No podemos cerrar estas narraciones sin
dedicar unas líneas a un hecho de la mayor heroicidad, protagonizado por un
grupo de militares de nuestro Ejército. Es la acción conocida como sitio o
asedio de Baler, el cual ha sido motivo de la leyenda de “Los últimos de
Filipinas”. Baler, un pueblecito de la Isla de Luzón, en el distrito del Príncipe,
y situado en un recodo, al sur de la bahía de su nombre y a unos mil metros de
la playa, bañada por las aguas del Océano Pacífico. Cuando en el archipiélago
surgen los primeros momentos de tensión, llega a este lugar el teniente Mota al
mando de 50 cazadores del grupo expedicionario, pero esta fuerza sucumbe al
momento ante los ataques de la multitud de sublevados. Entonces; desde Manila
se envían refuerzos. En el mes de febrero de 1898 llega un contingente de 54
cazadores al mando del capitán Enrique de las Morenas y Fossit, con los
tenientes: Saturnino Martin Cerezo y Juan Alonso Zayas, cuatro cabos, un
corneta, y 45 soldados. El personal destinado en enfermería se compone; del médico
segundo provisional Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro, el cabo indígena
Alfonso Sus Fojas, sanitario indígena Tomás Paladio Paredes, y el soldado
Bernardino Sánchez Cainzas.
Estas fuerzas terrestres se instalan
en la comandancia por ser un edificio bien fortificado, pero el capitán de las
Morenas acuerda con el párroco, el padre Carreño, refugiarse en la Iglesia si
la situación empeoraba. La sociedad secreta “Katipunan”, al frente de la cual
están Emilio Aguinaldo Famy y Antonio Luna Novicio, decide el ataque. Es el día 27 de julio y
los soldados españoles, tal como estaba previsto, se refugian en la Iglesia de
San Luis de Tolosa. Allí; se le unirán el párroco, Fray Cándido Gómez Carreño,
junto a los misioneros: Fray Juan López Guiñen y Fray Félix Minaya. Hacen
aprovisionamiento de víveres pero conforme avanza el tiempo, estos comienzan a
escasear, además la ventilación es muy deficiente porque se han debido cerrar
ventanas y el aire esta enormemente viciado. Aparecen los primeros síntomas y
signos de avitaminosis con una epidemia de beriberi; los pies y tobillos
comienzan a hincharse y los enfermos terminan con trastornos cardiovasculares y
neurológicos, algunos enfermos notan que se asfixian y otros han perdido la
sensibilidad o no pueden caminar. Algunos han muerto, como: el capitán Enrique
de las Morenas, el teniente Juan Alonso, el padre Carreño, el cabo José Chávez
y varios soldados. Cada vez escasean más los alimentos y los sitiados tienen
que comer lagartijas, ratas y serpientes. Manila ha caído y los tagalos atacan
ahora con cañones. La bandera de España esta consumida por el sol, lluvia y
vientos, y se hace necesario el reemplazo con telas encontradas, unas rojas y
otras amarillas. Es día 13 de agosto de 1898; ya se ha firmado el Tratado de
Paris con el que se llega a la paz. Pero a pesar de ello; nuestros héroes
continúan resistiendo en Baler pues aunque a Martin Cerezo, a quien le ha
recaído el mando, se le comunica que la guerra ha terminado, este no se fía de
nadie y continúa combatiendo. Al final llega como emisario desde Manila, el
teniente coronel Cristóbal Aguilar Castañeda quien le muestra la prensa
española, dándose cuenta de inmediato el jefe de la fuerza sitiada, de su error
y cuál es la realidad de los hechos. Es ya los primeros días de junio de 1899,
el día 2 es arriada la bandera española de lo alto de la Iglesia y es
sustituida por una bandera blanca. El asedio ha durado 337 días y Martin Cerezo
comunica la rendición, pidiendo una serie de condiciones; entre ellas no quedar
como prisioneros de guerra y no recibir ninguno de los militares españoles
ofensa alguna. Salen de la Iglesia, junto al teniente Martin Cerezo y el
oficial médico Vigil de Quiñones, 33 soldados y 2 frailes. Salen en lamentables
condiciones pero dando pruebas de una gran marcialidad, desfilando ante las
tropas tagalas que rinden honores. Emilio Aguinaldo es ahora el presidente de
la República Filipina quien lanza un decreto manifestando que las fuerzas
españolas en Baler se han hecho acreedoras de la admiración del mundo por “el
valor, constancia y heroísmo”, habiendo realizado una “epopeya gloriosa y
propia del legendario valor de los hijos del Cid y Pelayo”. Aunque ha habido
numerosos asedios a lo largo de la historia, podemos considerar sin reserva
alguna que el que sufrieron los militares españoles en la Iglesia de Baler, fue
de los más dramáticos. Curiosamente solo hubo dos muertos por heridas de bala y
otros dos quedaron inútiles, aunque hubo varios heridos de consideración. En
cambio, hizo estragos la enfermedad; la disentería y el beriberi. La falta de
alimentos jugó un papel importante pues faltaban productos frescos y no había
sal para procurar conservas. Por este motivo hubo que recurrir a la caza en
condiciones verdaderamente arriesgadas. A todo ello se le sumaba la falta de
ropa y calzado; así muchos iban semidesnudos y descalzos. La Iglesia estaba en
precarias condiciones, sobre todo cuando los rebeldes utilizaron un cañón. El
techo que era de zinc terminó por desprenderse, siendo ayudada su destrucción
por las piedras lanzadas por el enemigo; este hecho motivó que cuando
aparecieron las lluvias torrenciales, los sitiados sufrieran sus consecuencias,
a lo que se sumó el calor. El teniente Martin Cerezo y el segundo médico Vigil
de Quiñones, tuvieron que esforzarse por mantener la moral alta en la tropa. A
pesar de ello hubo alguna deserción y ello produjo grandes daños porque los
desertores facilitaron información al enemigo quienes conocieron a la
perfección cual era la situación de los sitiados, procurando en todo momento
mantener una guerra psicológica, tratando de demostrarles la falta de éxito a
que estaba destinada la resistencia; incluso Martin Cerezo y Vigil de Quiñones,
habían planeado organizar un fuga colectiva, cruzando al anochecer el bosque
para llegar a Manila, a la que creían en poder de las fuerzas españolas.
Rogelio Vigil de Quiñones había contraído el beriberi y se recuperaba de esta
enfermedad. Fue también herido por una bala que le afectó el riñón, teniendo el
mismo que operarse frente a un espejo. Montó guardias nocturnas y en alguna
ocasión disparó a los rebeldes para repeler el ataque de estos.
Llegan nuestros héroes a Manila y
embarcan en el vapor Alicante de la compañía Trasatlántica, el cual el día 29
de julio parte de Filipinas con rumbo a Barcelona, en cuyo puerto atraca el 1
de septiembre. El teniente Martin Cerezo es recompensado con la Cruz Laureada
de San Fernando y llegó al empleo de general. Muchos no comprendieron como no
se otorgó una laureada colectiva. Vigil de Quiñones es propuesto para la Cruz
Laureada de San Fernando, en cambio no le fue concedida. Si, le fueron
concedidas dos Cruces de María Cristina de 1ª clase, por acciones en 1898 y
1899.
Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro nace el día 1 de enero de 1862 en la
población de Marbella, provincia de Málaga. En esta localidad pasa los primeros
años de su vida y cursa los estudios de Bachillerato. Más tarde, se va a
trasladar con su familia a Granada y va a estudiar la carrera de Medicina en su
Facultad. En sus primeros años profesionales ejerce como médico rural en los
pueblos de Talará y Chite, en el valle de Lecrín y junto a las Alpujarras
granadinas. Un buen día, cuando cuenta con 36 años de edad, se alista en el
ejército como segundo médico provisional, siendo destinado a Filipinas. El día
2 de enero de 1898 llega a Manila.
Primero es destinado al hospital de Malate para pasar más tarde a Baler, con el
objeto de organizar una enfermería. Allí, permanece durante el asedio de la
Iglesia de San Luis de Tolosa, junto al resto de los asediados, cuya epopeya ya
conocemos. En el año de 1900, hace oposiciones
al Cuerpo de Sanidad del Ejército y tras aprobar pasa a la Escuela de Sanidad;
finalizando el curso en 1901, siendo destinado al Hospital de Sevilla como
médico de guardia. Más tarde, pasa destinado a Canarias donde permanece algún tiempo.
En 1906, asciende a Primer Médico y en 1909 está destinado en Barcelona. Es
enviado a Melilla tras el desastre del Barranco del Lobo y participa en las
campañas de Atalayón, en la península de Tres Forcas, así como en los combates
de la fortaleza de Atlaten y Segagan, en la provincia de Nador, y también en
Larache. Atendió a los heridos en el Hospital Militar de Melilla y en
Dar-Drius, en la provincia de Nador, donde se había instalado un hospital de
campaña. Desde 1911 a
1913, después de haber permanecido algún tiempo en Jerez de la Frontera, pasa
destinado a Larache. Regresa de África y es destinado a la Plana Mayor del
Regimiento de Cazadores Alfonso XII, nº 21, con sede en Sevilla, al que se
incorpora el día 11 de diciembre de 1914. En 1918, asciende al nuevo empleo de
Comandante Médico. Es nombrado: ayudante del Inspector Médico de la Región. Un
año después; es Jefe de Servicio del Hospital Militar de Sevilla, cuando por
permuta pasa al hospital de campaña en Dar-Drius. El día 14 de enero de 1924
pasa a la situación de reserva y el 30 de enero de 1926 a la situación de
retiro. Fija su residencia en San Fernando , y fallece en Cádiz; por “un ataque
de uremia”, el día 7 de febrero de 1934, a los 72 años de edad, siendo enterrado
en esta ciudad. El 15 de junio de 1947, los restos mortales de Rogelio Vigil de
Quiñones son trasladados a Madrid, a la Iglesia, hoy Catedral Basílica de Santa
María La Real de la Almudena, pasando más tarde al Panteón de los Héroes de las
guerras de Cuba y Filipinas. El Hospital Militar de Sevilla llevó su nombre.
Rogelio Vigil de Quiñones . Archivo del antiguo Hospital Militar de Sevilla.
NOTAS.
*). Roca Núñez et al. La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. pp.180-181.
BIBLIOGRAFÍA
BELAÚSTEGUI FERNÁNDEZ, A. Sanitarios Militares en
Filipinas, 1521-1898: La lucha contra el olvido VII. Servicio de
Publicaciones del Ministerio de Defensa. Madrid, 2012
DOMINGO, P. “El asedio de Baler: 30 de junio de 1898 al 2 de
junio de 1899”,
grandesbatallas.es
ROCA NÚÑEZ, J.B. ROCA FERNÁNDEZ, F.J. GARVÍ LÓPEZ, M. ROCA
FERNÁNDEZ,
J.J. Historia de la Medicina. La Sanidad de la
Armada española en la segunda mitad del siglo XIX. Martínez Encuadernaciones.
Puerto Real (Cádiz), 2015.
VELAMAZÁN PERDOMO, M. MENÉNDEZ ARGÜIN, A. VELAMAZÁN PERDOMO,
V.
“Rogelio Vigil de Quiñones. Un médico militar entre los últimos de
Filipinas”. El lejano oriente español. Filipinas. (Siglo XIX). VII Jornadas
Nacionales de Historia Militar.Cátedra “General Castaños”; pp. 691-703.
Sevilla, 5-9 de mayo, 1997.
No hay comentarios:
Publicar un comentario