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viernes, 18 de septiembre de 2015

La Sanidad de la Armada española en la segunda mitad del siglo XIX

Prólogo al libro de próxima presentación




Podríamos decir que la Sanidad Naval se encuentra íntimamente ligada a la historia marítima y con ella ha evolucionado a través de los tiempos. Sabemos que los primeros buques se desplazaban por el sistema de propulsión a remos, a expensas del esfuerzo humano, y sus cortas o largas travesías eran efectuadas paralelas a las costas. Aunque la lógica nos dice que la vida, siempre dura, del marino, necesitaría en ocasiones de cuidados médicos y quirúrgicos; no hay constancia alguna de que en las antiguas civilizaciones de los fenicios comerciantes y de los cartagineses guerreros, dispusieran de personal sanitario embarcado. En cambio, los griegos contaban con médicos en sus flotas. Los romanos; al mismo tiempo que crean enfermerías en tierra para sus legiones, van a disponer de buques hospitales para su marina. En el resto de la flota, en cada barco irá un médico quien atenderá a la oficialidad, marineros, soldados y esclavos remeros. Tratará las dolencias, heridas y traumatismos, o sea que será médico y cirujano. También conocemos que hubo una preocupación por la higiene naval y la higiene personal con la implantación de ciertas normas: lavarse dos veces al día, utilizar vestidos de lana para protegerse de la humedad, control del alcohol, etc. También los médicos romanos buscarán remedios para combatir el mareo de la navegación. Llegamos a la Edad Media y nos encontramos con que continúa el sistema de los remos, siendo la galera la embarcación por excelencia. Sobre su cubierta van a desarrollarse combates semejantes a los de tierra y por ello necesita de personal sanitario y de una enfermería donde atender a los numerosos heridos. Además, necesita una nutrida dotación de la que gran parte son remeros. Estos por su condición de esclavos, presos o prisioneros, reúnen unas características muy peculiares, las que repercutirán en la asistencia médica y quirúrgica que tienen que llevar a cabo el personal de sanidad embarcado. En nuestro país; hay noticias de la presencia de médicos y cirujanos en los buques de guerra, desde tiempos muy lejanos. Sabemos que en la marina de Castilla, en tiempos de Alfonso X, en sus Partidas, como en la marina de Aragón, en tiempos de Jaime I, en el libro del Consulado de Mar; figuran los médicos y cirujanos embarcados. En el año 1354; en Aragón, en el reinado de Pedro IV, aparecen las ordenanzas navales del Almirante Bernardo de Cabrera. En ella; una orden que hace referencia al embarque de un médico y un cirujano por galera. Más tarde, contemplaremos una verdadera organización sanitaria con la presencia de un cirujano y de un barbero por buque, existiendo un médico y un boticario para atender a una flota. Con el tiempo aparecerán las figuras del protomédico, cirujano mayor y boticario; integrados en una plana mayor. Le siguen, el personal de sanidad embarcado, constituido por un cirujano romancista, barbero-cirujano y barbero, aunque en la mayoría de los casos solo iba uno de ellos para ejercer la cirugía y el resto de las funciones. Curiosamente; la Marina no tiene hospitales propios y muchos enfermos procedentes de las naos, serán atendidos en hospitales benéficos, principalmente de la Orden de San Juan de Dios. En alguna ocasión, la Marina autorizó la construcción de un hospital pero sin personal sanitario naval.
Llegamos a la época de navegación a vela y aparecen nuevos tipos de embarcaciones. El galeón requiere una tripulación numerosa para manejo de velas y jarcias, además de artilleros para sus cañones. Las largas navegaciones transoceánicas requieren transportar gran cantidad de agua y alimentos en las mejores condiciones posibles. Además aparecerán nuevas enfermedades. Durante el siglo XVII se introducen mejoras sanitarias, pero  es en el siglo XVIII cuando se produce un verdadero vuelco en la Armada, del que también participa la Sanidad Naval. Junto a la aparición del navío de línea, el cual va a modificar el combate naval, en nuestro país se crean arsenales, se establece la Matricula de Mar, y se reorganiza en 1728; el Cuerpo de Sanidad de la Armada. En 1748 se crea el Colegio de Cirugía de la Armada, en la ciudad de Cádiz. En 1791; las profesiones de medicina y cirugía se unen en una sola que se denominará: médico-cirujano, pasando la carrera de tres años de duración a seis años. Las Ordenanzas de la Armada determinarán cuales serán las funciones del médico-cirujano y la del sangrador. Se han ido creando hospitales de Marina adecuados, en: Cádiz, Cartagena y Ferrol. Hay personal del Cuerpo de médico-cirujanos destinado en ellos y aparecerá la figura del boticario con sus ayudantes, en los hospitales.
Después de Trafalgar y de la Guerra de la Independencia, entraremos en una decadencia, la cual afectará a la Armada y a su sanidad. No obstante, antes de llegar a mediados del siglo XIX, va a comenzar una reorganización de la Sanidad Naval, la cual se hará de forma progresiva. Ha desaparecido el Colegio de Cirugía de la Armada. El Licenciado en Medicina y Cirugía -así se llama la nueva profesión- ha estudiado la carrera en una universidad del país y se presenta a un concurso-oposición para obtener una plaza de médico de la Armada. El sangrador desaparece para dar paso al practicante de cirugía, el cual estudiará la carrera en un hospital. La mayoría de los practicantes de la Armada se han formado en un hospital de Marina, el cual ha heredado, en parte, aquella función docente del Colegio de Cirujanos. Los boticarios pasarán a llamarse farmacéuticos y estos, igual que los médicos, se han formado en la Universidad. No obstante, la organización del Cuerpo de Farmacia y su reconocimiento como cuerpo integrado en el de Sanidad de Armada, no se hará hasta finales del siglo XIX. Los hospitales se han reconstruidos y aparecen las especialidades, a la vez de que se dispone de nuevos medios de diagnostico. Van apareciendo los barcos a vapor, sustituyendo a los de vela. Ello lleva a la aparición de nuevas patologías y nuevos problemas de habitabilidad.
El médico, farmacéutico y practicante de la Armada de la segunda mitad del siglo XIX, objeto de esta investigación, es una persona que en su momento eligió pertenecer a una institución militar por motivos diversos, los cuales nos resulta imposible de conocer. No obstante, podemos sospechar que tuvieron la intención de prestar sus auxilios a un personal que vivía en constante riesgo. Cuando el facultativo descubre la Armada, se da cuenta de qué forma parte de un cuerpo organizado y jerarquizado, carece de formación militar previa y precisa ir adaptándose al reglamento. Sin embargo, ello no representará obstáculo alguno para cumplir con su función asistencial, la cual va a requerir una formación profesional continuada que encontrará principalmente en los hospitales de Marina. También; realizará reconocimiento y selección del personal y tendrá que preocuparse por la higiene en buques y dependencias. Todo ello, iremos descubriéndolo a lo largo de esta obra.
Unos perdieron la vida en el cumplimiento del deber, mientras otros nos dejaron importantes obras científicas. Pero, todos dejaron testimonios de su labor, por lo que merecen ser recordados.   
     

Autores:
Juan Bernardo Roca Núñez
Francisco Javier Roca Fernández
María Garví López
Juan José Roca Fernández







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