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martes, 26 de febrero de 2019

LA SANIDAD DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN EL GOLFO DE GUINEA Y RIO DE ORO.


En el año 1777 se pacta el Tratado con Portugal mediante el cual España tomará posesión de Fernando Poo y Annobón, a cambio de la colonia de Sacramento e Isla de Santa Catalina, en América. Parte una expedición desde Montevideo al siguiente año de 1778, formada por dos fragatas y el paquebote Santiago, mandada por el brigadier del Ejército Felipe Santos Toro, conde de Argelejo, y llevando como ayudante al teniente de artillería Joaquín Primo de Rivera. Va integrada por carpinteros, operarios, herreros, soldados, y un ingeniero. El objeto es establecer en aquellas tierras una fábrica. Joaquín Primo de Rivera se ve obligado a tomar el mando por enfermar y fallecer el conde de Argelejo. Debido a enfermedades entre numerosos miembros de la dotación, pasar por muchas penurias y haberse declarado un motín, se interrumpe la expedición. 
En otra expedición que realiza a Annobón José de Moros, en 1836, encuentra noticias de la existencia de varias factorías en la costa, las cuales contribuyen al abastecimiento de un hospital para marineros europeos enfermos. En 1842, Juan José Lerema en el bergantín Nervión llega a Fernando Poo y a las islas de Elobey y Annnobón, y el asentamiento de Clarence, en las primeras de las islas, pasa a llamarse de Santa Isabel. Desembarcará también en Corisco. Entre 1844 y 1845, Guillermo de Aragón lidera una nueva expedición al mando de la fragata Venus.
En 1858, parte de Cádiz el capitán de fragata Carlos Chacón y Michelena, mandando una flota formada por el vapor Vasco Núñez de Balboa, bergantín Gravina, goleta Cartagena y urca Santa María. Viajaba con la expedición un grupo de jesuitas dirigidos por el P. José Irisarri. Se efectuó la primera escala en la isla de Corisco.
La urca Santa María transportaba víveres y medicinas para cubrir un periodo de unos seis meses y además llevaba una barraca-hospital capaz de albergar unas 40 camas. Mientras que la hospitalización se hacia a bordo de la Santa María, se intentaba emplazar el nuevo hospital en Fernando Poo. Al principio se había elegido como lugar Punta Cristina, pero se desistió y Chacón decidió llevarlo a la punta opuesta que cierra la bahía de Santa Isabel, antigua Clarence, denominada Punta Fernanda, ya que consideró que este lugar reunía mejores condiciones higiénicas.
El día 15 de junio de 1858 llegan los materiales necesarios y en agosto comienzan las obras. Se recurre a la ayuda del personal nativo y el centro queda acabado en el mes de diciembre, siendo inaugurado el día 19 de este mes. El día 24, víspera de Navidad, toma la dirección el segundo médico José María Pérez Lora, uno de los facultativos de la división naval. Se organiza el traslado de enfermos desde la urca Santa María. El Hospital se va a regir según la reglamentación de los hospitales navales de la Península, aprobado el 2 de enero de 1859. El centro va a tomar el nombre de Hospital del Salvador, también conocido como El Príncipe de Asturias. El personal que forma parte del nuevo hospital es el siguiente:
Director. Es un profesor médico del Cuerpo de Sanidad de la Armada. Es jefe de Sanidad y además atenderá como facultativo a los pacientes ingresados. Pasará dos visitas diarias, a las 6 de la mañana y a las 5 de la tarde.
Administrador. Corresponde este cargo a un oficial del Cuerpo Administrativo, el cual llevará cuenta y razón de los gastos del establecimiento. Además; cuidará de las dependencias del centro, interesándose en que estén en buen estado. Así como de los víveres, ropas y utensilios. Llevará las altas y bajas de los enfermos ingresados.
Capellán. Será asignado para este cargo uno de los capellanes de los buques de la división y si no los hubiera se le pasará aviso al Padre Superior de la Misión para que nombre uno de los Padres de  la misma.
Practicante de Cirugía. Deberá tener a su cargo los utensilios de su profesión como; apósitos, vendajes, y aparatos. Siempre estarán preparados y dispuestos para su utilización. Asistirá a las visitas médicas, llevando un recetario y anotando en el las prescripciones de medicación externa o tópica. Una vez terminada la visita, debe pasar con el recetario a la botica para que el practicante de farmacia despache las medicinas ordenadas. A continuación, aplicará estas en la forma y hora que ha dispuesto el profesor médico. Practicará las operaciones propias de su profesión y llevará a cabo las curas simples en las horas establecidas. Recogerá los vendajes sucios y se los entregará al cabo de sala para que este los de a lavar y después se encargará de ellos, cuando estén limpios. Al finalizar el mes, hará una “papeleta” de consumo de los efectos a su cargo y de aquellos utensilios que se hubieren roto, para su reposición o exclusión. Recibirá a los enfermos que ingresen en el centro y anotará en un libro la procedencia o buque a que pertenezcan, así como: clase, nombre, apellidos materno y paterno. También anotará en dicho libro el día de alta, anotando el destino a que pasa. O bien, la defunción, cuando la triste circunstancia desgraciadamente ocurriera.
Montaba guardias, un día si y otro no, alternado con el cabo de salas, sin estar excusado de realizar su trabajo durante ella.
Practicante de Farmacia. Tenía a su cargo las medicinas y utensilios de la botica, siendo responsable de su conservación. Además, se encargaba de la elaboración de las medicinas recetadas por el profesor médico. Asistirá a las visitas ordinarias y también extraordinarias, programadas por el médico, y siempre llevando consigo el recetario de medicinas para apuntar en el, con toda claridad, las prescripciones. Una vez terminada la consulta, se dedicará a preparar las medicinas ordenadas y entregar al practicante de cirugía las tópicas o externas.
Distribuirá personalmente las tisanas o cocimientos, poniéndolos en la cabecera de la cama y encargando al enfermo el uso de ellas, si el estado de este lo permitiera. En el caso de enfermos graves, la administración de los preparados corría a cargo del enfermero de la sala. Al finalizar el mes, hacia una “papeleta”, indicando los consumos.
Cabo de Salas. Tenía a su cargo las camas, ropas, envases, y aquellos que no estaban en uso quedarían guardados en el almacén. Asistía a las visitas médicas, llevando una libreta para anotar en ella la alimentación ordenada. Una vez finalizada esta visita, pasaba a la despensa para entregarla, en presencia del cocinero. Distribuía las comidas. Cuidaba del orden y se preocupaba por la limpieza de las salas y camas. Montaba guardias, un día si y otro no, alternando con el practicante de cirugía. Vigilaba la conducta de los enfermeros. Recogía la ropa de los enfermos ingresados, anotándolo.
Enfermeros. Se destinaba a cada sala el número de ellos que se consideraba necesario y no podía bajar de dos el número en cada una de ellas. Debían tratar a los enfermos en sus necesidades con dulzura y caridad. Hacían las camas y la limpieza de las vasijas. Debían cuidar del alumbrado, encendiéndolo a la puesta del sol y apagándolo por la mañana. Asistían a la visita médica. Acompañaban al cabo de salas para llevar los alimentos y a los practicantes de cirugía y farmacia para llevar el material de cura y las medicinas. Había un enfermero de guardia en cada sala, día y noche. No podían abandonar el establecimiento sin el permiso del director pero los días festivos, si estaban francos de servicio, se les concedía salir después de la comida hasta el anochecer.
Despensero. Tenía a su cargo los víveres pertenecientes al hospital, cuidando de su conservación. También era responsable de los enseres de cocina que no estuvieran en uso. Entregaba al cocinero, con arreglo a la libreta del cabo de salas, los artículos ordenados. En un tablero estaba la nota, indicando los artículos y raciones.
Cocinero. Tenía a su cargo los utensilios y envase de su dependencia, debiendo cuidar de su limpieza y conservación. Cocinaba los alimentos indicados para los enfermos y la comida del personal del hospital. Debía fregar platos y enseres. Recibía los artículos del despensero. Debía proveer a la enfermería el agua caliente necesaria para baños y operaciones, y siempre mantenía un hornillo con fuego para cubrir estas necesidades.
Krumanes. Personal nativo. Había un número de ellos considerados necesarios para el servicio exterior del establecimiento. Estaban encargados, fundamentalmente, de la limpieza del centro. Debían de estar provistos de agua potable y para limpieza. También tenían la misión de podar las plantas y conducir al cementerio los cadáveres de los fallecidos, dándoles sepultura. En esta penosa misión le acompañaba un enfermero.
Régimen de comidas hospitalarias.
Se siguió el Reglamento del Hospital de Marina de San Carlos, aprobado el 27 de mayo de 1851. El desayuno tenía lugar después de la visita médica. La comida a las 11 de la mañana y la cena a las 5 de la tarde. Si algún enfermo estaba febril y en mal estado, se guardaba la alimentación para cuando pudiera tomarla. Las dietas se daban según prescripción facultativa.
Reglamento interno del Hospital.
El hospital y sus dependencias se abrían al amanecer y se cerraban a las ocho de la noche. El personal no podía pernoctar fuera sin permiso del director. No se abriría la puerta, a no ser que se produjera un ingreso o tuviera el facultativo que hacer una visita extraordinaria. Los días festivos, se podían visitar a los enfermos en horarios de 10 a 11 de la mañana y de 3 a 5 de la tarde. No se podía introducir en el centro; alimentos, bebidas, y ropas.1
Hospital de María Cristina.
El primitivo Hospital va acusando el paso del tiempo y surge la necesidad de construir un nuevo centro que tomará el nombre de Hospital de María Cristina. En su construcción se emplea el acero y materiales importados de Bélgica.
Luis Ferrer González nos va hacer una descripción del centro, la cual recogida por Salvador Clavijo nos va a proporcionar una idea de su estructura física. Refiere que consta de un solo piso y que se encuentra elevado del suelo 1,80 metros. Tiene tres salas, capaz de albergar cada una de ellas 12 enfermos, y se encuentran separadas por dos patios interiores. Cada sala tiene dos cuartos para enfermos y material. Reciben luz y ventilación por ocho ventanas rasgadas, de corredera. Hay dos grandes puertas para facilitar el acceso a dichas salas, una en cada extremo.
El frente principal del edificio tiene delante una galería cubierta. Separados de las salas y en corredores anchos y transversales están los alojamientos del director, practicantes y boticario. Hay cuatro habitaciones más para enfermos distinguidos, cuartos de aislamiento y otros.
Otro corredor separa las salas de la fachada posterior, donde están: cocina, despensa y almacén. En cada extremo de los corredores hay dos habitaciones destinadas al depósito de medicinas y almacén de ropas, y en el posterior hay cuatro cuartos para excusados.
Nos llama la atención de que no se hable de la Capilla y de la habitación que debería ocupar el capellán. Tampoco figura entre el personal algún sacristán, como ocurría en otros hospitales, por lo que podemos pensar que este cargo podría recaer en algún personal del centro de la clase enfermero. Otro personaje que sorprende su presencia es la figura del boticario, y no sabemos si había alguien de esta clase contratado o se refiere al practicante de farmacia.
Este Hospital dejará de pertenecer a la Armada para pasar al Ejército. Aunque la Marina solicitó se le concediera una sala, a semejanza del Hospital de Ejército de la Habana, chocó con el problema de la falta de facultativos navales. No obstante, el personal de Armada siguió hospitalizándose en el centro. La Armada dispuso de una enfermería en la isla de Elobey.
Rio de Oro.
En el Sahara occidental, llamado Sahara español, en 1881 se habilitó como hospital un pontón fondeado frente a la costa de Rio de Oro, con el fin de prestar apoyo sanitario a la flota pesquera de las Islas Canarias. Tres años después, en 1884, con la fundación de Villa Cisneros se crea en la zona un destacamento y se construye una enfermería, quedando destinado en ella un segundo médico, comisionado y perteneciente al servicio de guardias del Hospital de Marina de San Carlos. Probablemente, hubo también un practicante comisionado.

NOTAS.
1) Clavijo y Clavijo, pp. 280-284.



Hospital Reina Cristina en Fernando Poo. Fachada exterior y una de sus salas. Salvador Clavijo. Figuras 86 y 87, p. 287.

BIBLIOGRAFÍA.
Clavijo y Clavijo, S. La trayectoria hospitalaria de la Armada española. Editorial Naval. Madrid, 1944.
Gracia Rivas, M. La Sanidad Naval española. Historia y evolución. E. N. Bazán. Barcelona, 1995.
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA FERNÁNDEZ, J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones. Puerto Real (Cádiz), 2015.
SÁNCHEZ LOBERA, F. “Primeras exploraciones españolas en el golfo de Guinea”.
www.elinconformistadigital.com. Barcelona, 28 de septiembre de 2014.

BIBLIOTECA VIRTUAL DE DEFENSA. Estado General de la Armada. Cuerpo de Sanidad. Año 1859.




    

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