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martes, 19 de marzo de 2019

FUNCIÓN MÉDICO PERICIAL DEL CUERPO DE SANIDAD DE LA ARMADA DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.

El médico forense verá por si mismo
E. R. Robins

La existencia de tribunales médicos con el fin de declarar la falta de aptitud para el servicio de las armas, viene desde muy antiguo y así tenemos constancia en el Hospital de San Carlos, en sus comienzos, en la época del asedio napoleónico a la Isla de León, donde médicos del Ejército y de la Armada formaron parte del llamado: “Tribunal de reconocimiento de inútiles”. La época que tratamos corresponde a un tiempo de guerras y epidemias, con un servicio militar obligatorio y sin existir ya la matricula de mar que pudiera hacer una selección del personal, la necesidad de estos tribunales es lógico deducirla. Las enfermedades que ocasionaban la perdida de aptitud para el servicio eran muy diversas y el facultativo tenía que enfrentarse al reconocimiento físico y psíquico con pocas herramientas diagnosticas a su alcance. Los rayos X no se introducen en los hospitales de marina hasta 1897 y en su comienzo estaban a cargo del jefe de cirugía, pues también cumplían función terapéutica. El laboratorio apenas aportaba información porque los gabinetes de análisis clínicos, bacteriología y micrografía no se organizan formalmente hasta principios del siglo XX. En cambio, existe un instrumento muy útil para la exploración torácica y abdominal que es el fonendoscopio, descubierto por el médico francés René Laënnec, en 1819. Algunas enfermedades congénitas con defectos físicos muy llamativos eran fáciles de diagnosticar, así ocurría con manifestaciones clínicas como la cianosis por ejemplo, mientras que la disnea había que comprobarla y el examen presentaba ciertas dificultades. Es la época de la clínica sofisticada, donde la exploración física del paciente es protagonista. Para las enfermedades del sistema nervioso se explora la motilidad, reflectividad, sensibilidad, pares craneanos, lengua, mímica y trofismo. Para los aparatos circulatorio, respiratorio y digestivo; se realiza la inspección, palpación, percusión y auscultación. Para los trastornos psíquicos tienen que ser estudiadas las funciones intelectuales, emocionales e instintivas, mediante técnicas que se van perfeccionando. Las alteraciones de la personalidad para diagnosticarlas y clasificarlas tenían que ser muy llamativas y había que recurrir en muchas ocasiones a certificados médicos de facultativos, muchos de ellos especializados en la materia, y que habían observado al paciente durante un tiempo prolongado. No ocurría lo mismo con los casos de deficiencia mental cuyo diagnostico era más fácil. A veces se recurría a centros hospitalarios, antiguos manicomios, tanto para el tratamiento de la enfermedad mental declarada durante la estancia en la Armada como del informe médico necesario para el tribunal. La Marina disponía de atención psíquica para su personal en el manicomio de San Baudilio de Llobregat, donde estaba asignado un médico mayor perteneciente a la comandancia de marina de Barcelona. Este centro hospitalario fue descrito por el investigador alemán de enfermedades psíquicas Juan Bautista Ullesperger como el manicomio mayor, más extenso, adecuado, bello, generosamente dotado con los más modernos adelantos y el más elegante del mundo. Otro grupo de enfermedades excluyentes eran las infecto-contagiosas. La tuberculosis comenzaba a hacer estragos en el mundo y las enfermedades tropicales con sus secuelas posteriores también eran frecuentes. En España habían aparecido los primeros sanatorios antituberculosos, a semejanza de otros países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza o Francia. Se habla de la necesidad de un sanatorio para el personal de Armada que hubiera contraído la enfermedad pero no es hasta el siglo siguiente cuando se desarrolla esta idea. Los órganos de los sentidos se podían examinar de modo algo superficial, tanto la vista como oído y nariz, siendo más complicado el estudio de la laringe y de los senos, aunque cada vez se irán descubriendo nuevas técnicas.
La mayoría de las exclusiones se producían en reclutas y como muchos de ellos no tenían interés alguno en realizar el servicio militar, simulaban enfermedades, surgiendo de este modo una modalidad que son los “simuladores”, a los que los miembros del tribunal tenían que estar muy atentos, así como el jefe de la clínica o el médico responsable de la sala, el cual había estudiado al paciente y había hecho la propuesta de exclusión. Hay historias de individuos que se producían mutilaciones con el fin de conseguir su exclusión. Está descrito el caso de un recluta hospitalizado para observación en el Hospital de San Carlos que tuvo la intención de simular una hemoptisis, introduciéndose en la boca un objeto cortante, pero fue descubierto por el profesor médico de la sala. Fernández Caro refiere que en el Hospital de San Carlos, entre 1862 y 1864, de 470 reclutas ingresados; 230 padecían “lesiones del corazón”. 35 fallecieron y 205 fueron declarados inútiles. El 55,42% de patología cardiovascular fue atribuida a la ansiedad. Otras veces, el reconocimiento era dirigido al personal profesional que había padecido una mutilación en guerra o en acto de servicio, o había contraído una enfermedad con secuelas, y según la gravedad del caso debía pasar a la situación de retiro. En alguna ocasión, los médicos debían de desplazarse a un domicilio para reconocer a un paciente inmovilizado en él y después redactar un parte facultativo. Otras veces habría que intervenir en función de forense, en caso de muertes accidentales, incluyendo los ahogamientos. Para el ingreso en los distintos cuerpos de la Armada era necesario un reconocimiento de aptitud física que según Real Orden de 12 de mayo de 1864, se llevará a cabo por médicos castrenses de la Armada o del Ejército, si los hubiere en el punto de residencia, o en su defecto por médicos civiles. No obstante; tenemos conocimiento que en fechas posteriores, en el examen oposición para ingreso, se llevaba a cabo un reconocimiento médico por un tribunal, firmando un acta en que manifestaban que el opositor era útil para el servicio de mar y tierra. Lo firmaban tres médicos de la Armada y daba el visto bueno el presiente asignado.*

*) Roca Núñez et al, pp. 45-47.



Temperamentos. Bailliére, 1844. El grabado en la Historia de la Medicina. Psiquiatría. Uriach.


BIBLIOGRAFÍA. 
Garcia-Cubillana de la Cruz, J.M. El antiguo hospital de San Carlos (1809-1981) y la ciudad de San Fernando. Publicaciones del Sur Editores. Cádiz, 2007.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.







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