La fiebre amarilla en Cádiz y su provincia desde el punto de vista
epidemiológico y clínico
El vómito negro, el mal de Siam,
Yellow Jack, tifus icteroides o fiebre amarilla, todos los facultativos estaban
de acuerdo de que se trataba de una enfermedad muy contagiosa y muy peligrosa. Basándonos
en el estudio del Doctor y Académico José Manuel Blanco Villero, nos
encontramos con que en la primera epidemia gaditana de 1800, la población
estaba poco inmunizada porque la anterior epidemia de fiebre amarilla había
ocurrido 36 años antes y solo serían inmunes las personas más ancianas. En
cambio, en las epidemias posteriores se observó una disminución de la
morbilidad y de la mortalidad, con respecto a la primera, y hubo más incidencia
entre los forasteros.
Las poblaciones del interior
tuvieron en general más baja morbilidad y mortalidad porque las larvas y
adultos del Aedes ofrecen poca resistencia al frio y altitud.
En el caso de mayor afectación en
varones que en hembras podría estar relacionado con el compuesto llamado
actenol que facilita al mosquito encontrar al huésped, así como otras
sustancias químicas emitidas por el varón, o feromonas.
El aislamiento de la población
tendría que haber sido muy precoz y estricto. Las medidas que se adoptaban eran
progresivas y tardías, por lo general. Los controles, en diversas ocasiones,
eran burlados por la gente que huia de las epidemias y la persona sana que
pasaba un control podría estar en el periodo de incubación.
Muchas de las medidas adoptadas
eran ineficaces, como la prohibición de la circulación de ganado, el dejar de
enterrar en recintos sagrados o quemar ropas y enseres.
Las cuarentenas solo eran útiles
en algunos casos porque el barco que la observaba podría llevar mosquitos
infectados, los cuales sobrevivían a bordo bastante tiempo. Podría desembarcar
al final algún miembro de la tripulación en periodo de incubación.
Las epidemias se extienden de un
barrio a otro porque el mosquito vector tiene escasa autonomía y pica de casa
en casa. Cuando el contagio pasa a otras poblaciones hemos de considerar que
junto al pasajero ha podido pasar las ropas y equipajes, huevos y larvas del
mosquito. Que participen otras clases de mosquitos locales en la transmisión
creo que resulta más difícil admitir.
La mayoría de los enfermos mueren
en los hospitales porque en ellos se ingresan los casos más graves. Aunque en casa
podrían estar mejor cuidados por sus familiares y evitar algunas medidas
contraproducentes como sangrías, en el hospital estaban más aislados de la
población sana y podría aplicarse otras medidas más acertadas.
El desconocimiento del agente
causal y del vector transmisor hacia que se luchara con un enemigo desconocido
y que el personal sanitario no tuviera las medidas de protección adecuadas.
El aislamiento en lazaretos,
hecho precozmente, si podría ser una medida adecuada.
Las juntas de sanidad serían muy
útiles si estaban bien coordinadas y si estaban compuestas por el personal
médico más idóneo.
El eliminar todas las aguas
estancadas y el realizar un control de
lagunas y pantanos si era una medida necesaria, otra cosa es que se llevara a
cabo con eficacia.
El reducir el contacto físico,
evitando aglomeraciones, si era una medida eficaz.
La organización en barrios fue
una buena decisión.
Evitar el exceso de temperatura
si era una medida adecuada, pero otra cuestión era el conseguirlo con los
medios con que se contaban.
Los facultativos de aquellos
comienzos del siglo XIX sabían que esta terrible enfermedad aparecía en época
calurosa y que en el contagio pudiera estar implicado el tráfico marítimo. Aún
así, en sus comienzos había discrepancias sobre su identidad y cuando se le
diagnosticaba era tarde.
A los síntomas y signos de
sospecha no le podían acompañar pruebas complementarias porque no se disponía
de ellas.
Los síntomas y signos
acompañantes en el comienzo de la enfermedad podían ser comunes con otras enfermedades
infectocontagiosas y cuando se llega a un diagnostico de sospecha por algún
signo patognomónico ya es tarde.
Parece ser que no se tiene muy en
cuenta los criterios epidemiológicos para sumárselo a los criterios clínicos de
comienzo. De este modo, buscando el origen del contagio y sumándole algunas
características, como que se produjera en estación calurosa, podría adelantarse
el diagnostico de sospecha.
Entre los síntomas precoces
parece ser que no hubo en general alguna preocupación en buscar algún signo
específico diferencial, y cuando algún autor describe algunos de ellos, estos
conocimientos no son adquiridos, en la mayoría de ocasiones, por el resto de facultativos,
quizás por dificultad de difusión.
Llama la atención que en la
epidemia de Gibraltar de 1810 fueran los doctores Arthur y Kidston, que habían
pasado por la India, los que diagnosticaron la enfermedad de inmediato. Quizás
era necesario tener algún médico especializado o con experiencia en esta
epidemia y en otras.
No se organizaban en la época congresos
y reuniones científicas, tanto locales como regionales, nacionales e
internacionales que hubieran aunados criterios epidemiológicos, clínicos y
terapéuticos. Las Juntas Literarias del
Colegio de Cirugía de la Armada aparecen como excepción y no hay registrado ningún
caso de fiebre amarilla en las observaciones leídas en dichas juntas, desde
noviembre de 1800 a enero de 1822.
Los tratamientos, en general, no funcionaban
porque la fiebre amarilla nunca ha tenido un tratamiento y solo pueden
aplicársele medidas paliativas. Algunas medidas resultaban contraproducentes,
como las sangrías. Recordemos que hubo algunos facultativos, como Pedro María
González, que no se mostraron partidarios de esta medida. Tampoco de la
provocación de vómitos. Otras medidas paliativas y de régimen
higiénico-dietético si pueden ser aceptadas como útiles.
Anfiteatro anatómico del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz.
S. Clavijo. Historia del Cuerpo de Sanidad Militar de la Armada, p.150
Hospitalizaciones durante las epidemias
Fueron numerosos los hospitales y
lazaretos de la provincia de Cádiz que acogieron a los enfermos de fiebre
amarilla en todas las epidemias de este siglo XIX. Aunque hemos hecho
referencia de muchos de ellos, vamos intentar hacer un esquema de la
disposición hospitalaria de la provincia durante estos tiempos de epidemia,
señalando aquellos centros que parecen ser más significativos.
CÁDIZ
REAL HOSPITAL DE MARINA. Con 22
salas.
HOSPITAL PROVISIONAL DE LA
SEGUNDA AGUADA. Con un total de 623 camas.
HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS. A
cargo de la Orden Hospitalaria. Llegó a contar con cinco salas y albergar 89
enfermos, aunque pudo aumentar el número de hospitalizaciones.
HOSPITAL NUESTRA SEÑORA DEL
CARMEN o “DE MUJERES”. Con poca capacidad.
Patio del Hospital Real de Marina de Cádiz. M. Gracia. La Sanidad Naval Española, p.78.
ISLA DE LEÓN-SAN FERNANDO
HOSPITAL MILITAR DE SAN CARLOS
Abierto en febrero de 1809, con
motivo de la Guerra de la Independencia. Al principio estuvo destinado a la
hospitalización de los militares franceses prisioneros de la batalla de Bailén
y de la Escuadra de Rosily, derrotada en la bahía gaditana. Pero, después se
amplió la admisión a militares del Ejército y Armada, a operarios de la
administración militar, familias de militares y otro personal.
HOSPITAL DE SAN JOSÉ. A cargo del
Cabildo eclesiástico. Atendió a la Beneficencia Municipal y tuvo contratos con
Ejército y Armada.
HOSPITAL DE LAS ANCLAS. Llamado
también “De Ricardos”, por el hecho de estar en este caserío. Pertenecía a la
Armada y se reabrió en algunos casos de epidemias.
LAZARETO DE INFANTES. En la
casería de Infantes.
HOSPITAL PROVISIONAL DE SAN
CARLOS. Junto al cuartel de Batallones.
HOSPITAL PROVISIONAL DEL PUENTE
DE SUAZO. Situado en el Real Carenero. Llamado de San Caralampio.
HOSPITALES MILITARES PROVIONALES DEL EJÉRCITO ANGLO-PORTUGUÉS.
CASA DE ZOXA. HOSPITAL REAL DEL
REGIMIENTO 29. Según el historiador local Joaquín Cristelly, hubo un hospital
militar inglés en la casa nº157 de la calle Real, alquilada a una señora viuda,
llamada María Jesús Perdiguero. Parece ser, según datos que ofrece Salvador
Clavijo, corresponde a este lugar.
CASA DE SAN ANTONIO. HOSPITAL
REAL DE ARTILLERÍA.
San Fernando. Hospital de San José. Puerta de entrada.
J.B. Roca. Los otros de Trafalgar, p125.
PUERTO DE SANTA MARÍA
HOSPITAL DE LA CARIDAD. En la
rivera del río Guadalete. A cargo de la Hermandad de la Santa Caridad.
HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS. En
la calle Luna. Fue utilizado por el ejército francés, durante la ocupación.
HOSPITALITO. Entre las calles
Ganado y Zarza.
HOSPITAL DE SAN SEBASTIÁN. En
extramuros.
HOSPITAL MILITAR PROVISINAL
FRANCÉS DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO. Utilizado durante la ocupación.
El Puerto de Santa María. Hospital de San Juan de Dios de la calle Luna. Autor
CHICLANA DE LA FRONTERA
HOSPITLA DE SAN MARTÍN. Era un
centro pequeño.
HOSPITAL MILITAR PROVISIONAL DEL
EJÉRCITO FRANCÉS. Durante la ocupación. Situado en un caserío de la población.
SANLÚCAR DE BARRAMEDA
HOSPITAL DE LA MISERICORDIA.
Regentado por la Orden de San Juan de Dios.
JEREZ DE LA FRONTERA
HOSPITAL DE LA CARIDAD. SAN
BARTOLOMÉ. Dependiente este centro hospitalario de la Hermandad de la Santa
Caridad.
LAZARETO DE LAS CUATRO NORIAS. Abierto
en la epidemia de 1800.
ALGECIRAS
REAL HOSPITAL MILITAR.
Perteneciente al Ejército. Situado en la antigua calle Imperial.
HOSPITAL DE LA CARIDAD.
Perteneciente a la Hermandad de la Santa Caridad. Situado cerca del puerto.
Antiguo Hospital Militar de Algeciras. Autor.
TARIFA
HOSPITAL DE SAN BARTOLOMÉ
Estuvo a cargo durante mucho
tiempo de la Hermandad de la Santa Caridad y después pasó a la Beneficencia
Municipal. El piso superior fue alquilado a la administración militar del Ejército.
GIBRALTAR
HOSPITAL NAVAL. Fue utilizado por
la Marina y por el Ejército. Tras la paz de Amiens se redujo la plantilla,
quedando en el centro un director, un cirujano y un boticario. Pero en 1803,
debido a las hostilidades con Francia, esta escasa plantilla se incrementó de
nuevo.
Hospital Naval de Gibraltar. Ch. Lawrence. The History of the Old Naval Hospital Gibraltar, p. 102
BIBLIOGRAFÍA
BENITEZ REGUERA, M. “Beneficencia
y Sanidad Hospitalaria en Jerez (XV-XX). Revista Historia de Jerez Nº 2, 1994, www. revistadehistoriadejerez.com
BLANCO VILLERO, J. “Sinopsis de
la epidemia de Fiebre Amarilla de 1800 en Cádiz y su provincia con una
referencia a Sevilla y Filadelfia”. Salud
y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica Sanitaria de un
Bicentenario. José M. Blanco Villero y Juan M. García-Cubillana de la Cruz
(eds.). UCA, Sílex Ediciones. Madrid, 2013.
CLAVIJO Y CLAVIJO, S. La trayectoria hospitalaria de la Armada
española. Editorial Naval. Madrid, 1944.
CRIADO ATALAYA, F.J. “El Hospital
de San Bartolomé y la Hermandad de la Santa Caridad de Tarifa”. Hermandad de
Nazarenos de Ntro. Padre Jesús en la Oración del Huerto de Tarifa. “Tarifa la
Guerrera”. Noviembre de 2014.
CRISTELLY, J. Ligeros apuntes históricos de la Ciudad de
San Fernando. Publicaciones del Sur Editores. Cádiz, 2004.
GARCÍA-CUBILLANA DE LA CRUZ. “La
asistencia en el Hospital de San Juan de Dios de Cádiz en la época del traslado
de la Casa de la Contratación desde Sevilla”.
29 de septiembre de 2016,www.patrimoniolaisla.com
MARQUEZ ESPINOS, C. Las Juntas Literarias del Real Colegio de
Cirugía de Cádiz. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz.
Cádiz, 1986.
ROCA NÚÑEZ, J.B. “El Hospital
Militar de San Carlos durante el asedio francés a la Villa de León en el marco
de la Guerra de la Independencia española. Bicentenario del Hospital de San
Carlos. San Fernando (Cádiz). 1809-2009. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009.
ROCA NÚÑEZ, J.B. Los otros de Trafalgar. Publicaciones
del Sur Editores. Sevilla, 2011.
ROCA NÚÑEZ, J.B. “Médicos y cirujanos
militares durante el asedio francés a la Isla de León”. Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica
Sanitaria de un Bicentenario. José M. Blanco Villero y Juan M.
García-Cubillana de la Cruz (eds.). UCA, Sílex Ediciones. Madrid, 2013.
TUELLSA, J. MASSOC, P.
“Colonialismo, trasiegos y dualidades; la fiebre amarilla”. Octubre de 2007.
Vacunas.org
VILLANUEVA, J.L. “Hospital de la
Caridad o de San Bartolomé”. Curiosidades de Jerez.
Cádiz. Antigua Casa de la Misericordia. R Garófano y J.R. de Páramo. La Constitución Gaditana de 1812, Ilustación XLI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario