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miércoles, 12 de octubre de 2016

Detrás de la Historia. Recordatorio del Camino de Santiago




Hospitalidad en el Camino

Surgen fundaciones hospitalarias y la referencia más antigua la tenemos en el año 886, cuando Alfonso III otorga a la Iglesia de Orense la posibilidad de atender a pobres y peregrinos. Igual ocurrirá en el 899 con la Iglesia de Santiago. Se han creado hospicios-hospitales en lugares, pueblos y villas, identificándose estas instituciones mediante una concha venera colgada en el portal. Algunos centros, especialmente en la montaña, hacían sonar su campana en las crudas noches de invierno con el fin de guiar al peregrino que se encontraba perdido en la nieve. Algunos monasterios que cerraban sus puertas durante la noche, dejaban disponible un pequeño refugio para que el peregrino pudiera resguardarse. Aquellos que estaban graves serian atendidos de manera espiritual y cristiana y si fallecían se le hacían los sufragios según la liturgia. Después se le sepultaba como a un hermano más. Los campesinos pobres eran sepultados en un camposanto anexo mientras que los que poseían bienes ocupaban sepulturas en iglesias y capillas anexas a los hospitales. Se decían Misas por las almas de los fallecidos. A algunos peregrinos se les proporcionaba sustento, cama y lavado de ropa, mientras que a otros solo los cuidados de enfermería y medicamentos, así como atención espiritual. Al que disponía de grandes medios se les daba todo lo necesario a cualquier  hora de llegada. Había un establecimiento mixto, hospedería-hospital que más tarde quedarían separados y cada uno pasaría a realizar sus funciones. El hospital va a transformarse en un lugar sacrosanto para reparación  de los caminantes, proporcionando protección a los vivos y reposo a los muertos. Van a constituirse distintas categorías de hospitales, y así tenemos: hospitales episcopales, de ordenes religiosas, ordenes militares, fundaciones civiles que a su vez pueden ser monárquicas, nobiliarias, populares, parroquiales, gremiales, cofradías, y privados. Las órdenes religiosas-militares, como ya hemos comentado, van a adquirir una gran importancia en la Ruta Jacobea por su asistencia al peregrino y protección del camino. La mayoría de los hospitales de Galicia van a pertenecer a la Orden de San Juan de Jerusalén o “Sanjuanistas”, fundada en 1084, que después pasó a denominarse Orden de Malta. La Orden de Santiago de la Espada tenía la casa madre en Santa María de Ribaloxio. La Orden de San Lázaro atendería a los leprosos en lazaretos, destacando los de Sarria, Portomarín, Melide y Compostela. Con el tiempo, el hospital irá tomando conciencia de su función y se va a convertir en un centro de diagnostico y tratamiento de enfermos. Aunque pierde algo de la hospedería original, sigue manteniendo esta función. Al principio, la fundación y mantenimiento de los hospitales dependían de los obispos y monarcas, pero después fue función de las órdenes religiosas y militares. El hospital medieval va a tener varias funciones: remediar los organismos enfermos, preparar al peregrino para su agonía y muerte, asilar a los mendigos que pueden permanecer varios días, dar alojamiento al peregrino. En los siglos XI y XII los hospitales están en las aldeas mientras que en el siglo XIII los mejores hospitales los encontraremos en ciudades. Surge un enorme interés en mejorar las condiciones sanitarias con el objeto de prevenir la peste y otras epidemias. Los hospitales más pequeños eran casas de 6 a 10 camas por termino medio y si tenían sitio, sus estatutos permitían el acoger a una persona un máximo de tres días en verano y cinco días en invierno. Si no había camas suficientes se podrían meter dos personas o más en una misma cama. Otras veces, el peregrino o enfermo se acostaba sobre un montón de paja. Cuando los monjes benedictinos crearon junto a sus monasterios los primeros hospitales, la finalidad consistía en el triple servicio de asilo a los pobres, refugio de peregrinos y asistencia de enfermos. No obstante, la gran afluencia de peregrinos imposibilitaba la atención a enfermos graves. Más bien, comenzaron a funcionar como albergues y el servicio incluía el lavado de pies a los recién llegados, según la Biblia. Se mantenían las chimeneas encendidas para el calentamiento y poder secar las ropas. Había estancias separadas para hombres y mujeres, y la comida del peregrino consistía en una ración de pan, un plato de verduras y carne o legumbres Después mejorarían ostensiblemente los hospitales. En los hospitales más importantes aparece la figura del “hospitalero”, persona que se encarga de recibir al peregrino y suele hablar varias lenguas. Después está el enfermero. Pero en los hospitales más humildes el hospitalero es recepcionista, sanitario, asesor espiritual, y varias funciones más. En los hospitales mayores este hospitalero es organizador, intendente y administrativo. El enfermero se encargará de la asistencia sanitaria. Se crean los hospitales de San Marcos en León y del Rey en Burgos. En Compostela surge el Hospital y la cofradía del Apóstol Santiago. Los fieles de cualquier provincia o nación, mediante el pago de un sexto de un ducado de oro, o los trabajadores del hospital, podrían adquirir privilegios espirituales. El Hospital del Rey de Burgos llegó a tener 87 camas, distribuidas en dos enfermerías. Dos hospederías, una para hombres y otra para mujeres. A finales del siglo XV los peregrinos que se acogían a el tenían derecho a una ración diaria, constituida de la siguiente manera: Abundante pan y vino, un potaje con legumbres y hortalizas, y un trozo de carne de cordero de un cuarto quilo de peso.
Con el desarrollo de las ciudades aparecen las ventas y posadas, las cuales van a tener su auge durante los siglos XIV y XV. La posada se va a constituir sobre una vivienda ordinaria, donde su propietario la acomoda para albergue. En la planta baja hay un amplio establo y una bodega para guardar las mercancías. En este nivel habrá una sala con chimenea, separada o no de la cocina. El piso superior cuenta con varias habitaciones con dos camas cada una, y puede haber un dormitorio corrido con doce o catorce camas, y cada una puede ser para dos ocupantes. El cliente tendría derecho a cocina, comprando sus propios alimentos y cocinarlos.

La medicina y la farmacia

El concepto de enfermedad infecto-contagios en la Edad Media era de que muchas de ellas tenían su origen en un castigo Divino, como es el caso de la lepra, peste y fuego de San Antón. El leproso era apartado de la sociedad y condenado a vivir en hospitales de incurables o “lazaretos”, estos situados en las afueras de las ciudades y en los cruces de los caminos. Quedaban a lo largo de la ruta de los peregrinos y vivían de donativos y algunos trabajos que pudieran realizar. Había otros hospitales para infecciosos. Cuando el paciente ingresaba en el centro hospitalario, se le afeitaba la barba y la cabeza. Se le despojaba de su ropa, se le lavaba y se le daba ropa limpia. La peste era fácilmente contagiosa y ante la sospecha de una epidemia no se permitía la entrada en ciudades de peregrinos, ni de mercaderes y comerciantes. Se conocía como “Fuego de San Antón” a una enfermedad endémica, aunque no contagiosa, llamada también “Ignis infernalis o Fuego del infierno”. Hoy en día se conoce con el nombre de ergotismo, propia del norte y centro de Europa, debido al consumo de pan de centeno, pues la produce un hongo llamado cornezuelo del centeno, ergot o claviceps purpurea, el cual produce la ergotamina, y cuyos alcaloides actúan sobre la circulación y neurotransmisión. Como consecuencia de ello se producen trastornos vasculares, pudiéndose llegar a la gangrena en extremidades distales y en otras partes. Trastornos nerviosos con sensación de quemazón y dolor intenso. Trastornos psíquicos con alucinaciones visuales y auditivas. El peregrino mejoraba en el camino porque en el sur de Europa el pan solía ser de trigo. Los peregrinos lo achacaban a la intervención de Apóstol, pero al volver a su país de origen y tomar la dieta habitual, reaparecían los síntomas. Al propio Apóstol Santiago se la atribuía un poder curativo pero los hospitales utilizaban las medicinas que tenían y durante mucho tiempo se impuso la farmacoterapia natural de los monasterios y los remedios curativos de los pueblos de la ruta. Durante los siglos XII y XIII la medicina había estado a cargo de los monjes benedictinos, los cuales poseían las boticas, y como no podían abandonar el monasterio transmitieron sus conocimientos a los laicos. En el siglo XII predomina la escuela de Salerno como el primer centro médico donde se estudia medicina. Situada en una localidad cercana a Nápoles había abierto sus puertas en el siglo IX. Se enseñó la anatomía, se practicó medicina clínica, cirugía, y algunas especialidades como obstetricia y oftalmología. Según las crónicas, llega a Compostela un médico procedente de esta escuela, llamado Roberto, y aunque no se tiene datos ciertos, revolucionaria la medicina de la época. No obstante, ya en la segunda mitad del siglo XII se estudia medicina en Salamanca. Sobre medicamentos, encontramos citas en el Códice Calixtino, y nos habla de la gera fortísima, tríferas Alejandrina y serracénica, gera pulina o apostolicum, un compuesto llamado adriano que era el geralogodion, y otros muchos. Diremos que todos ellos son componentes de los preparados que utilizaban los médicos de la Edad Media. En cuanto a la aplicación de los medicamentos se irán estableciéndose distintas categorías y nos encontraremos con los purgantes, composiciones o jarabes, emplastos, pociones o soluciones, vomitivos, antídotos y otros. La Farmacia no existía como disciplina independiente. Los monasterios benedictinos que se habían ocupado de la elaboración de medicamentos disponían de dos apartados: Botica, donde guardaban las plantas medicinales. Rebotica, donde se preparaban los remedios y se guardaba el alambique, hornillos y otros instrumentos. Las plantas provenían del huerto propio. Además, criaban animales que empleaban en la terapéutica, como lagartos, víboras y sanguijuelas. También existían los herbarios, dedicados al cuidado de las plantas. Por otra parte, el transito de peregrinos favoreció la transmisión de remedios populares, provenientes de la sabiduría propia o de curanderos.
En el siglo XVI surge la preocupación de la higiene y se comprueba de que se están produciendo situaciones viciosas. Aparecen denuncias desde la misma Iglesia por abusos y corrupciones, mientras que los enemigos del Camino no paran de hacer sus críticas. La Reforma protestante ataca el fenómeno de la peregrinación. Disminuye el número de peregrinos ingleses y franceses, mientras que los peregrinos alemanes bajo la sospecha de ser luteranos serán investigados por la Inquisición. La afluencia de peregrinos originará problemas serios, derivados de la falta de higiene. En los albergues no había servicios de aseo adecuados y los caminantes se lavaban de forma parcial en fuentes y ríos de los caminos, o en los lugares llamados lavaméntulas, no lavándose de cuerpo entero. La lepra y la peste podrían hacer estragos. En ocasiones se tenía que quemar la ropa del peregrino y entregarle ropa nueva. Arranca la falsa creencia de que el botafumeiro fue inventado para contrarrestar los malos olores que se producían en la Iglesia. En realidad, es signo de purificación espiritual y alabanza, aunque secundariamente quitaba estos malos olores. 







 Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Astorga







 Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Órbigo



Vista parcial del Hotel Hostal de los Reyes Católicos. Antiguo Hospital Real de Santiago de Compostela



Continúa


 

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