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domingo, 30 de octubre de 2016

Detrás de la Historia. Recordatorio del Camino de Santiago




El ayer y hoy de la Ruta Jacobea

Junto al camino clásico, nos encontramos muchas otras rutas, las cuales se han ido modificando a lo largo de la historia, mezclándose lo viejo y lo nuevo en un mismo fin que no es otra cosa sino el llegar a Santiago de Compostela. Todo ello podemos resumirlo de la siguiente manera:
Caminos de Galicia
Camino del Norte gallego. Es el llamado Camino de los ingleses. Llegada a los puertos de La Coruña y de Ferrol.
Camino del Sur gallego. Camino de los portugueses. Pueden ser costero o del interior.
Camino del Oeste gallego. Ruta marítima de la ría de Arosa. Para remontar el cause del río Ulla y adentrarse hasta Padrón, en la provincia de La Coruña.
Camino de Santiago a Fisterra. Para llegar al Cabo Finisterre. Es el camino al que el escritor gallego Rafael Lema, llama “El Camino secreto de Santiago o Ruta de los muertos”.
Camino Francés
Es el elegido por los peregrinos franceses y europeos, atravesando los Pirineos, y en el podemos considerar:
Ruta Franco-Navarra. Los peregrinos procedentes de distintos caminos del interior de Francia, llegarán a Saint-Jean-Pied-de-Port para atravesar el puerto de Roncesvalles.
Ruta Franco-Aragonesa. Los peregrinos procedentes de Toulouse llegan a Somport, en Huesca, y hacen el recorrido por las provincias de Huesca, Zaragoza y Navarra. En Puente de la Reina (Navarra) se unirán las dos rutas anteriores.
El camino principal recorrerá en dirección Oeste; Navarra, Rioja, y las provincias de Burgos, Palencia, León, Lugo y La Coruña.
Camino del Norte
Los peregrinos procedentes de las regiones más occidentales de Francia acostumbran hacer la entrada por Irún y Guipúzcoa.
Ruta de la Costa. Después de recorrer las provincias de Asturias y Lugo, se alcanza el Camino Francés en Arzúa.
Ruta Vadiniense. Transcurre entre la localidad de Potes, en Cantabria, y la localidad leonesa de Mancilla de las Mulas.
Ruta de Campoo. Desde Torrelavega se alcanza la ruta francesa en Carrión de los Condes, provincia de Palencia.
Camino Vasco del Interior. Desde Irún alcanza la ruta francesa en Burgos o en Santo Domingo de la Calzada, en la Rioja.
Camino de Santiago Real. Los peregrinos procedentes de León, se desviaban desde el Camino Francés hasta Oviedo, por ser esta ciudad la capital del Reino.
Ruta de la Plata
Partiendo de Sevilla se llega a Astorga. En Zamora puede tomarse la Ruta Sanabresa para adentrarse en la provincia de Orense y de esta forma unirse al Camino Portugués del interior, en la capital orensana o en Verín.
Rutas asociadas.
Camino de Badajoz a Mérida.
Camino de Huelva. Siguiendo la Ruta de la Sierra, se llega a Mérida.
Camino Huelva-Sevilla. Siguiendo por la Marisma.
Ruta desde Antequera.
Vía Augusta. Camino desde Cádiz. Cádiz-San Fernando-Puerto Real-Puerto de Santa María- Jerez de la Frontera-El Cuervo-Lebrija-Las Cabezas de San Juan-Utrera-Sevilla. Para continuar por la Ruta de la Plata.
Desde el Campo de Gibraltar. Partiendo de Gibraltar, La Línea de la Concepción, Algeciras, Los Barrios; pasando por Jimena se adentra en las Serranías de Cádiz y Ronda para pasar a la Campiña Sevillana y enlazar con la Ruta de la Plata.
Desde Algeciras. Hecho por el peregrino murciano Ángel González. Desde Algeciras se llega a Tarifa y Cádiz para emprender la Vía Augusta.
Camino del Ebro
Tiene origen en Tortosa, en la provincia de Tarragona, y discurre paralelo a este rio para unirse al Camino Francés a la altura de Logroño. De este modo, recoge peregrinos de Cataluña, Comunidad Valenciana, en su parte norte, y Aragón en su parte sur.
Caminos de Castilla
Ruta Jacobea de Madrid. Se inicia en la capital y se une al Camino Francés en Sahagún, provincia de León.
Ruta de Alcalá de Henares. Desde esta localidad se llega a Segovia y se enlaza con la ruta anterior.
Ruta de Palencia. Partiendo de esta ciudad se llega a Carrión de los Condes para tomar el Camino Francés.
Ruta de la Lana. Parte esta ruta de Monteagudo de las Salinas, en la provincia de Cuenca, y se une en Burgos al Camino Francés. Existen prolongaciones desde Valencia y Alicante. Desde Alicante a Villena, es común con la Ruta de Levante.
Ruta de Guadalajara. Desde esta ciudad se puede llegar a Manzanares el Real, Atienza o Cifuentes.
Ruta de Soria. Se une a la Ruta de la Lana en Santo Domingo de Silos.
Caminos de Cataluña.
Ruta de Barcelona. Partiendo de esta ciudad. Muchos parten del Monasterio de Montserrat para unirse al Camino Francés.
Camí de Sant Jaume. Se llegará hasta Pina de Ebro para unirse al Camino del Ebro y llegar hasta Logroño.
Ruta de Lérida. Se parte de Cervera o Tárrega, para llegar al Monasterio de San Juan de la Peña, en la Ruta de Huesca, y unirse al Camino Francés.
Ruta de Gerona. Comienza en La Junquera y se une a la Ruta de Barcelona en el Monasterio de Montserrat.
Ruta de Tarragona. Converge con el camino principal en Lérida.
Ruta de Puigcerdá.  Los caminantes pueden dirigirse al monasterio de Montserrat o llegar hasta Balaguer, en la provincia de Lérida, y tomar dos opciones: continuar la ruta por Huesca o tomar la del Ebro.
Ruta de Viella. Estos peregrinos pueden dirigirse a Barbastro, en la provincia de Huesca, o continuar la ruta hasta alcanzar el Camino Aragonés.
Caminos del Levante.
Se originan en Valencia, Alicante o Cartagena, para confluir en Albacete y enlazar con la Ruta de la Plata.
Ruta de Valencia. Enlaza con la Ruta de la Plata en Zamora.
Ruta de Alicante. Enlaza con la Ruta de la Plata en Plasencia, provincia de Cáceres.
Ruta de Cartagena. Se origina en esta ciudad y pasando por Murcia llega a Albacete para enlazar con la Ruta de Levante.
Ruta de Caravaca de la Cruz. Parte de esta localidad o de Huércal-Overa para llegar a Albacete y unirse al resto de la ruta.
Ruta Sureste. Parte de Alicante y toma el Valle del Vinalopó para pasar por Elda y Villena, llegar a Yecla y adentrarse en la Mancha. Otra modalidad es, partiendo de Albacete dirigirse a Ávila, Tordecillas y Toro.
La ruta sureste continúa a Benavente para unirse a la Ruta de la Plata y así llegar hasta Astorga y enlazar con el Camino Francés.
Caminos Mozárabes.
Estos caminos fueron utilizados por los peregrinos andaluces después de la Reconquista.
Camino de Granada. Parte de esta ciudad y pasando por Córdoba se une a la Ruta de la Plata en Mérida. También, pasando por Alcaudete, en Jaén, se llega a Ciudad Real y Toledo para integrarse en la Ruta de Madrid. Otra opción, es llegar hasta Córdoba para dirigirse desde aquí a Ciudad Real.
Camino de Málaga. Partiendo de esta ciudad, los peregrinos tomarán la dirección de Castro del Rio, en la provincia de Córdoba, para integrase en la ruta principal.
Camino de Almería. Desde esta ciudad, los peregrinos se dirigen a Granada.

El peregrino de hoy

En la actualidad, la forma más común de peregrinar la encontraremos en el peregrino que camina a pie y el que utiliza la bicicleta, siendo más raro las caballerizas. El peregrino de a pie debe de tener presente una serie de factores. Los accidentes más frecuentes serán las ampollas pero también los dolores articulares y musculares, con la aparición de las temidas “agujetas”. Muchos recomiendan que se incluya en el botiquín agujas estériles para poder pinchar las ampollas, así como algún preparado antiséptico y “tiritas”. Una pomada antiinflamatoria y vendas. Otro factor es las alergias por  picaduras, pudiéndose llevar algún preparado corticoideo. Es muy importante el efecto del sol y del viento, siendo conveniente llevar cremas protectoras. La vestimenta recomendada en nuestros días consiste en ropa cómoda, poco pesada y transpirable. No obstante, la vestimenta deberá adaptarse a la estación del año en que se va a hacer la peregrinación. El calzado es muy importante y se aconseja zapatillas solidas y transpirables y algunos hablan de la bota de Trekking, con calcetines adecuados y bien colocados, con el fin de evitar rozaduras. Otros opinan que no existe un calzado perfecto para realizar el Camino y lo ideal sería llevar un par de botas, unas zapatillas y unas sandalias, pero supondría ocupar espacio y aumentar el peso de la mochila. Aconsejan que se elija el calzado de acuerdo a la ruta que se va a seguir y la estación del año elegida para el peregrinaje. De todos modos, el calzado que se emplee tendrá que responder a los requisitos de comodidad, ligereza, impermeabilidad y transpiración. Hoy en día, el bordón es sustituido por bastones más ligeros. El equipaje debe de ser ligero y llevar solo cosas necesarias. Se aconseja llevar un saco de dormir, ropa de repuesto, chubasquero, gorra o sombrero, un recipiente para agua. Además, un pequeño botiquín con los elementos que hemos comentado. Si bien, estas recomendaciones son para el peregrino a pie, el ciclista también necesita las suyas propias. Deberá estar bien entrenado pues tendrá que adaptarse a toda clase de terreno, el cual unas veces será llano y otras veces tendrá cuestas, que si bien puede ser pesado el subirlas podrá ser peligroso el bajarlas, ya que hay pendientes muy pronunciadas. Por este motivo, es imprescindible revisar los frenos antes de la partida. Lo mejor sería una ITV de la bicicleta, en un taller de garantía. Esta bicicleta no deberá ser muy pesada, aunque hoy en día las hay perfectamente preparadas para esta clase de viajes, como es el caso de la bicicleta de montaña. Muchos aconsejan llevar alforjas para compensar el peso a ambos lados y distribuir el peso total entre las ruedas delantera y trasera. No recomiendan llevar peso sobre la espalda, aunque hay quien lo hace mediante la utilización de una mochila, pero con la condición de que sea ligera y anatómica, llevando cinturones de ajuste, pectoral y ventral. La bicicleta debe estar bien iluminada y la ropa del ciclista debe de ser bien visible. Es recomendable llevar una camiseta de algodón para absorber bien el sudor, zapatos o zapatillas de suela dura y el pantalón “culotte”, corto o largo, para evitar rozaduras en parte interior de los muslos. Gafas y gorra para protegerse del sol y de los mosquitos. Casco protector. Chubasquero, y el pequeño botiquín. La ropa debe de ser ajustada, ofreciendo la menor resistencia posible al aire y que nada flote para que no se enrede en las ruedas. Igual que para el peregrino de a pie, la ropa exterior debe de ser de colores muy vivos. Últimamente se utilizan chalecos reflectantes, siempre que sean transpirables. También pueden utilizarse tiras reflectantes en ropa o mochila. Esta practica vale también para los peregrinos de a pie. Junto a ello; bomba, cámara de repuestos, parches. Últimamente se llevan líquidos y bandas para corregir pinchazos e incluso hay cubiertas antipinchazos. Para el peregrino que va a realizar el viaje en bicicleta se le recomienda que antes de salir planee bien las etapas y estudie bien las superficies, porque no todas son iguales. Debe organizar bien el equipaje de la bicicleta, como hemos dicho antes, porque con el peso equilibrado el pedaleo se hace más fácil. Convendría llevar una bolsa en el manillar con la documentación. El ciclista, sobre todo, debe considerar la época del año en la que se va a efectuar el camino porque con la lluvia el terreno puede llegar a ser impracticable. Debe respetar siempre al peregrino de a pie porque este tiene preferencia en el Camino.
Ambos peregrinos; los que caminan a pié y los que van en bicicleta, deben de conocer una serie de factores. A lo largo del Camino van a encontrar una serie de refugios de carácter gratuito. No obstante, el peregrino debe de ser generoso, aportando un donativo que contribuirá al mantenimiento de estas instalaciones. Con el fin de no sobrecargar el equipaje, deberá ir adquiriendo a lo largo del Camino todo lo necesario de alimentos, ropa y medicamentos. Llevar una cantidad de dinero, aunque no mucho, siendo muy importante las tarjetas de crédito para emplearlas en los cajeros automáticos. Sobre la alimentación, es aconsejable hacer un desayuno fuerte antes de comenzar la marcha y hacer a lo largo del viaje pequeñas comidas, con el fin de evitar hipoglucemias. Al final de la marcha se podrá hacer un almuerzo tardío o cena, más abundante y sano. Otra solución sería el consumir durante el Camino; frutos secos o pasas, o chocolate, pero este último tiene el inconveniente de provocar sed. Tomar agua, y algunos aconsejan ingerir alguna infusión como café o té. Deberá llevarse una cantimplora con agua mineral para evitar tomar agua de ríos y arroyos que pudieran estar contaminados. No lavarse la cara, a ser posible, durante la ruta, y sobre todo mucho cuidado de hacerlo en los ojos por estos lugares. Es conveniente, sobre todo para el peregrino de cierta edad, pasar una revisión médica antes de emprender el Camino. Son muy peligrosos los accidentes cardiovasculares. Hay que tener especial cuidado con los golpes de calor, sobre todo en las estaciones cálidas. Esta patología se presenta cuando hay una exposición prolongada al sol, a temperaturas altas, y es favorecida por el ejercicio físico intenso, sobre todo en ambientes húmedos. Al incrementarse fuertemente la temperatura corporal fallan los mecanismos reguladores del calor y el individuo entra en un estado de shock. Se debe evitar una exposición excesiva al sol, por eso es recomendable hacer el camino en estaciones no muy cálidas o bien en horas muy tempranas o tardías. Debe de ir bien protegidas; la piel, cabeza y vista. Consumir abundante agua, líquidos y bebidas isotónicas. Por supuesto, no haber hecho una comida pesada. Llevar ropa transpirable. Al menor síntoma, humedecer el rostro con esponja o paño húmedo. En todo caso, a ser posible, interrumpir la marcha y contactar con un servicio sanitario de urgencias.
Hay que tener en cuenta que en nuestros días podemos encontrar numerosos centros hospitalarios distribuidos a lo largo de todos estos caminos. Además, hay ambulancias y helicópteros que aseguran el transporte del enfermo. No obstante, el peregrino debe de ser precavido y velar por su seguridad. Debe de llevar consigo su documentación con sus señas, domicilio y números de teléfonos. Tarjeta de asistencia sanitaria. Debería llevar anotado las direcciones de urgencias; hospitales, centros médicos, ambulancias, así como los teléfonos de urgencias de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. Junto a ello, la Credencial del Peregrino, y sería muy útil llevar una ligera cámara fotográfica que después deje testimonios valiosos de la aventura que se ha emprendido. Dado que desgraciadamente se ha producido alguna que otra tragedia, de las que hemos tenido conocimiento a través de los medios de difusión, se aconsejaría al peregrino la máxima prudencia a lo largo del viaje, sobre todo aquel que ha elegido una ruta menos transitada. No hacer el camino solo. Si esto no ha sucedido, tener cuidado con las amistades que se ha encontrado a lo largo de la ruta. Tendremos en cuenta que el peregrino de a pie podría hacer unos 5 km por hora, mientras que el ciclista haría de 11 a 13 km por hora. En ambos casos vendría muy bien contar con un coche de apoyo. La Credencial del Peregrino es un documento indispensable para que exista constancia de que se ha hecho el Camino. Dicha Credencial puede obtenerse en diversos sitios, como La Casa del Deán, junto a la Catedral, o bien en iglesias del Camino, asociaciones jacobeas, refugios y albergues. Cuando el peregrino inicia la ruta, presentará la Credencial en el lugar de inicio, normalmente parroquia, para que figure la fecha y como se hace el Camino; a pie, en bicicleta, o a caballo. Cada vez que finalice una etapa, el documento tiene que volver a ser sellado, pudiéndose hacer en la parroquia, iglesia, albergue o refugio, e incluso si existe la imposibilidad de hacerlo en estos lugares, hay sitios autorizados, como bares y restaurantes. Cuando el peregrino llega al final del Camino, en la Catedral, se le entregará La Compostela, en la Oficina de Acogida al Peregrino.





 La Compostela. Documento que tiene su origen en el Siglo XIV y se otorga a aquel que mediante la presentación de la Credencial del Peregrino, debidamente sellada, demuestre haber hecho un mínimo de unos 150 Km para llegar a la Catedral de Santiago de Compostela. Se entrega en la Oficina de Acogida al Peregrino de la Catedral de Santiago. Casa del Deán. Rua del Villar nº 1. Millán Bravo Lozano. Guía Práctica del Peregrino.

Continúa.











lunes, 24 de octubre de 2016

Detrás de la salud. Factores de riesgo

BORAU DOLORS. El síndrome metabólico: una ocasión para hacer cambios. "Compartir". Fundación Espriu. Revista del cooperativismo sanitario. Número 104. Octubre. 2016


miércoles, 12 de octubre de 2016

Detrás de la Historia. Recordatorio del Camino de Santiago




Hospitalidad en el Camino

Surgen fundaciones hospitalarias y la referencia más antigua la tenemos en el año 886, cuando Alfonso III otorga a la Iglesia de Orense la posibilidad de atender a pobres y peregrinos. Igual ocurrirá en el 899 con la Iglesia de Santiago. Se han creado hospicios-hospitales en lugares, pueblos y villas, identificándose estas instituciones mediante una concha venera colgada en el portal. Algunos centros, especialmente en la montaña, hacían sonar su campana en las crudas noches de invierno con el fin de guiar al peregrino que se encontraba perdido en la nieve. Algunos monasterios que cerraban sus puertas durante la noche, dejaban disponible un pequeño refugio para que el peregrino pudiera resguardarse. Aquellos que estaban graves serian atendidos de manera espiritual y cristiana y si fallecían se le hacían los sufragios según la liturgia. Después se le sepultaba como a un hermano más. Los campesinos pobres eran sepultados en un camposanto anexo mientras que los que poseían bienes ocupaban sepulturas en iglesias y capillas anexas a los hospitales. Se decían Misas por las almas de los fallecidos. A algunos peregrinos se les proporcionaba sustento, cama y lavado de ropa, mientras que a otros solo los cuidados de enfermería y medicamentos, así como atención espiritual. Al que disponía de grandes medios se les daba todo lo necesario a cualquier  hora de llegada. Había un establecimiento mixto, hospedería-hospital que más tarde quedarían separados y cada uno pasaría a realizar sus funciones. El hospital va a transformarse en un lugar sacrosanto para reparación  de los caminantes, proporcionando protección a los vivos y reposo a los muertos. Van a constituirse distintas categorías de hospitales, y así tenemos: hospitales episcopales, de ordenes religiosas, ordenes militares, fundaciones civiles que a su vez pueden ser monárquicas, nobiliarias, populares, parroquiales, gremiales, cofradías, y privados. Las órdenes religiosas-militares, como ya hemos comentado, van a adquirir una gran importancia en la Ruta Jacobea por su asistencia al peregrino y protección del camino. La mayoría de los hospitales de Galicia van a pertenecer a la Orden de San Juan de Jerusalén o “Sanjuanistas”, fundada en 1084, que después pasó a denominarse Orden de Malta. La Orden de Santiago de la Espada tenía la casa madre en Santa María de Ribaloxio. La Orden de San Lázaro atendería a los leprosos en lazaretos, destacando los de Sarria, Portomarín, Melide y Compostela. Con el tiempo, el hospital irá tomando conciencia de su función y se va a convertir en un centro de diagnostico y tratamiento de enfermos. Aunque pierde algo de la hospedería original, sigue manteniendo esta función. Al principio, la fundación y mantenimiento de los hospitales dependían de los obispos y monarcas, pero después fue función de las órdenes religiosas y militares. El hospital medieval va a tener varias funciones: remediar los organismos enfermos, preparar al peregrino para su agonía y muerte, asilar a los mendigos que pueden permanecer varios días, dar alojamiento al peregrino. En los siglos XI y XII los hospitales están en las aldeas mientras que en el siglo XIII los mejores hospitales los encontraremos en ciudades. Surge un enorme interés en mejorar las condiciones sanitarias con el objeto de prevenir la peste y otras epidemias. Los hospitales más pequeños eran casas de 6 a 10 camas por termino medio y si tenían sitio, sus estatutos permitían el acoger a una persona un máximo de tres días en verano y cinco días en invierno. Si no había camas suficientes se podrían meter dos personas o más en una misma cama. Otras veces, el peregrino o enfermo se acostaba sobre un montón de paja. Cuando los monjes benedictinos crearon junto a sus monasterios los primeros hospitales, la finalidad consistía en el triple servicio de asilo a los pobres, refugio de peregrinos y asistencia de enfermos. No obstante, la gran afluencia de peregrinos imposibilitaba la atención a enfermos graves. Más bien, comenzaron a funcionar como albergues y el servicio incluía el lavado de pies a los recién llegados, según la Biblia. Se mantenían las chimeneas encendidas para el calentamiento y poder secar las ropas. Había estancias separadas para hombres y mujeres, y la comida del peregrino consistía en una ración de pan, un plato de verduras y carne o legumbres Después mejorarían ostensiblemente los hospitales. En los hospitales más importantes aparece la figura del “hospitalero”, persona que se encarga de recibir al peregrino y suele hablar varias lenguas. Después está el enfermero. Pero en los hospitales más humildes el hospitalero es recepcionista, sanitario, asesor espiritual, y varias funciones más. En los hospitales mayores este hospitalero es organizador, intendente y administrativo. El enfermero se encargará de la asistencia sanitaria. Se crean los hospitales de San Marcos en León y del Rey en Burgos. En Compostela surge el Hospital y la cofradía del Apóstol Santiago. Los fieles de cualquier provincia o nación, mediante el pago de un sexto de un ducado de oro, o los trabajadores del hospital, podrían adquirir privilegios espirituales. El Hospital del Rey de Burgos llegó a tener 87 camas, distribuidas en dos enfermerías. Dos hospederías, una para hombres y otra para mujeres. A finales del siglo XV los peregrinos que se acogían a el tenían derecho a una ración diaria, constituida de la siguiente manera: Abundante pan y vino, un potaje con legumbres y hortalizas, y un trozo de carne de cordero de un cuarto quilo de peso.
Con el desarrollo de las ciudades aparecen las ventas y posadas, las cuales van a tener su auge durante los siglos XIV y XV. La posada se va a constituir sobre una vivienda ordinaria, donde su propietario la acomoda para albergue. En la planta baja hay un amplio establo y una bodega para guardar las mercancías. En este nivel habrá una sala con chimenea, separada o no de la cocina. El piso superior cuenta con varias habitaciones con dos camas cada una, y puede haber un dormitorio corrido con doce o catorce camas, y cada una puede ser para dos ocupantes. El cliente tendría derecho a cocina, comprando sus propios alimentos y cocinarlos.

La medicina y la farmacia

El concepto de enfermedad infecto-contagios en la Edad Media era de que muchas de ellas tenían su origen en un castigo Divino, como es el caso de la lepra, peste y fuego de San Antón. El leproso era apartado de la sociedad y condenado a vivir en hospitales de incurables o “lazaretos”, estos situados en las afueras de las ciudades y en los cruces de los caminos. Quedaban a lo largo de la ruta de los peregrinos y vivían de donativos y algunos trabajos que pudieran realizar. Había otros hospitales para infecciosos. Cuando el paciente ingresaba en el centro hospitalario, se le afeitaba la barba y la cabeza. Se le despojaba de su ropa, se le lavaba y se le daba ropa limpia. La peste era fácilmente contagiosa y ante la sospecha de una epidemia no se permitía la entrada en ciudades de peregrinos, ni de mercaderes y comerciantes. Se conocía como “Fuego de San Antón” a una enfermedad endémica, aunque no contagiosa, llamada también “Ignis infernalis o Fuego del infierno”. Hoy en día se conoce con el nombre de ergotismo, propia del norte y centro de Europa, debido al consumo de pan de centeno, pues la produce un hongo llamado cornezuelo del centeno, ergot o claviceps purpurea, el cual produce la ergotamina, y cuyos alcaloides actúan sobre la circulación y neurotransmisión. Como consecuencia de ello se producen trastornos vasculares, pudiéndose llegar a la gangrena en extremidades distales y en otras partes. Trastornos nerviosos con sensación de quemazón y dolor intenso. Trastornos psíquicos con alucinaciones visuales y auditivas. El peregrino mejoraba en el camino porque en el sur de Europa el pan solía ser de trigo. Los peregrinos lo achacaban a la intervención de Apóstol, pero al volver a su país de origen y tomar la dieta habitual, reaparecían los síntomas. Al propio Apóstol Santiago se la atribuía un poder curativo pero los hospitales utilizaban las medicinas que tenían y durante mucho tiempo se impuso la farmacoterapia natural de los monasterios y los remedios curativos de los pueblos de la ruta. Durante los siglos XII y XIII la medicina había estado a cargo de los monjes benedictinos, los cuales poseían las boticas, y como no podían abandonar el monasterio transmitieron sus conocimientos a los laicos. En el siglo XII predomina la escuela de Salerno como el primer centro médico donde se estudia medicina. Situada en una localidad cercana a Nápoles había abierto sus puertas en el siglo IX. Se enseñó la anatomía, se practicó medicina clínica, cirugía, y algunas especialidades como obstetricia y oftalmología. Según las crónicas, llega a Compostela un médico procedente de esta escuela, llamado Roberto, y aunque no se tiene datos ciertos, revolucionaria la medicina de la época. No obstante, ya en la segunda mitad del siglo XII se estudia medicina en Salamanca. Sobre medicamentos, encontramos citas en el Códice Calixtino, y nos habla de la gera fortísima, tríferas Alejandrina y serracénica, gera pulina o apostolicum, un compuesto llamado adriano que era el geralogodion, y otros muchos. Diremos que todos ellos son componentes de los preparados que utilizaban los médicos de la Edad Media. En cuanto a la aplicación de los medicamentos se irán estableciéndose distintas categorías y nos encontraremos con los purgantes, composiciones o jarabes, emplastos, pociones o soluciones, vomitivos, antídotos y otros. La Farmacia no existía como disciplina independiente. Los monasterios benedictinos que se habían ocupado de la elaboración de medicamentos disponían de dos apartados: Botica, donde guardaban las plantas medicinales. Rebotica, donde se preparaban los remedios y se guardaba el alambique, hornillos y otros instrumentos. Las plantas provenían del huerto propio. Además, criaban animales que empleaban en la terapéutica, como lagartos, víboras y sanguijuelas. También existían los herbarios, dedicados al cuidado de las plantas. Por otra parte, el transito de peregrinos favoreció la transmisión de remedios populares, provenientes de la sabiduría propia o de curanderos.
En el siglo XVI surge la preocupación de la higiene y se comprueba de que se están produciendo situaciones viciosas. Aparecen denuncias desde la misma Iglesia por abusos y corrupciones, mientras que los enemigos del Camino no paran de hacer sus críticas. La Reforma protestante ataca el fenómeno de la peregrinación. Disminuye el número de peregrinos ingleses y franceses, mientras que los peregrinos alemanes bajo la sospecha de ser luteranos serán investigados por la Inquisición. La afluencia de peregrinos originará problemas serios, derivados de la falta de higiene. En los albergues no había servicios de aseo adecuados y los caminantes se lavaban de forma parcial en fuentes y ríos de los caminos, o en los lugares llamados lavaméntulas, no lavándose de cuerpo entero. La lepra y la peste podrían hacer estragos. En ocasiones se tenía que quemar la ropa del peregrino y entregarle ropa nueva. Arranca la falsa creencia de que el botafumeiro fue inventado para contrarrestar los malos olores que se producían en la Iglesia. En realidad, es signo de purificación espiritual y alabanza, aunque secundariamente quitaba estos malos olores. 







 Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Astorga







 Detalles de la entrada al antiguo Hospital de peregrinos de Órbigo



Vista parcial del Hotel Hostal de los Reyes Católicos. Antiguo Hospital Real de Santiago de Compostela



Continúa


 

miércoles, 5 de octubre de 2016

Detrás de la Historia. Recordatorio del Camino de Santiago



La indumentaria y equipaje del peregrino

Al principio, la indumentaria iba en concordancia con la riqueza y la condición social del peregrino y en el siglo XI solía llevarse un vestuario cómodo que permitiera el desplazamiento lo más fácil posible. No obstante, al pasar por algunos pueblos o lugares el peregrino cambiaba a un traje de acuerdo a su categoría social. La indumentaria fue acomodándose a las circunstancias y el caminante comenzó a portar un sombrero de fieltro, generalmente redondo y de ala ancha, el cual le protegería del sol y de la lluvia. También portaba un amplio tobardo o capa, generalmente de color marrón, con esclavina y reforzada de cuero, aumentando la protección contra el frio y agua. Además podía utilizarse como manta por las noches. Era costumbre llevar un par de zapatos, casi siempre ligeros, pero eran poco adecuados para los charcos y el frio, así como se desgastaban fácilmente con el caminar. Llevaba un pequeño zurrón colgado al hombro y una bolsa al cinto, la cual quedaba adornada con la concha o venera. Estos objetos servían para llevar ropa o algún documento en el primero, y dinero en el último. Otras veces, la bolsa de viaje era de cuero y se colgaba en bandolera. Le acompañaba el bordón o bastón del caminante, más alto que el, y además de ayudarle a caminar le podía servir para defenderse de asaltantes o de animales salvajes. Se unía la calabaza con agua para impedir beber de arroyos y ríos contaminados. Y podía llevar una bota de vino con el fin de huir del monopolio de las tabernas. Algunos llevaban varias conchas de vieira, cocidas al manto, sombrero o como hemos visto, a la bolsa.
Los jinetes llevaban el sombrero más amplio y la capa más ancha porque con ella se abrigaba también el caballo. Desde el siglo XII comenzó a llevarse un capote de tela impermeable y encerada. Guantes con manopla para que las manos no se helaran al manejar las riendas. Las huesas eran fundas de piel flexible para proteger las piernas de las salpicaduras de barro y del roce con zarzas y matorrales. La silla de montar solía ser ancha pero poco anatómica y con bordes altos con el fin de sostener al jinete en las pendientes pronunciadas.
El peregrino llevaría un equipamiento complementario, como dinero, algunos documentos, y si era posible una lista con las etapas de la ruta. El dinero serviría para pagar el alojamiento y la comida, así como tratar de obtener servicios más rápidos y mejores. En el caso de los jinetes, dar comida a los caballos y reparar herraduras. También era necesario abonar peajes y portazgos de señores y ciudades, muchos de ellos con un precio abusivo. A veces, se pagaba a los encargados, en plan de soborno. La documentación sería muy importante pues en la Edad Media había variedad de regímenes fiscales, así como alianzas políticas muy diversas y continuamente cambiando. De este modo, para pasar por los reinos de Aragón, Navarra, Castilla, y León; nos encontramos que cada uno tenía su moneda y su legislación. Además, había que añadir un número de quince villas con ordenanzas y estatutos particulares. La documentación servía para identificar al peregrino como miembro de una comunidad, el cual mediante una carta de vecindad acreditaba su lugar de residencia y su posición social. Era recomendable el conocer la geografía de las tierras del recorrido, los valores del cambio de monedas, y si era posible los idiomas. Algunos llevaban un pequeño glosario de palabras con la traducción correspondiente.
Los peregrinos que emprendían el camino a pie podrían andar unos 5 km por hora y hacer de unos 25 a 30 km diarios. Para las cabalgaduras se empleaban caballos, asnos y mulas. El borrico resultaba más duro que el caballo y también servía de transporte de mercancías. Algunos nobles recurrían a los caballos de lujo, árabes o españoles, para entrar en las ciudades. El inconveniente era encontrar cabalgadura de refresco y obtener un forraje adecuado. En el norte de Europa se llevaba cargas de avena mientras que en el área mediterránea se transportaba la cebada. Había que llevar odres para el agua con el objeto de impedir el consumo de las aguas contaminadas. En el caso de heridas o traspié del caballo era necesario encontrar a alguien con conocimientos de veterinaria. Se llevaba un botiquín en el que abundaba el vinagre y la sal. Para engrasar los cascos se llevaba sebo. Como una herradura de hierro dulce duraba una semana, a veces se necesitaba más de una docena de herraduras. Los carros eran poco empleados por la gran variedad existente en la infraestructura, así como el estado del firme y el trazado de curvas y esquinas.

                                   Vista de la Catedral de Santiago de Compostela



Puerta Santa o del Perdón, situada en la parte trasera de la Catedral


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