El Camino
Los tres
mayores destinos del peregrinaje europeo durante la Edad Media eran: Jerusalén,
Santiago de Compostela y Roma. La devoción por Santiago el Mayor se había
extendido por España y por Europa. Algunas fuentes señalan al obispo de la
ciudad francesa de Le Puy, Godescalco, como el primer peregrino, el cual hizo
el camino en el año 950, y durante siglos miles de europeos emprendieron la
ruta. En realidad, debemos de hablar de rutas porque estas fueron diversas. A
través de los Pirineos se llegaba a la Península siguiendo los pasos de Somport
y Roncesvalles para llegar a Puente de la Reina y seguir un camino único,
pasando por Logroño, Burgos, León y Lugo, finalmente Santiago. El monje Aymeric
Picaud creó la Guía del peregrino a Santiago de Compostela. Por los distintos
caminos circulaban: hombres, ganado y carros. Para las gentes de a pie, bastaba
un reducido espacio para poder caminar, si este se encontraba en un buen estado.
Cosa que no ocurría si se trataba de caballerizas y carruajes. Algunos reyes y
señores realizaron obras con el fin de facilitar el tránsito de personas y
mercancías. En la construcción y mantenimiento intervinieron campesinos del
lugar. Más tarde, ermitaños y gentes piadosas se asociaron a las obras, las
cuales fueron creciendo en importancia hasta llegar a los puentes medievales,
muchos de los cuales persisten en el día de hoy. Alrededor de ellos surgieron
villas, como es el caso de Santo Domingo de la Calzada, sobre el puente
construido por Domingo sobre el rio Oja. Los caminos tenían una anchura muy
variable, a veces se aprovechaban las antiguas calzadas romanas, algunos podían
tener 15 m. de ancho. Las cañadas eran más anchas y por ellas circulaban
rebaños. Los caminos se estrechaban cuando se llegaba a los puentes pero se
habilitaba, a ser posible, un ensanchamiento para facilitar el transito. Muchos
ríos no disponían de puentes para cruzarlos y había que buscar un sitio de poca
profundidad para remangarse y meterse en el agua. Otras veces, el viajero
pagaba a una persona para que lo llevara a hombros, y también trasladase su
equipaje. Aparecieron barqueros que en botes pequeños o almadías, que eran unas
balsas hechas de troncos de madera, cruzaban de una orilla a la otra a los
caminantes, y a los jinetes con sus cabalgaduras. En ocasiones, hubo abusos en
el cobro por la prestación de los servicios. En las montañas, los aldeanos se
ofrecían como guías. Todo ello no quedaba exento de peligro, pues el peregrino
podía encontrase con extensos bosques poblados por bandidos y alimañas. Oras
veces, se tropezaban con ríos sin cauce y con desbordamientos frecuentes, o
puertos de montaña cerrados a consecuencia de la nieve, durante largo tiempo.
Después de
diversas modificaciones en la orden benedictina del Cluny se va a establecer
una relación entre los monjes franceses y españoles, hecho que repercutirá en
los peregrinos aliviando la fatiga del viaje con sus monasterios, hospederías y
hospitales. Con el fin de favorecer la repoblación, los reyes crearon
privilegios para atraer a los habitantes del país vecino, facilitándoles
asentamiento en distintas regiones del Norte como Jaca, Estella, Pamplona,
Nájera y Burgos, y donde nuestros vecinos francos ejercieron fundamentalmente
el comercio. La ruta del peregrino va a convertirse en una ruta comercial,
surgiendo verdaderos gremios urbanos ligados a comerciantes y artesanos, tanto
francos como judíos. En el año 1095 el Papa Urbano II hace trasladar la sede
episcopal de Iría Flavia a Compostela. Sin embargo, es una vez entrado el siglo
XII cuando tiene lugar el auge del camino. Reluce la Catedral bajo la huella
del maestro Mateo, gran escultor y arquitecto. En 1122 el Papa Calixto II
concede el Año Santo Compostelano por el que pueden alcanzar el jubileo todos aquellos
que visiten el Templo los años en que el 25 de julio, fiesta del Apóstol,
coincida con un Domingo. Se redacta el documento llamado Historia Compostelana.
Surgen gran número de peregrinos, se fijan las rutas y se levantan puentes. Se
construyen monasterios, albergues y hospitales. Nacen pueblos. Destaca en el
menester la orden del Cluny, la cual crea una verdadera infraestructura
asistencial a lo largo del camino. Van a surgir las ordenes militares de
Calatrava, Alcántara y Santiago, que inspiradas en la orden del Temple, junto a
los votos religiosos le añadirán el de la defensa del peregrino. En el año de
1147 aparecerá la ruta del mar en la que partiendo del puerto de Dartmouth, en
Inglaterra, en una escuadra de más de doscientas naves al mando del conde de
Flandes, viajan peregrinos procedentes de Inglaterra, Alemania y Borgoña.
Destaca la presencia del rey Luis VII de Francia, acompañado de nobles y
autoridades eclesiásticas. También destacaremos la presencia del duque de
Aquitania. Llegamos al siglo XV y nos encontramos que se multiplican los
relatos referentes al Camino y surgen poemas en distintas lenguas. Se describe
el camino portugués. En Alemania surge una guía para peregrinos alemanes que se
había editado en Estrasburgo, donde se dan importantes consejos para el
peregrino. Los Reyes Católicos habían extendido salvoconductos, tanto para los
habitantes de su reino como para los de cualquier parte del mundo, así como habían dictado reglas para los albergues, con regulación de los precios, ordenando
que haya abundancia de comida, con inspección de ventas y mesones. En el siglo
XVII surge la piratería y cuando el pirata ingles Sir Francis Drake ataca La
Coruña, se ocultan tesoros documentos y reliquias. El cuerpo del Apóstol fue
retirado del sepulcro y escondido en otro lugar. Con el tiempo irán surgiendo
muchos otros caminos.
Reliquias arquitectonicas en el Camino.
Vista parcial de las catedrales de León y de Astorga
Puente de Órbigo en la provincia de León
Detalles del Castillo de los templarios de Ponferrada
Puente en Samos. Detalles de la Abadía de Samos
Cruceiro en Portomarín
Detalles de la capilla Nuestra Señora de las Nieves de Portomarín
Detalles de la Iglesia de San Nicolás de Portomarín
Continúa
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