente con la descripción del
crucero y de su naufragio. Por su parte, la comisión investigadora presenta sus
conclusiones a la Junta Extraordinaria, reunida el día 5 de febrero de 1896, en
que se afirma por dicha comisión que el buque no tenía defectos graves y la
pérdida de este sería debido al inesperado y duro temporal, así como era muy
probable que el Reina Regente fuera
el buque que algunos vieron desde el poblado de Bolonia. No se consideraba
pertinente determinar responsabilidades y se deseaba ¡Paz Eterna! para los que
sucumbieron.
El comandante del Crucero Reina Regente era el capitán de navío
Francisco de Paula Sanz de Andino y Martí, siendo su segundo el capitán de
fragata Francisco Pérez Cuadrado. El resto de la dotación la componían: 4
tenientes de navío, 4 alféreces de navío, 1 teniente de infantería de marina, 2
oficiales médicos, 1 contador de navío, 1 capellán, 2 oficiales de máquina, 5
guardiamarinas, 7 contramaestres, 8 condestables, 2 sargentos de infantería de
marina, 4 cabos primeros, 3 cabos segundos, 2 cornetas, 34 soldados de
infantería de marina y 330 marineros.3 Entre estos últimos había 49
aprendices de la Escuela de Artillería. Tendremos también en cuenta que dentro
de los contramaestres iban incluidos un primer y un tercer practicante, por su
equivalencia. En total era de 412 hombres. Hubo dos hombres que no se
encontraban a bordo en el momento del naufragio por haber desembarcado en
Tánger a realizar determinados encargos y haber perdido el barco a la hora de
su salida. Uno de ellos continúo servicio en la Armada como repostero de
guardiamarinas en el segundo crucero Reina
Regente, mientras que el otro lo hizo como panadero en el crucero Alfonso XIII.4
Hubo otro superviviente; un
testigo mudo de la catástrofe; un perro terranova, propiedad del alférez de
navío José María Enríquez Fernández, residente en Sanlúcar de Barrameda. El
animal sobrevivió, siendo recogido por un buque mercante inglés, el cual tiempo
después, con ocasión de una travesía a Sevilla, recaló frente a Sanlúcar en
espera del práctico. El animal al reconocer la costa se lanza al agua y a nado
llega a la orilla para dirigirse desde Bonanza a Quinta de la Paz, donde vivió
su amo, pero al no encontrarlo se dirigió al domicilio de sus padres en la
calle de la Bolsa. El padre que bajaba las escaleras; al ver al perro sufrió un
desmayo, teniendo que ser atendido. Este hecho produjo una gran consternación
en esta población de la ribera del Guadalquivir.5
Necrología de la Revista General
de Marina poco después del naufragio.
¡Dios haya acogido en su seno las almas de quienes han muerto victimas
del cumplimiento de su deber!
La bandera de la Patria les sirve de sudario;
la inmensidad de sepultura; el dolor público, de oración fúnebre; el recuerdo
de sus compañeros, de gloria.
¡¡Descanse en
Paz la dotación del crucero Reina Regente!! 6
NOTAS.
1). Roca et al. p.159
2). Aragón Fontenla, pp. 256-257.
3). 6). El Batiburillo Submarino.
10 de marzo de 2015.
4). Mollá Ayuso, p. 332.
5). Barba Jímenez. Prensa de
Sánlucar. 3 de agoto de 1897.
Crucero Reina Regente. Mollá Ayuso. R.G.M. p 332.
BIBLIOGRAFÍA.
Aragón Fontenla,
M.
“Historias de la mar: ¿Dónde se encuentra el Reina Regente?” Revista General de
Marina. Marzo de 2001, pp. 247-262.
Barba
Jimenez, A. “El
perro misterioso”. Prensa local, 3 de
agosto de 1897, tomado del Noticiero de Sevilla. Curiosidades de Sanlúcar de
Barrameda.
desanlucar. Blogspot. com 13
septiembre 2011.
GIL HONDUBILLA, J. El crucero Reina Regente y su hundimiento el
9 de marzo de 1895. Colección Barlovento. Madrid, 2004 MoLLá Ayuso, L. “Historias de la mar:
100 años del Reina Regente”. Revista General de Marina. Marzo, 1995, pp.
329-340.
MoLLá
Ayuso, L.
“Historias de la mar: 100 años del Reina Regente”. Revista General de Marina.
Marzo, 1995, pp. 329-340.
ROCA
NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia
de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad
del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz),
2015.
EL
BATIBURRILLO SUBMARINO. “120 años del naufragio del crucero Reina Regente”.
Batiburrillosubmarino.wordpress.com
10 de marzo de 2015.
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