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jueves, 22 de septiembre de 2016

Detrás de la Historia. Recordatorio del Camino de Santiago



El Camino

Los tres mayores destinos del peregrinaje europeo durante la Edad Media eran: Jerusalén, Santiago de Compostela y Roma. La devoción por Santiago el Mayor se había extendido por España y por Europa. Algunas fuentes señalan al obispo de la ciudad francesa de Le Puy, Godescalco, como el primer peregrino, el cual hizo el camino en el año 950, y durante siglos miles de europeos emprendieron la ruta. En realidad, debemos de hablar de rutas porque estas fueron diversas. A través de los Pirineos se llegaba a la Península siguiendo los pasos de Somport y Roncesvalles para llegar a Puente de la Reina y seguir un camino único, pasando por Logroño, Burgos, León y Lugo, finalmente Santiago. El monje  Aymeric Picaud creó la Guía del peregrino a Santiago de Compostela. Por los distintos caminos circulaban: hombres, ganado y carros. Para las gentes de a pie, bastaba un reducido espacio para poder caminar, si este se encontraba en un buen estado. Cosa que no ocurría si se trataba de caballerizas y carruajes. Algunos reyes y señores realizaron obras con el fin de facilitar el tránsito de personas y mercancías. En la construcción y mantenimiento intervinieron campesinos del lugar. Más tarde, ermitaños y gentes piadosas se asociaron a las obras, las cuales fueron creciendo en importancia hasta llegar a los puentes medievales, muchos de los cuales persisten en el día de hoy. Alrededor de ellos surgieron villas, como es el caso de Santo Domingo de la Calzada, sobre el puente construido por Domingo sobre el rio Oja. Los caminos tenían una anchura muy variable, a veces se aprovechaban las antiguas calzadas romanas, algunos podían tener 15 m. de ancho. Las cañadas eran más anchas y por ellas circulaban rebaños. Los caminos se estrechaban cuando se llegaba a los puentes pero se habilitaba, a ser posible, un ensanchamiento para facilitar el transito. Muchos ríos no disponían de puentes para cruzarlos y había que buscar un sitio de poca profundidad para remangarse y meterse en el agua. Otras veces, el viajero pagaba a una persona para que lo llevara a hombros, y también trasladase su equipaje. Aparecieron barqueros que en botes pequeños o almadías, que eran unas balsas hechas de troncos de madera, cruzaban de una orilla a la otra a los caminantes, y a los jinetes con sus cabalgaduras. En ocasiones, hubo abusos en el cobro por la prestación de los servicios. En las montañas, los aldeanos se ofrecían como guías. Todo ello no quedaba exento de peligro, pues el peregrino podía encontrase con extensos bosques poblados por bandidos y alimañas. Oras veces, se tropezaban con ríos sin cauce y con desbordamientos frecuentes, o puertos de montaña cerrados a consecuencia de la nieve, durante largo tiempo.
Después de diversas modificaciones en la orden benedictina del Cluny se va a establecer una relación entre los monjes franceses y españoles, hecho que repercutirá en los peregrinos aliviando la fatiga del viaje con sus monasterios, hospederías y hospitales. Con el fin de favorecer la repoblación, los reyes crearon privilegios para atraer a los habitantes del país vecino, facilitándoles asentamiento en distintas regiones del Norte como Jaca, Estella, Pamplona, Nájera y Burgos, y donde nuestros vecinos francos ejercieron fundamentalmente el comercio. La ruta del peregrino va a convertirse en una ruta comercial, surgiendo verdaderos gremios urbanos ligados a comerciantes y artesanos, tanto francos como judíos. En el año 1095 el Papa Urbano II hace trasladar la sede episcopal de Iría Flavia a Compostela. Sin embargo, es una vez entrado el siglo XII cuando tiene lugar el auge del camino. Reluce la Catedral bajo la huella del maestro Mateo, gran escultor y arquitecto. En 1122 el Papa Calixto II concede el Año Santo Compostelano por el que pueden alcanzar el jubileo todos aquellos que visiten el Templo los años en que el 25 de julio, fiesta del Apóstol, coincida con un Domingo. Se redacta el documento llamado Historia Compostelana. Surgen gran número de peregrinos, se fijan las rutas y se levantan puentes. Se construyen monasterios, albergues y hospitales. Nacen pueblos. Destaca en el menester la orden del Cluny, la cual crea una verdadera infraestructura asistencial a lo largo del camino. Van a surgir las ordenes militares de Calatrava, Alcántara y Santiago, que inspiradas en la orden del Temple, junto a los votos religiosos le añadirán el de la defensa del peregrino. En el año de 1147 aparecerá la ruta del mar en la que partiendo del puerto de Dartmouth, en Inglaterra, en una escuadra de más de doscientas naves al mando del conde de Flandes, viajan peregrinos procedentes de Inglaterra, Alemania y Borgoña. Destaca la presencia del rey Luis VII de Francia, acompañado de nobles y autoridades eclesiásticas. También destacaremos la presencia del duque de Aquitania. Llegamos al siglo XV y nos encontramos que se multiplican los relatos referentes al Camino y surgen poemas en distintas lenguas. Se describe el camino portugués. En Alemania surge una guía para peregrinos alemanes que se había editado en Estrasburgo, donde se dan importantes consejos para el peregrino. Los Reyes Católicos habían extendido salvoconductos, tanto para los habitantes de su reino como para los de cualquier parte del mundo, así como habían dictado reglas para los albergues, con regulación de los precios, ordenando que haya abundancia de comida, con inspección de ventas y mesones. En el siglo XVII surge la piratería y cuando el pirata ingles Sir Francis Drake ataca La Coruña, se ocultan tesoros documentos y reliquias. El cuerpo del Apóstol fue retirado del sepulcro y escondido en otro lugar. Con el tiempo irán surgiendo muchos otros caminos. 

 Reliquias arquitectonicas en el Camino.

 Vista parcial de las catedrales de León y de Astorga



 Puente de Órbigo en la provincia de León

Detalles del Castillo de los templarios de Ponferrada

Puente en Samos. Detalles de la Abadía de Samos



Cruceiro en Portomarín


Detalles de la capilla Nuestra Señora de las Nieves de Portomarín


Detalles de la Iglesia de San Nicolás de Portomarín 

Continúa





















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