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lunes, 11 de abril de 2022

SEMANA SANTA. 2022

 LA ÚLTIMA CENA

 Narra el Evangelio de San Marcos que cuando Pedro le pregunta al Maestro: “¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua?”. Jesús le dice: “Id a la ciudad y encontrareis a un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle y, donde entre, decidle al dueño de la casa, El Maestro dice ¿Dónde está mi sala para comer la pascua con mis discípulos? Y él os enseñará una sala grande, alfombrada y preparada. Hacednos allí los preparativos”.

La casa ante la que el criado se detuvo era una vivienda típica de familias acomodadas de Jerusalén, con dos pisos; el primero quedaba reservado a la vida familiar y el segunda era destinado a los huéspedes. A este piso segundo se subía por unas escaleras exteriores que daban directamente a la calle. Martín Descalzo opina que el dueño de la casa debía de ser una persona muy conocida de Jesús porque se ve que tenía con él, confianza. Algunos historiadores señalan a Nicodemo y otros a José de Arimatea, aunque no es fácil pensar que Jesucristo comprometiera a estos dos personajes que estaban muy próximos a los sacerdotes de Israel. Algunos han pensado que la vivienda podría pertenecer al padre o a algún pariente del evangelista Marcos, ya que la casa se convirtió después de la muerte de Cristo en un lugar habitual de reunión de los cristianos de Jerusalén. Una tradición muy antigua apoya esta última teoría.

La tradición también ha situado el lugar del cenáculo en la cumbre del monte Sion, fuera de la ciudad y a unos 130 m. de la puerta que lleva el nombre de la colina. Nos imaginamos la escena; cuando el dueño de la casa enseña a Pedro y Juan la habitación preparada con alfombras, divanes y cojines, rodeando la mesa; ellos parten para comprar los preparativos de la cena, un cordero que tiene que resultar suficiente para trece comensales. Acuden a uno de los sacrificios del templo para que sea degollado según el rito y después ellos mismos lo asarán al horno de ladrillo y prepararan las tortas de pan sin levadura. Se llamaba el matzath, que era el pan que los judíos habían comido al salir de Egipto. Estaba hecho sin levadura porque en aquella salida tan precipitada las mujeres no tuvieron tiempo de ponerla. Después, debieron preparar una ensalada de hierbas amargas para recordar las penas del cautiverio, teniendo a disposición un cuenco de vinagre para mojarlas. Llevaron vino, el cual era caro, pero en los días de la pascua los levitas lo vendían en el templo a precio de coste. Le añadieron un punto de agua, según la Ley. Finalmente; prepararon el “Jaroset”, una salsa de color ladrillo compuesta de almendras, higos, dátiles y canela, machacados en vino. Había que tener grandes cántaros de agua para las abluciones.

Cuando Jesús, acompañado por los discípulos entra en la sala, debieron percibir un fuerte olor a grasa y a especies picantes. El dueño de la casa mostraría a Jesús la mesa preparada y le preguntaría si todo estaba a su gusto. El Maestro, pasando su vista por la sala, le respondería con una sonrisa de agradecimiento.        

Los apóstoles debían estar asustados porque la solemnidad de la pascua les ponía tensos y la alegría de la fiesta había sido en gran parte apagada por los anuncios dramáticos que Jesús había hecho en los días precedentes. Hablarían entre ellos en voz baja y estarían expectantes. 

Los criados acababan de poner la mesa. Esta era un rectángulo de poco más de 30 cm de altura, cubierto con manteles blanquecinos. Adosados y haciendo forma de V había tres anchos bancos, cubiertos con cojines.

Aunque tradicionalmente los judíos habían comido la pascua de pie porque así lo mandaba la Escritura, en los tiempos de Jesús la costumbre había cambiado bajo la influencia de Roma. Los romanos consideraban que el comer de pie era cosa de esclavos y que los hombres libres debían comer recostados. No conocemos con exactitud como se distribuyeron los apóstoles en la mesa. El tudinio del fondo con tres puestos, sabemos que era el de la presidencia, pero no sabemos con exactitud si el puesto de honor era el del centro de estos tres, porque si seguimos la costumbre romana sería el de la izquierda. Seguía en importancia el banco de la izquierda y después el de la derecha, con cinco puestos cada uno y empezando también de izquierda a derecha según la mayor o menor importancia de los puestos.

Según relato de la cena, deducimos que Juan estaba inmediatamente a la derecha de Jesús, porque solo de este modo podía apoyar su cabeza en el pecho del Maestro. Judas quedaba muy cerca de Jesús y Pedro muy probablemente estaba más lejos de Jesús que Juan, porque dijo a Juan que le preguntase algo a Jesús.

Pero, hay diversas opiniones. El padre Ricciotti, célebre biblista y arqueólogo italiano, coloca en el tudinio del fondo a Jesús en el centro, con Juan a su derecha y Pedro a su izquierda. Judas queda en el primer puesto del tudinio de la izquierda y a la derecha de Juan.

En cambio, David K.Bernard, teólogo de la Iglesia Pentecostal, pone a Jesús en el puesto de la izquierda del tudinio del fondo y con Juan a su derecha. Pedro queda en el primer puesto del tudinio de la izquierda. Judas queda en el último puesto del de la derecha e inmediatamente a la izquierda de Jesús.

Conocemos que los discípulos discutieron sobre los puestos que le correspondían ocupar, porque todos querían estar cerca del Maestro y también porque todos querían ser más importantes que el resto de sus compañeros. Sin embargo, Jesús esta vez no les reprendió como en otras ocasiones. Calló y se sentó a la mesa. Los criados ya habían colocados sobre ella el cordero dorado y crujiente y alrededor los platos con hierbas silvestres, con salsa y especies, y las frutas.1   

El Evangelio de San Juan narra cómo Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego hecha agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándolos con la toalla que se había ceñido.2

Sobre este pasaje del Evangelio, el Papa Francisco hace la siguiente reflexión: Jesús es el más importante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más alto debe estar al servicio de los otros. Lavar los pies es: “Yo estoy a tu servicio”. Nosotros debemos ayudarnos, los unos a los otros. A veces estoy enfadado con uno, o con una…pero…olvídalo, olvídalo, y si te pide un favor, hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber. Pero es un deber que viene del corazón: lo amo. Amo esto y amo hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado.3  

1). Martín Descalzo. 1998; 939-948

2). Martínez Puche. 2021; 134

2). Papa Francisco. 2021; 133

 

REFERENCIAS

MARTÍN DESCALZO, J.L. Vida y misterio de Jesús de Nazaret. Ediciones Sígueme. Salamanca, 1998

MARTÍNEZ PUCHE, J.A. Evangelio 2022. San Esteban editorial. Edibesa. Madrid, 2021

PAPA FRANCISCO. Evangelio 2022. San Esteban editorial. Edibesa. Madrid, 2021 


Grabado de la última cena. Adquirido en un mercado de Jerusalén en 1992

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