Hospitalidad en el Camino
Surgen
fundaciones hospitalarias y la referencia más antigua la tenemos en el año 886,
cuando Alfonso III otorga a la Iglesia de Orense la posibilidad de atender a
pobres y peregrinos. Igual ocurrirá en el 899 con la Iglesia de Santiago. Se
han creado hospicios-hospitales en lugares, pueblos y villas, identificándose
estas instituciones mediante una concha venera colgada en el portal. Algunos
centros, especialmente en la montaña, hacían sonar su campana en las crudas
noches de invierno con el fin de guiar al peregrino que se encontraba perdido
en la nieve. Algunos monasterios que cerraban sus puertas durante la noche,
dejaban disponible un pequeño refugio para que el peregrino pudiera
resguardarse. Aquellos que estaban graves serian atendidos de manera espiritual
y cristiana y si fallecían se le hacían los sufragios según la liturgia.
Después se le sepultaba como a un hermano más. Los campesinos pobres eran
sepultados en un camposanto anexo mientras que los que poseían bienes ocupaban
sepulturas en iglesias y capillas anexas a los hospitales. Se decían Misas por
las almas de los fallecidos. A algunos peregrinos se les proporcionaba
sustento, cama y lavado de ropa, mientras que a otros solo los cuidados de
enfermería y medicamentos, así como atención espiritual. Al que disponía de
grandes medios se les daba todo lo necesario a cualquier hora de llegada. Había un establecimiento
mixto, hospedería-hospital que más tarde quedarían separados y cada uno pasaría
a realizar sus funciones. El hospital va a transformarse en un lugar sacrosanto
para reparación de los caminantes,
proporcionando protección a los vivos y reposo a los muertos. Van a
constituirse distintas categorías de hospitales, y así tenemos: hospitales
episcopales, de ordenes religiosas, ordenes militares, fundaciones civiles que
a su vez pueden ser monárquicas, nobiliarias, populares, parroquiales,
gremiales, cofradías, y privados. Las órdenes religiosas-militares, como ya
hemos comentado, van a adquirir una gran importancia en la Ruta Jacobea por su
asistencia al peregrino y protección del camino. La mayoría de los hospitales
de Galicia van a pertenecer a la Orden de San Juan de Jerusalén o
“Sanjuanistas”, fundada en 1084, que después pasó a denominarse Orden de Malta.
La Orden de Santiago de la Espada tenía la casa madre en Santa María de
Ribaloxio. La Orden de San Lázaro atendería a los leprosos en lazaretos,
destacando los de Sarria, Portomarín, Melide y Compostela. Con el tiempo, el
hospital irá tomando conciencia de su función y se va a convertir en un centro
de diagnostico y tratamiento de enfermos. Aunque pierde algo de la hospedería
original, sigue manteniendo esta función. Al principio, la fundación y
mantenimiento de los hospitales dependían de los obispos y monarcas, pero
después fue función de las órdenes religiosas y militares. El hospital medieval
va a tener varias funciones: remediar los organismos enfermos, preparar al
peregrino para su agonía y muerte, asilar a los mendigos que pueden permanecer
varios días, dar alojamiento al peregrino. En los siglos XI y XII los
hospitales están en las aldeas mientras que en el siglo XIII los mejores
hospitales los encontraremos en ciudades. Surge un enorme interés en mejorar
las condiciones sanitarias con el objeto de prevenir la peste y otras
epidemias. Los hospitales más pequeños eran casas de 6 a 10 camas por termino medio
y si tenían sitio, sus estatutos permitían el acoger a una persona un máximo de
tres días en verano y cinco días en invierno. Si no había camas suficientes se
podrían meter dos personas o más en una misma cama. Otras veces, el peregrino o
enfermo se acostaba sobre un montón de paja. Cuando los monjes benedictinos
crearon junto a sus monasterios los primeros hospitales, la finalidad consistía
en el triple servicio de asilo a los pobres, refugio de peregrinos y asistencia
de enfermos. No obstante, la gran afluencia de peregrinos imposibilitaba la
atención a enfermos graves. Más bien, comenzaron a funcionar como albergues y
el servicio incluía el lavado de pies a los recién llegados, según la Biblia.
Se mantenían las chimeneas encendidas para el calentamiento y poder secar las
ropas. Había estancias separadas para hombres y mujeres, y la comida del
peregrino consistía en una ración de pan, un plato de verduras y carne o
legumbres Después mejorarían ostensiblemente los hospitales. En los hospitales
más importantes aparece la figura del “hospitalero”, persona que se encarga de
recibir al peregrino y suele hablar varias lenguas. Después está el enfermero. Pero
en los hospitales más humildes el hospitalero es recepcionista, sanitario,
asesor espiritual, y varias funciones más. En los hospitales mayores este
hospitalero es organizador, intendente y administrativo. El enfermero se
encargará de la asistencia sanitaria. Se crean los hospitales de San Marcos en
León y del Rey en Burgos. En Compostela surge el Hospital y la cofradía del Apóstol
Santiago. Los fieles de cualquier provincia o nación, mediante el pago de un
sexto de un ducado de oro, o los trabajadores del hospital, podrían adquirir
privilegios espirituales. El Hospital del Rey de Burgos llegó a tener 87 camas,
distribuidas en dos enfermerías. Dos hospederías, una para hombres y otra para
mujeres. A finales del siglo XV los peregrinos que se acogían a el tenían
derecho a una ración diaria, constituida de la siguiente manera: Abundante pan
y vino, un potaje con legumbres y hortalizas, y un trozo de carne de cordero de
un cuarto quilo de peso.
Con el
desarrollo de las ciudades aparecen las ventas y posadas, las cuales van a
tener su auge durante los siglos XIV y XV. La posada se va a constituir sobre
una vivienda ordinaria, donde su propietario la acomoda para albergue. En la
planta baja hay un amplio establo y una bodega para guardar las mercancías. En
este nivel habrá una sala con chimenea, separada o no de la cocina. El piso
superior cuenta con varias habitaciones con dos camas cada una, y puede haber
un dormitorio corrido con doce o catorce camas, y cada una puede ser para dos
ocupantes. El cliente tendría derecho a cocina, comprando sus propios alimentos
y cocinarlos.
La medicina y la farmacia
El concepto de
enfermedad infecto-contagios en la Edad Media era de que muchas de ellas tenían
su origen en un castigo Divino, como es el caso de la lepra, peste y fuego de
San Antón. El leproso era apartado de la sociedad y condenado a vivir en
hospitales de incurables o “lazaretos”, estos situados en las afueras de las
ciudades y en los cruces de los caminos. Quedaban a lo largo de la ruta de los
peregrinos y vivían de donativos y algunos trabajos que pudieran realizar.
Había otros hospitales para infecciosos. Cuando el paciente ingresaba en el
centro hospitalario, se le afeitaba la barba y la cabeza. Se le despojaba de su
ropa, se le lavaba y se le daba ropa limpia. La peste era fácilmente contagiosa
y ante la sospecha de una epidemia no se permitía la entrada en ciudades de
peregrinos, ni de mercaderes y comerciantes. Se conocía como “Fuego de San
Antón” a una enfermedad endémica, aunque no contagiosa, llamada también “Ignis
infernalis o Fuego del infierno”. Hoy en día se conoce con el nombre de
ergotismo, propia del norte y centro de Europa, debido al consumo de pan de
centeno, pues la produce un hongo llamado cornezuelo del centeno, ergot o
claviceps purpurea, el cual produce la ergotamina, y cuyos alcaloides actúan
sobre la circulación y neurotransmisión. Como consecuencia de ello se producen
trastornos vasculares, pudiéndose llegar a la gangrena en extremidades distales
y en otras partes. Trastornos nerviosos con sensación de quemazón y dolor
intenso. Trastornos psíquicos con alucinaciones visuales y auditivas. El
peregrino mejoraba en el camino porque en el sur de Europa el pan solía ser de
trigo. Los peregrinos lo achacaban a la intervención de Apóstol, pero al volver
a su país de origen y tomar la dieta habitual, reaparecían los síntomas. Al
propio Apóstol Santiago se la atribuía un poder curativo pero los hospitales
utilizaban las medicinas que tenían y durante mucho tiempo se impuso la
farmacoterapia natural de los monasterios y los remedios curativos de los
pueblos de la ruta. Durante los siglos XII y XIII la medicina había estado a
cargo de los monjes benedictinos, los cuales poseían las boticas, y como no
podían abandonar el monasterio transmitieron sus conocimientos a los laicos. En
el siglo XII predomina la escuela de Salerno como el primer centro médico donde
se estudia medicina. Situada en una localidad cercana a Nápoles había abierto
sus puertas en el siglo IX. Se enseñó la anatomía, se practicó medicina
clínica, cirugía, y algunas especialidades como obstetricia y oftalmología.
Según las crónicas, llega a Compostela un médico procedente de esta escuela,
llamado Roberto, y aunque no se tiene datos ciertos, revolucionaria la medicina
de la época. No obstante, ya en la segunda mitad del siglo XII se estudia
medicina en Salamanca. Sobre medicamentos, encontramos citas en el Códice Calixtino,
y nos habla de la gera fortísima, tríferas Alejandrina y serracénica, gera pulina o apostolicum, un compuesto llamado adriano que era el geralogodion, y otros muchos. Diremos que todos ellos son
componentes de los preparados que utilizaban los médicos de la Edad Media. En
cuanto a la aplicación de los medicamentos se irán estableciéndose distintas categorías
y nos encontraremos con los purgantes, composiciones o jarabes, emplastos,
pociones o soluciones, vomitivos, antídotos y otros. La Farmacia no existía
como disciplina independiente. Los monasterios benedictinos que se habían
ocupado de la elaboración de medicamentos disponían de dos apartados: Botica,
donde guardaban las plantas medicinales. Rebotica, donde se preparaban los
remedios y se guardaba el alambique, hornillos y otros instrumentos. Las
plantas provenían del huerto propio. Además, criaban animales que empleaban en
la terapéutica, como lagartos, víboras y sanguijuelas. También existían los
herbarios, dedicados al cuidado de las plantas. Por otra parte, el transito de
peregrinos favoreció la transmisión de remedios populares, provenientes de la
sabiduría propia o de curanderos.
En el siglo
XVI surge la preocupación de la higiene y se comprueba de que se están
produciendo situaciones viciosas. Aparecen denuncias desde la misma Iglesia por
abusos y corrupciones, mientras que los enemigos del Camino no paran de hacer sus
críticas. La Reforma protestante ataca el fenómeno de la peregrinación.
Disminuye el número de peregrinos ingleses y franceses, mientras que los
peregrinos alemanes bajo la sospecha de ser luteranos serán investigados por la
Inquisición. La afluencia de peregrinos originará problemas serios, derivados
de la falta de higiene. En los albergues no había servicios de aseo adecuados y
los caminantes se lavaban de forma parcial en fuentes y ríos de los caminos, o
en los lugares llamados lavaméntulas, no lavándose de cuerpo entero. La lepra y
la peste podrían hacer estragos. En ocasiones se tenía que quemar la ropa del
peregrino y entregarle ropa nueva. Arranca la falsa creencia de que el
botafumeiro fue inventado para contrarrestar los malos olores que se producían
en la Iglesia. En realidad, es signo de purificación espiritual y alabanza,
aunque secundariamente quitaba estos malos olores.
Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Astorga
Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Órbigo
Vista parcial del Hotel Hostal de los Reyes Católicos. Antiguo Hospital Real de Santiago de Compostela
Continúa
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